Violencia machista: ¿qué hacer?

Con desesperanza se preguntaba hace unos días la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, qué hacer ante el aumento del número de mujeres asesinadas vilmente a manos de sus parejas o ex parejas. Era una reflexión en voz alta a propósito de dos recientes y nuevos casos de sendas mujeres que perdieron la vida en menos de 48 horas en Sevilla y en Tarragona. En ambos casos medió un arma blanca asesina y un hombre que probablemente sigue convencido a esta hora de haber hecho lo que tiene que hacer todo hombre que se precie cuando esa mujer, a la que ha puesto en el mismo nivel que cualquier otra propiedad material suya, no se aviene a sus deseos y a su dominio.

El descorazonamiento de Becerril es más que comprensible si uno repasa las frías pero elocuentes estadísticas sobre la violencia machista en España difundidas hoy mismo por el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial. En los seis primeros meses de este año el balance asciende a 31 mujeres asesinadas, la cifra más alta de los últimos 7 años, casi el doble de la del año pasado.


“El número de mujeres asesinadas este año en España casi duplica el del año pasado”


Por si el dato no fuera suficientemente dantesco, a las 31 mujeres asesinadas hay que añadir la muerte de seis menores, un número que no se registraba desde hacia cuatro años y que multiplica por seis el de menores asesinados el año pasado en este contexto de violencia doméstica y de género. A la estadística del horror hay que añadir, además, 15 huérfanos, los últimos correspondientes a los asesinatos del pasado fin de semana en Sevilla y Tarragona.

Atención especial merece el número de víctimas mortales de la violencia machista registradas en lo que llevamos de año que había denunciado malos tratos y cuántas de ellas contaban con protección judicial. Y es aquí en donde de nuevo se aprecia una de las fallas por las que probablemente la lucha contra esta lacra sigue flaqueando. De las 31 mujeres asesinadas sólo 6 habían denunciado a su agresor y, de ellas, sólo cuatro tenían medidas de protección. El escaso número de mujeres que denuncia en relación con el de asesinadas y la aparente renuencia de los jueces para conceder protección a las victimas se ha convertido en una cansina constante de las estadísticas sobre violencia machista.


El aún reducido número de denuncias tiene causas conocidas en el miedo de muchas de las víctimas a empeorar la relación o en la esperanza, la mayor parte de las veces vana, de que mejore. Lo que merecería una reflexión a fondo por parte del Consejo del Poder Judicial y del legislador es por qué los jueces de violencia de género parece tan pacatos cuando se trata de ordenar protección. A lo que hay que añadir que en no pocos casos esas órdenes no han sido en absoluto garantía de seguridad para las mujeres protegidas por ella.
 "Mientras, los partidos discuten sobre si es violencia machista o de género"
Las cifras que hoy ha publicado el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género deberían servir también para sacar de una vez de su modorra a la subcomisión del Congreso de los Diputados creada hace meses para consensuar un pacto contra este goteo constante de mujeres asesinadas y minutos de silencio al día siguiente ante las instituciones. A fecha de hoy, los partidos que integran esa subcomisión parece que no se han puesto de acuerdo prácticamente en nada. Tal es así que ni siquiera hay consenso sobre si hay que hablar de violencia machista o de violencia de género.

Si no fuera trágico sería de risa que la discusión esté encallada en una cuestión semántica y que nada se sepa aún de cambios legislativos, medios materiales y medidas preventivas y educativas para luchar contra lo que todos podemos coincidir en llamar simple y llanamente viles asesinatos. Pues claro que es para estar descorazonado y preguntarse qué hacer si, mientras siguen muriendo mujeres a manos de sus parejas, quienes tienen la responsabilidad pública de hacer frente a este azote se limitan a convocar minutos de silencio y discutir sobre si son galgos o podencos: son asesinos y punto. 

Patinazo real

En España somos tan monárquicos que no nos basta con un rey: necesitamos cuatro, dos eméritos y dos haciendo méritos. Puede que no haya muchas cosas en las que destaquemos en el concierto internacional pero en número de reyes no hay monarquía parlamentaria que nos haga sombra. El problema surge cuando necesitas decorar, por ejemplo, el Congreso de los Diputados y te sobran reyes. Entonces pasa como con los jarrones chinos de los que hablaba Felipe González, que no sabes qué hacer con ellos ni dónde ponerlos. No quieres que un jarrón chino determinado por valioso y antiguo que sea le reste protagonismo al último que acabas de añadir a la colección y te preguntas si al menos por esta vez no no sería mejor dejarlo en el desván. 

Eso, poco más o menos, es lo que ha pasado este miércoles con ocasión del solemne acto institucional con el que se conmemoraron los cuarenta años desde las primeras elecciones democráticas, después de otros cuarenta en los que la palabra votar había sido tachada del diccionario.  Allí se dieron cita algunos padres de la Constitución ya talluditos junto a recién llegados con camisetas reivindicativas para los que todo aquello de la Transición del 78 les suena a cosa superada y con olor a naftalina. Son gente esta que tal vez nunca ha sabido de verdad lo que es correr delante de la policía, esconder libros perseguidos o panfletos  y cuyo modelo de democracia le debe más a regímenes que de democráticos tienen lo que yo de budista.

“Somos tan monárquicos que no nos basta con un rey, necesitamos cuatro” 

Lo cierto es que, como en todo acto institucional que se precie, hubo sentidos discursos sobre el valor de la transición pacífica de una dictadura a una democracia imperfecta pero perfeccionable; se subrayó también la necesidad de recuperar el consenso de hace 40 años que ha hecho posible que los españoles hayamos enterrado de una vez los garrotes goyescos con los que históricamente nos habíamos venido atizando con un entusiasmo digno de mejor causa. Hubo aplausos y silencios elocuentes y cada uno dejó constancia fehaciente del valor que le otorga y la trascendencia que le da a aquel 15 de junio de 1977 cuando los españoles pudimos empezar a ser libres. 


Pero en esta institucional escenografía conmemorativa faltaba un jarrón chino cuya ausencia no le pasó desapercibida a nadie: la del rey emérito que a la sazón era el jefe del estado cuando se celebraron aquellas elecciones. Los corrillos no tardaron en comentar la falta y el propio afectado se las arregló para que el país supiera a través de los medios de comunicación que no le había hecho ni pizca de gracia que se le tratara precisamente como un jarrón chino molesto que no cabe en el protocolo de los actos institucionales en los que interviene su hijo heredero.

“La exclusión de Juan Carlos I  del acto en el Congreso es un patinazo real”

Comentan algunos que tienen hilo directo con la realeza que el patinazo real se originó en la Casa Real – léase rey en prácticas – al considerar que no había sitio en la tribuna del Congreso para dos jarrones chinos a la vez ni tiempo para hacer reformas que le hicieran un hueco al más antiguo. De manera que se optó por dejarlo en casa viendo la tele o repasando las fotos de la última cacería en África. Craso error porque, como ha dicho incluso Pablo Iglesias, reconocido monárquico de toda la vida, el viejo y descangallado jarrón chino ausente  hizo méritos sobrados en su día para haber estado ayer en un lugar bien visible y preminente del Congreso de los Diputados. 

Ese jarrón chino, del que ayer sólo se conoció su justificado cabreo, desempeñó un papel decisivo en el cambio político pacífico en este país. Sin negar las muchas sombras, claroscuros y luces que han acompañado su desempeño de la jefatura del estado y de las que la historia terminará dando cuenta detallada antes o después, ocultar su figura en el acto conmemorativo de una fecha histórica de la que fue protagonista destacado es, cuando menos, un real patinazo propio de un rey novato e imberbe. Y esto lo dice alguien mucho más partidario del gorro frigio que de los jarrones chinos. 

Reunionitis política

El síntoma principal de la reunionitis política son los deseos irrefrenables de reunirse casi todos los políticos entre sí sin causa justificada aparente. En la práctica son reuniones en las que quedan en verse más adelante para fijar la fecha de otra reunión. Y así hasta el infinito. España es un país encantado de conocerse y de reunirse y por eso la prevalencia de la reunionitis entre su clase política debe ser de las más elevadas del mundo. En los últimos días parece que estamos asistiendo a un repunte de casos a tenor de los análisis que uno lee y escucha. Raro es el que no ha mojado su pluma en los ríos de tinta de la reunionitis y no ha escrito sobre las razones por las que Pedro quiere a Pablo y viceversa o por los parecidos y diferencias razonables entre Mariano y Alberto. Los más osados se atreven incluso a especular con la posibilidad de ver sentados a una misma mesa a Pablo, Pedro y Alberto. ¿Para qué? Pues para volver a reunirse, para qué si no.

Exagerando un poco, a veces pienso que las elecciones son sólo pequeños paréntesis entre una campaña electoral y la siguiente. La misma noche de los resultados los perdedores se proclaman vencedores morales y anuncian reuniones para el día siguiente con el fin de preparar la victoria en las elecciones siguientes. Mientras la reunionitis se convierte en dolencia crónica de la clase política también se cronifican los problemas. A algunos de ellos les crecen las raíces y les salen canas de viejos y sin que nadie se ocupe de afrontarlos como no sea con parches y cataplasmas. Si me pusiera exhaustivo me faltarían posts para enumerar la lista de cuestiones olvidadas en aras de la reunionitis. Me conformaré tan sólo con ser ilustrativo de las dimensiones del problema al que se enfrente un país en el que está mal visto hacer hoy lo que puedes dejar para mañana o para el año que viene.

“A veces creo que las elecciones son solo un breve paréntesis entre dos campañas electorales”

Empezaré por la parte inferior de la pirámide de población en donde se acumulan los jóvenes que o no tienen trabajo o el que tienen no les da para salir de pobres. Lo ha dicho hoy mismo el Consejo de la Juventud, cuyos datos revelan que no llegan ni a dos de cada diez los jóvenes de entre 16 y 29 años  que se pueden emancipar del hogar paterno. Salarios de hambre quienes los tienen y acceso prohibitivo a la vivienda impiden que jóvenes en su mayoría sobrecualificados puedan desarrollar su proyecto de vida. Las familias de este país, que durante los años de la crisis han tenido que sacar aceite de la exigua pensión de los abuelos para llegar a fin de mes, ahora tienen que seguir manteniendo a toda una generación a la que las empresas de este país sólo le ofrecen condiciones laborales en precario o dique seco.


En el extremo opuesto están los pensionistas presentes y futuros. Sin prisa pero sin pausa el gobierno del PP se ha ido gastando el dinero de la hucha con la que se abonan las pagas extra. Apenas quedan 15.000 millones de euros en donde hubo cerca de 70.000. En otras palabras, por primera vez en muchos años el Gobierno va a tener que echar mano del Tesoro para pagar la extra de julio. Salvo que caiga maná del cielo, en diciembre tendrá que volver a hacer lo mismo, lo que engordará un poco más si cabe la deuda pública. ¿Qué van a hacer los poderes públicos para garantizar la sostenibilidad de las pensiones, pilar central del estado del bienestar? Pues justo para eso llevan reuniéndose sus señorías en una comisión específica del Congreso desde el comienzo de esta legislatura. A fecha de hoy lo que piensen hacer sólo lo sabrán ellos si es que lo saben.

“Los líderes políticos se reúnen sin parar y los problemas echan raíces y canas”


Pero no se vayan que aún hay más: en el Congreso hay también subcomisiones de comisiones para estudiar el gran pacto de estado por la educación que prometió Rajoy en su investidura y para el no menos gran pacto de estado contra la violencia machista. Tampoco se sabe para cuándo habrá una propuesta sobre educación ni en qué términos. Por otro lado, apenas pasa semana sin que se convoquen minutos de silencio aquí y allá  por otra mujer asesinada a manos de su pareja o ex pareja. Admito que la pintura tiene colores crudos pero nadie podrá decir que no responde a la realidad. El diálogo y el acuerdo sobre visiones diferentes de la realidad deben formar parte insustituible de la democracia. Lo que no puede ocurrir es que la reunionitis sea la coartada para demorar sine díe la solución de los problemas mientras se practica el figureo político en busca de los focos de la banalidad mediática.