Sí, soy tercermundista

Con evidente ánimo de ofender, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, ha calificado hoy de “tercermundista” la oposición de la mayoría de la sociedad civil canaria a aquellas prospecciones petrolíferas con las que prometió convertir a los indígenas en jeques árabes de la noche a la mañana. Es una pena que más de dos año después de que Repsol asegurara que no había gas ni petróleo que extraer en las islas, a Brufau no se le haya pasado aún la rasquera de no haber sido recibido en Canarias con banda de música y alfombra roja por la generosa lluvia de millones y puestos de trabajo que, según él, nos iba a proporcionar el petróleo.

Despechado aún ha intentado hoy presentar como unos palurdos atrasados a los canarios y a las fuerzas políticas y sociales que con firmeza se opusieron a sus mentiras y a las de su valedor político y chico de los recados, José Manuel Soria. Peor para él si dos años después sigue sin comprender  - más bien sin querer comprender – las razones de aquel rechazo social mayoritario. Que no fueron sólo los riesgos para el medio ambiente y el turismo derivados de las prospecciones petrolíferas, sino la imposición política unilateral de una actividad peligrosa sin el más mínimo respeto por la opinión de las potenciales víctimas de un eventual desastre ecológico.  

Aquel mangoneo con los estudios de impacto ambiental y aquel desprecio para con quienes no veían ni ven en esa actividad más que un negocio privado con mucho más riesgo que oportunidades, fue lo que encendió una ola de protestas de la que la sociedad canaria que la alimentó debería sentirse orgullosa por mucho que a Brufau le parezca tercermundista. Por lo que a mi respecta, si tercermundista es no comulgar con ruedas de molino ni tragarme píldoras doradas sobre lluvia de millones de euros en inversión y beneficios, me declaro profundamente tercermundista. Hace tiempo que recelo de las cuentas de cristal con las que los colonizadores encandilaban a los indígenas para quedarse con sus riquezas.

Y si ser tercermundista es oponerse a la depredación oportunista de empresas como Repsol de la riqueza natural y medioambiental de estas islas, base de su economía y ya bastante machacada por otros intereses privados, me proclamo también tercermundista. Y lo soy también sí como tal se considera desconfiar profundamente de la promiscuidad entre el poder político y los intereses privados como se puso ampliamente de manifiesto en la gestión que José Manuel Soria hizo de este asunto desde el Ministerio de Industria.

Sí, soy tercermundista si por tal se entiende apostar por las energías limpias y no contaminantes antes que por las fósiles y sucias a mayor gloria del interés de una empresa privada que sólo responde a las legítimas aspiraciones de sus accionistas de obtener beneficios. Nunca creí que a Repsol le preocupara ni mucho ni poco el problema del paro en Canarias, esgrimido en más de una ocasión por Brufau para convencernos de las bondades de las prospecciones y, desde ese punto de vista, me declaro también acérrimo tercermundista.

Así que ya puede el señor Brufau olvidarse de Canarias y aprender por fin la lección de que comportamientos coloniales como el suyo ya no se estilan por muy poderoso que se sienta al frente de Repsol y por mucho apoyo político del que se disponga para hacer su santa voluntad. Ahora Brufau parece un chico con zapatos nuevos después de que Repsol haya descubierto un importante yacimiento petrolífero en Alaska. Le deseo mucha suerte y que con su pan se lo coma pero si vuelve por estas tercermundistas islas llamadas Canarias, será bienvenido siempre que deje en casa la arrogancia y traiga sólo el bañador y la sombrilla para disfrutar de sus playas.     

Esos hachas de la OCDE

Yo me quedo bobo. Es que lo leo y lo releo y no lo creo. Hoy me he enterado de que la causa de la pobreza que padece más de un tercio de la población española se debe a la mala calidad del empleo que se crea en este país. ¡Quién lo iba a decir! Y uno dándole vueltas y vueltas a la sesera, intentando encontrar la explicación a ese misterio macroeconómico, y ha venido un señor que se ha presentado como director de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico – tomo aire  – y en un plis plas lo ha resuelto.

¿Cómo es posible que no se nos hubiera ocurrido antes a los indígenas que una causa central de la pobreza en España es que tener un trabajo no sirve necesariamente para evitar ser pobre? Eso va a ser que no investigamos lo suficiente como hacen en otros países de “nuestro entorno” y por eso no sabemos cómo interpretar lo que nos pasa, ni cuáles son sus causas ni cómo corregirlas. Por eso ha tenido que venir este señor, armado con su tocho de informe sobre la cosa económica española, a decirnos algo que a nosotros no se nos hubiera ocurrido en la vida. 

Pero no crean que todo han sido malas noticias, al contrario. El señor en cuestión también se ha mostrado satisfecho porque la economía va viento en popa a toda vela y crea mucho empleo. La pega, ya digo, es que es de tan mala calidad que en muchos casos ni para lo comido por lo servido viene a dar a fin de mes. Claro que los empresarios españoles jamás estarían de acuerdo con lo que este señor de la OCDE dice. Si usted le pregunta a un empresario de postín por las montañas de contratos de menos de una semana o, con suerte, de menos de un mes que se firman en este país, te responderá que siempre es mejor eso que nada y que cuántos no darían un brazo o una pierna por pillar uno de esos empleos de chichinabo que de manera tan generosa oferta la boyante macroeconomía patria.


Si la misma pregunta se la hace usted a Rajoy o a Báñez o a Guindos, la respuesta al canto es que “lo importante es que la economía española está creciendo y creando empleo como nunca anteriormente y eso es lo que realmente importa”. O sea, lo mismo que los empresarios pero de manera menos cruda. Y de ese discurso manido no sacará  usted ni a empresarios ni a gobierno aunque les ponga delante a la OCDE, al FMI, a la Comisión Europea – otros dos que tal bailan – y a la Tuna de Derecho de Santiago en pleno. Y eso que lo que ha venido a decir el señor este de la OCDE es tan de perogrullo que yo en su lugar me hubiera  puesto colorado solo de decirlo ante los periodistas.

Lo curioso es que a esa original conclusión no añadió – más allá del cansino recetario habitual - recomendación novedosa alguna al Gobieno español para que haga algo al respecto o a los empresarios para que dejen de firmar contratos semanales como el que fríe churros. Claro que hubiera dado exactamente lo mismo: conclusiones tan pedestres como esa las llevamos oyende hace tiempo de otros organismos internacionales a los que el Gobierno y la patronal siempre ponen por testigo de sus ataques a los derechos laborales pero sólo y cuando los justifican.

Sin embargo, cuando algunos de esos organismo como la OCDE se atreve a meter el dedo en la llaga, aunque sea sólo la puntita, lo habitual es silbar, mirar al tendido y hacer como que la cosa no va con uno.  Eso sí, yo a los hachas estos de la OCDE, que seguramente disfrutarán de empleo de calidad y bien remunerado y que puede que hayan pasado noches sin dormir para llegar a la conclusión de que buena parte del emleo que se crea en España es peor que pésimo, les concedía sin más preámbulo el Nobel de Economía. ¡Qué menos!

Susana cruza Despeñaperros

Curiosa manera la que ha tenido Susana Díaz de hacer saber al respetable público en general que quiere ser la lideresa del PSOE. No ha revelado un secreto tan bien guardado como ese en un mitin o en una rueda de prensa sino que ha enviado al propio partido a filtrarlo a determinados medios y por estricto orden de preferencias y afinidades a su candidatura. Me pregunto qué problema había para anunciar la buena nueva en la plaza de cualquier pueblo o ciudad de este país ante enfervorizados militantes y al grito de  ¡presidenta, presidenta!.  Deben ser cosas de la vieja política que no atino a descifrar pero a mi, qué quieren que les diga, eso de mandar a otros a decir lo que vas a hacer o dejar de hacer dentro de una o dos semanas me suena a cierta prepotencia política, por no hablar del uso interesado de eso que llaman el aparato del partido para tus propios fines.

Sea como fuere, lo cierto es que los ventrílocuos de Díaz en el PSOE han desvelado el secreto menos enigmático de cuantos rodean la actividad política de este país: que la presidenta andaluza no se va a quedar de brazos cruzados viendo como la militancia le hace la ola a Pedro Sánchez ni como Patxi López, con su mensaje de chico moderado y en precario equilibrio entre los viejos rokeros y los ardores izquierdistas de Sánchez, se empeña en un quiero y no puedo para hacerse con la vara de mando sobre las filas socialistas.

Ella, dicen algunos, arrasará en las primarias para la secretaría general. Tengo para mi, no obstante, que primero habrá que despejar algunas dudas que me asaltan como observador desapasionado pero interesado por el devenir de los males del socialismo español. La primera es si Díaz piensa gobernar Andalucía a tiempo parcial y el resto de la jornada dedicársela al partido o, por el contrario, su plan sería dedicar las mañanas a atender sus responsabilidades como liderasa socialista y por las tardes dedicarle algunas horas a los problemas de los andaluces. Sería bueno que lo aclarara ella misma y no a través de terceros, más que nada porque me imagino que es la pregunta que se estarán haciendo desde ayer los andaluces que votaron por ella en las últimas elecciones autonómicas.

Por no hablar de Ciudadanos, partido gracias al cual es presidenta andaluza y que le está exigiendo ya que designe sucesor o sucesora para los asuntos autonómicos si su plan es tomar el AVE rumbo a Madrid. Y ahí, en Madrid, está otra de las dudas que me suscita la candidatura susanista. ¿Puede la lideresa del principal partido de la oposición de este país permitirse no ser diputada en el Congreso, problema que, por cierto, también afecta a Pedro Sánchez? Como poder claro que puede pero se vería obligada a subrogar en el portavoz parlamentario de turno lo que tuviera que exigirle o criticarle al presidente del Gobierno.

Dicho de otra manera, en estos tiempos en los que una imagen y la inmediatez valen más que mil editoriales, no intervenir en el hemiciclo en los grandes debates políticos nacionales te resta visibilidad y te obliga a actuar y a reaccionar a rebufo y a través de terceros. Pero más allá de todas esas pegas, que no me parecen menores, está el problema del proyecto. Aparte de algunas generalidades y de algún que otro eslógan más o menos afortunado, sigue brillando por su ausencia una idea clara de lo que quieren hacer Patxi López y Pedro Sánchez con el PSOE ni cómo piensan sacarlo del hoyo en el que todos han puesto su granito de arena para hundirlo.

Susana Díaz no es una excepción en esa orfandad ideológica y programática de la que adolecen en general muchos partidos políticos y en particular el PSOE. Por tanto, su peculiar salto al ruedo parece obedecer más a la necesidad de parar al torbellino Sánchez, que tiene a Podemos soñando de nuevo con conquistar el cielo, y forzar a López a entregarse con armas y badajes a la causa susanista que a poner sobre el tapete nuevas ideas y nuevos proyectos. 

Y en ese forcejeo político que parecen dispuestos a mantener sanchistas y susanistas corre riesgo cierto el PSOE de salir del congreso de junio más dividido de lo que salió tras el borrascoso comité federal de octubre en el que se aprobó la abstención para que gobernara Rajoy. Y eso, se mire como se mire,  sería una muy mala noticia para el PSOE y sobre todo para el sistema democrático español.