Antona y el PP que viene

Asier Antona, el primer dirigente del PP canario que se ha enfrentado a una elección interna después de años de ordeno y mando de José Manuel Soria, ha arrasado literalmente a su rival Cristina Tavío. La única sombra que se proyecta sobre ese triunfo es la modestísima participación de la militancia, apenas un 10% de los más de 42.000 afiliados que el PP dice tener en Canarias. El engorroso sistema participativo de un partido que carece de la más mínima tradición en estas lides demuestra que en el PP hay aún mucho miedo a que los militantes se expresen y decidan en libertad.

De todos modos, el holgado triunfo de Antona obedece en buena medida al poco aprecio que los militantes populares tienen por las mudanzas y al hecho incuestionable de que en los partidos actuales contar con el respaldo del aparato oficial, como ha ocurrido en este caso,  hace que sea casi imposible perder salvo que se sea un redomado zote y Antona está muy lejos de serlo. En el caso del PP, seguramente han influido esos dos factores de manera muy determinante más otras consideraciones como la equivocada estrategia de quienes han pretendido disputarle el liderazgo al presidente en funciones y han terminado arrollados y en riesgo de no volver a salir en la foto oficial.


En un primer momento, los tres aspirantes alternativos a Antona  – Juan José Cardona, Enrique Hernández Bento y Cristina Tavío, lo nunca visto antes en el PP -  levantaron sus respectivas candidaturas sobre la crítica a la gestión de Antona como presidente interino y el presunto incumplimiento de su promesa de no hacer cambios en la dirección del partido hasta que no se celebrará el congreso de mediados de este mes. Después, a la vista de que esa estrategia no hacia mella en el candidato oficial, decidieron atacar por el flanco de las supuestas irregularidades en la recogida de avales  de Antona cuya validez pusieron en cuestión sin aportar una sola prueba que respaldara sus sospechas y sin atreverse siquiera a impugnar el proceso con el peregrino argumento de que el recurso no llegaría a ser admitido.

Fue precisamente la recogida de avales, de los que Antona sumó más de 3.000 por apenas 600 de sus rivales, lo que marcó con meridiana claridad con quién estaba y está la mayor parte de la militancia popular. La renuncia de Cardona y la fusión de las candidaturas de Hernández Bento y Tavío con esta última como cabeza de cartel, sólo ha servido para arañar un testimonial 18% de los votos de los militantes y el triunfo en una única isla – Lanzarote – por un 82% y la victoria en las seis islas restantes, en algunas como La Palma, la natal de Antona, prácticamente a la búlgara con un porcentaje de apoyo próximo al 100%.

Bendecido por Génova primero y por los militantes ahora, el presidente de los populares canarios no ha dudado un minuto en plantearse como reto central de su liderazgo ganar las elecciones autonómicas y locales previstas para dentro de dos años. No parece que en estos momentos y tras su apabullante triunfo,  a Antona le quite mucho el sueño negociar con CC un acuerdo para entrar en el Gobierno canario en minoría o prestarle apoyo parlamentario. Acertar con el equipo ganador del que tendrá que rodearse y del que es muy probable que siga formando parte María Australia Navarro como secretaria es su primer reto. Además, con la autoridad que le dan los resultados de esta suerte de primarias, tendrá también que decidir entre integrar a los críticos en el núcleo duro o prescindir de ellos, si bien los primeros indicios  apuntan a que no habrá perdón para quienes han cuestionado no sólo su liderazgo sino la limpieza de su proceder para obtenerlo.    

Desde que el pacto de gobierno entre CC y el PSOE entró en barrena hace unos meses la figura política de Asier Antona fue pasando progresivamente a un primer plano hasta volver a  convertir al PP en un partido capaz de marcar la agenda política canaria. Ahora, con Antona avalado por la dirección nacional del PP y la gran mayoría de los militantes canarios, su protagonismo gana muchos enteros ante la próxima cita con las urnas autonómicas y locales. 

Se busca secretario general

Aún no pero, a este paso, Coalición Canaria va a tener que poner un anuncio en Infojob para encontrar un secretario o secretaria general. Falta menos de un mes para su sexto congreso y nadie ha levantado aún la mano para proclamarse capitán de uno. El herreño Narvay Quintero, cuya candidatura habían venido acunando con mimo y cariño Marcial Morales, Carlos Alonso o José Luis Perestelo, ha dicho que no, que aparten de él ese cáliz. Y si no, que se lo pregunten al eterno José Miguel Barragán, el actual secretario general que lleva mucho tiempo queriendo irse pero que, como no aparezca algún aspirante a tiempo, va a tener que reengancharse al servicio de la causa per secula seculórum.

Quintero debe haber hecho sus cuentas y habrá llegado a la conclusión de que con el atún rojo, las papas, los plátanos y la polilla guatemalteca va sobrado de ingredientes para el potaje que le encargó Fernando Clavijo cuando le nombró consejero de Agricultura, Ganadería y otras hierbas de comer. Si encima tiene que cocinar el menú de CC según los productos más típicos de cada isla, el riesgo de que algún plato se le queme o se le pegue se incrementaría considerablemente.  Aunque es probable que sea otra la causa principal por la que Quintero ha rechazado ocupar un cargo que puede dar más dolor de cabeza que una resaca de vino peleón.


Quintero es destacado dirigente de la Agrupación Herreña Independiente (AHI), partido que mantiene una estrecha relación con CC pero que no forma parte propiamente hablando de la organización nacionalista. Se da la casual circunstancias de que la AHI se está planteando desde hace meses aprovechar el congreso de finales de este mes para poner un poco de tierra de por medio con respecto a CC  y recuperar cierta capacidad de maniobra perdida en los últimos tiempos. Haber aceptado la generosa invitación de CC para ocupar el sillón del dentista que supone la secretaría general hubiera implicado renunciar a esa emancipación política y, en la práctica, casi integrarse en la formación nacionalista.

Sus dos diputados regionales, adscritos al grupo parlamentario de CC, habrían quedado así atados de pies y manos en la actual coyuntura política de gobierno en minoría. En realidad es muy probable que lo que la oferta a Quintero encerraba era la necesidad de CC de garantizarse la fidelidad incuestionable de esos dos escaños para un gobierno cuyo apoyo parlamentario no alcanza ni un tercio de la cámara. Dicho de otro modo, matar dos pájaros de un tiro: poner al frente del partido a una cara relativamente nueva pero con experiencia y amarrar los dos valiosos votos herreños. 

Ahora toca volver a empezar a buscar candidato o candidata para esa secretaría general cuyo actual titular, José Miguel Barragán, también apostaba por Quintero para que fuera su sucesor. Tanto si es Barragán el que no tiene más remedio que continuar amarrado al duro banco de la secretaría general como si encuentran a un mirlo blanco que asuma el cargo, el principal reto de CC será sobrevivir en un nuevo escenario político después de años en el poder y tras un buen cúmulo de errores que la han convertido en una fuerza que pierde fuelle y votos a cada nueva cita electoral.

Pero de lo que quiere o puede ser CC de aquí en adelante ya hablaremos otro día, aunque no es improbable que sea la carencia de un proyecto político definido una de las causas por las que nadie quiere ser capitán de uno. 

Yo confieso

En este momento y lugar en el que el devenir de la Humanidad depende de lo que pase a partir de ahora con la gala drag del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, deseo hacer una confesión completa y sin reservas sobre mis culpas y delitos a propósito de este asunto. Reconozco públicamente que aún no he aplaudido ni una vez el, según todos los comentarios, magnífico espectáculo artístico que se desarrolló el lunes por la noche en el Parque de Santa Catalina. Mi innata insensibilidad para toda manifestación artística posterior a Julio Romero de Torres me impide comprender la esencia de un arte tan refinado y abstracto.

Hago pública mi recalcitrante homofobia porque aún no he alabado públicamente la genialidad del espectáculo ganador que tanta admiración ha levantado entre los entendidos de este arte. En mi contra y voluntariamente declaro también que, a pesar de no ser ni practicante católico ni creyente en esa religión desde hace décadas, no he podido evitar sentirme violentado y abochornado al ver el uso que se hacía de dos símbolos centrales de la fe católica, la Virgen y la cruz. Admito que pensé menos en mi que en lo que sentirían ante ese espectáculo quienes sí son creyentes católicos y consideré que no hay ninguna necesidad de colocar en la misma frase transgresión carnavalera e insensibilidad absoluta por las creencias más íntimas de los demás. 
Admito en mi ignorancia que el hecho de que el artista en cuestión haya reconocido públicamente que no pretendía ofender aunque sí provocar, me parece propio de alguien que en su irresponsabilidad confesa no duda en anteponer sus fines personales a los sentimientos y creencias de los demás. Debo confesar también públicamente que desde que este asunto saltó a los medios de comunicación y a las redes sociales aún ne me he comido a ningún cura crudo ni a ningún obispo ni he arremetido contra ellos por callar y mirar para otro lado ante la pederastia y otros delitos.

Me declaro por ello culpable de quintacolumnismo clerical y amigo de la jerárquía católica más ultramontana e intolerante de este país. Sólo confío en que se admita como atenuante de ese delito mi declaración solemne y firme de que el obispo Cases, efectivamente, ha metido la pata hasta el corvejón al calificar el espectáculo de blasfemo pero, sobre todo, al compararlo  con el accidente del avión de Spanair en el que perdieron la vida 154 personas.

Finalmente confieso la peor de todas las culpas de las que me declaro responsable: la defensa del principio de que la libertad de expresión no carece de límites y que no es ni ético ni moral ni legal emplearla para zaherir las creencias de los demás. Para mi vergüenza y oprobio y a pesar de que pueda haber gato insularista encerrado, admito  que comparto la posición de Carlos Alonso, el presidente del Cabildo de Tenerife, de que la diversión y la transgresión propias del carnaval no son patentes de corso que todo lo ampara y todo lo permite. Seguramente esa posición mía tan poco acorde con los tiempos se deba a que soy completamente incapaz de comprender el espíritu del carnaval y, en particular, de la gala drag, en el que sí son consumados catedráticos determinados políticos y políticas municipales. 

Sé que la defensa de los principios que acabo de mencionar me excluye a perpetuidad de cierto progresismo que concibe la libertad de expresión sin más limitaciones que la propia voluntad y los derechos sin ningún contrapeso en deberes, todo ello al tiempo que exige respeto pero no se considera obligada a respetar. A pesar de todo no me pidan que me arrepienta de las culpas que aquí he confesado porque no serviría absolutamente para nada: ante otro caso como este volvería a pensar y a actuar exactamente de la misma manera.