Que vote Papá Noel

Desconcierto, confusión, hartazgo, decepción e incertidumbre. Pueden ser las palabras para definir el clima político que se vive en España y que se recrudecerá mañana por la tarde cuando, salvo milagro político en el que no cabe creer, Rajoy vuelva a constatar que su desganada candidatura para seguir en La Moncloa no merece ni siquiera el beneficio de la duda.  Un rumor sordo empieza a circular entre muchos ciudadanos de a pie ante la absoluta incapacidad de unos y de otros para el diálogo y el acuerdo. Es como un zumbido aún tenue que va subiendo poco a poco de intensidad y que amenaza con estallar en una gran exclamación de cabreo si, llegados al 31 de octubre, se convocan nuevas elecciones en España, las terceras en doce meses. 

Si encima la convocatoria se fija para el día de Navidad, ese cabreo, que ahora es subterráneo y como contenido, se va a transformar en un gran puñetazo que innumerables ciudadanos verdaderamente hartos de una clase política absolutamente sorda y desconectada del país darán sobre la mesa: ¡abstención!. 

Si esos políticos que después del 20 de diciembre de 2015 y después del 26 de junio dijeron que habían "escuchado el mensaje de las urnas" y prometieron que harían todo lo que fuera necesario para que no se convocaran nuevas elecciones llevan a este país a una tercera cita electoral en un año, serán los ciudadanos los que tendremos que decir la última palabra. Y esa palabra tiene que ser una declaración clara y contundente de que no iremos de nuevo a las urnas si vuelven a postularse para presidentes del gobierno de este país los mismos que han fracasado en dos ocasiones consecutivas tras anteponer descaradamente sus intereses de partido y hasta personales a los intereses generales. 


Si Mariano Rajoy, de por sí inhabilitado políticamente por los casos de corrupción que afectan a su partido y por su absoluta insustancialidad política, no es capaz de ganarse los apoyos que necesita para ser presidente del Gobierno, tiene que retirarse de inmediato y dejar paso a otra persona del PP que pueda cumplir esa función. Si Pedro Sánchez sigue sin renunciar a su numantina posición de "no " a todo y sin dar el paso de poner sobre la mesa algún tipo de propuesta para el acuerdo con el resto de los partidos que sea capaz de sumar, terminará también por quedar completamente inhabilitado para continuar al frente de un partido con el bagaje y la historia del PSOE. 

Rivera e Iglesias no escapan tampoco a la crítica. El primero ha fracasado ya en dos ocasiones en su intento de aparecer ante el país como el hombre de los consensos y los acuerdos. Bien es verdad que no es el principal responsable de esos fracasos pero sus líneas rojas ante Podemos nunca palidecieron y pasaron al rosa pastel como lo hicieron cuando le tocó sentarse a negociar con el PP. En cuanto a Iglesias, fue precisamente su convencimiento de que podría superar el PSOE en unas segundas elecciones lo que le hizo adoptar la insufrible actitud prepotente devenida ahora en modosidad y apelaciones al acuerdo "progresista" con el PSOE por más que no puede ignorar que las cuentas no salen. 

Por acción o por omisión y en menor o mayor medida, los cuatro líderes políticos a los que los ciudadanos de este país han mandatado ya en dos ocasiones para que formen gobierno están dando un espectáculo político tan  lamentable que deberían sentir vergüenza y bochorno y pedir disculpas por ello. Nada de eso harán, estoy seguro. Pero los ciudadanos sí podemos empezar ya a dejar muy clara nuestra opción a ver si ahora sí nos escuchan: o cambian los candidatos a La Moncloa o el día de Navidad nos quedaremos en casa y que vote Papá Noel.

Rajoy no quiere ser presidente

Después de hacer el inconmesurable esfuerzo de escuchar todo su discurso he llegado la conclusión de que Mariano Rajoy no quiere ser presidente del Gobierno y en su fuero interno prefiere unas nuevas elecciones. No si para ello tiene  que depender de los votos de otros partidos como es el caso. Se le ha notado demasiado esta tarde la desgana con la que ha asumido el encargo del rey y ha dejado patente que lo suyo  no es  la negociación y el acuerdo, que fuera de la mayoría absoluta en la que tan a sus anchas se maneja se siente desvalido y abandonado a su suerte, en manos de gente extraña que quiere imponerle ideas y medidas  con las que no comulga. Tal vez esa sea una de las razones por las que la bancada popular aplaudía tanto esta tarde a su líder, para darle los ánimos que él mismo es incapaz de encontrar. 

Su discurso de investidura de esta tarde ha batido todos los récords de lo plano, soso y plúmbeo que cabía esperar de un campeón del aburrimiento oratorio como el candidato popular. Bien contados, con 5 minutos hubieran bastado para el desganado apoyo que pidió a la cámara y para desgranar cuatro promesas vacías de contenido concreto. El resto del tiempo, hasta una hora y cuarto, lo ha empleado en contarnos la necesidad perentoria y de perogrullo de que haya gobierno, en volver a agitar la herencia recibida hace casi 5 años y en autoalabarse por lo bien que lo ha hecho como presidente y de los males que  nos ha librado durante el tiempo que ha tenido la posibilidad de gobernar sin que nadie la llevara la contraria.


Su perorata de esta tarde ha estado mucho más cerca de un discurso sobre el estado de la nación que de una petición de confianza para ser presidente del Gobierno de este país. Ni una brizna de entusiasmo y de emoción han reflejado  sus palabras,  ni una pizca de alegría contagiosa ni un soplo de ilusión que lleve a los ciudadanos a desear que Rajoy reciba  el apoyo de la mayoría del Congreso. Así, apenas si mencionó el pacto con Ciudadanos que costó una semana cerrar, dando la sensación de que las cuatro promesas que sacó a relucir se le ocurrieron a él o a su partido como si aún gozara de la añorada mayoría absoluta. Sobre asuntos clave como la corrupción que salpica principalmente a su partido pasó de puntillas y apenas si llegó a 2 minutos el tiempo que le dedicó. Para completar la idea de que la corrupción no es un problema ni de su partido ni de este país sólo le faltó añadir que  todo es falso salvo algunas cosas que están ahí.  Ignorando el rechazo que ha generado la LOMCE, ofreció un pacto educativo más retórico que concreto y sólo al final de su cansina intervención elevó algo  el tono para arremeter contra el soberanismo catalán pero sin ofrecer absolutamente nada nuevo.

 No creo, como piensan algunos, que la abulia política  con la que Rajoy se ha presentado hoy ante la cámara se deba a que se está reservando para los cara a cara de mañana con los portavoces de los grupos parlamentarios. Los que así opinan no deberían buscar un Rajoy ideal que no existe, él es así de plano y soporifero hasta en los momentos supuestamente históricos como el de hoy. Tan narcotizante y apático ha sido su discurso que ni siquiera ha hecho el más mínimo esfuerzo por atraerse a su causa al principal partido de la oposición, al que más bien ha regañado por no postrarse de hinojos a sus plantas y apoyarle sin condiciones; ni una oferta de diálogo, ni una invitación a que proponga asuntos sobre los que sea posible alcanzar algún tipo de acuerdo ha salido de los labios de Rajoy esta tarde por lo que al PSOE se refiere.

Francamente, Rajoy no ha hecho nada esta tarde para merecer el apoyo de la mayoría de la cámara por activa o al menos por pasiva y de paso ha liberado a Sánchez de cualquier tipo de presión para conseguir la abstención del PSOE. Todo lo cual me ratifica en mi idea inicial: a Rajoy sólo le entusiasmaría ser presidente si volvieran los tiempos de las mayorías aplastantes. Por eso conviene no descartar que detrás de este teatrillo de la investidura esté la tentación de forzar unas terceras elecciones y probar a ver si suena la flauta de la mayoría absoluta. 

Otra y nos vamos

A pesar de la breve ausencia no supongan que he estado completamente ocioso. Esperaba, antes de bajar unos días la persiana de este blog, que pudiera llevarme al teclado alguna novedad interesante respecto a la formación de gobierno. Por mucho que he esperado no ha podido ser y miren que Rajoy ni siquiera se ha ido de vacaciones: ahí sigue, disfrutando del aire acondicionado de La Moncloa y esperando que Pedro Sánchez toque en la puerta y le entregue la abstención envuelta en papel de seda. 

Pero Sánchez, que para no ser menos y demostrar también su sentido de Estado tampoco se ha ido de vacaciones, sigue sin estar por la labor, es decir, sigue siendo un hueso duro de roer para Rajoy. Y de Rivera ni les cuento, que continúa el hombre intentando sin el más mínimo éxito arbitrar un partido que los principales contendientes se niegan en redondo a jugar. 

Es muy probable que cuando vuelva a subir la persiana dentro de un par de semanas las cosas no hayan mejorado de manera significativa. En realidad es mucho más probable que hayan empeorado porque, a cada día que pasa en esta situación, los problemas a los que debió haberse atendido hace meses puede que ya tengan consecuencias irreversibles.

Al menos bajo la persiana con el alivio de conocer que el incendio en La Palma ha sido metido en vereda después de varios días de denodados esfuerzos por tierra y aire de centenares de trabajadores - que no operarios -, uno de los cuales se dejó incluso la vida en la tarea. El desastre ambiental es mayúsculo y el daño en los bienes será también cuantioso. Se escuchan ya voces hablando de ayudas y subvenciones para los afectados y está bien que así sea, siempre y cuando se cumpla alguna vez que tales aportaciones se entreguen en tiempo y forma; carecen de todo sentido si su entrega se demora durante años como ha pasado en muchas otras ocasiones similares.

Del mismo modo, también carece de todo efecto ejemplarizante y reparador desde el punto de vista de la Justicia que la sentencia que debe recaer sobre el autor confeso del incendio se posponga hasta las calendas griegas como ocurre con el incendio de hace nueve años en Gran Canaria. 

En realidad, si uno lo piensa un poco, tanto la incapacidad de los partidos políticos españoles para formar gobierno como la cansina frecuencia con la que se repiten desastres naturales como el de La Palma, hasta el punto de que terminan concibiéndose como maldiciones bíblicas inevitables, nos remiten al mismo problema de raíz: la tendencia política a enredar sobre cuestiones que, a ojos de la mayoría de los ciudadanos de a pie, sólo requieren verdadera voluntad para resolver los problemas planteados en lugar de crear otros nuevos en donde no había ninguno.

En eso pensaba seguramente Woody Allen con la frase que me sirve hoy para echar el cierre temporal al blog y con la que les dejo reflexionando hasta la próxima vuelta...


"La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema".  




Con La Palma

¿Qué se puede decir o escribir que no se haya dicho o escrito ya sobre los incendios, su prevención en épocas de calores extremos como la actual y el comportamiento irresponsable de quienes, pasándose todo eso por el arco del triunfo, enciende un fuego en el monte? Es difícil reflexionar sobre algo que de analizado y experimentado parece tan evidente que uno no encuentra qué decir cuando vuelve a ocurrir la tragedia.

Le está tocando desde ayer a La Palma, isla que suele sufrir con cierta frecuencia el azote del fuego: cuando no es porque alguien tiró unos voladores en una fiesta sin importarle que la temperatura a la sombra rebase los 40 grados es porque otro alguien tuvo la ocurrencia de quemar unos rastrojos o unos papeles, como acaba de ocurrir ahora. El caso y la desgracia es que casi siempre suele haber un alguien que por ignorancia o por cálculo criminal arrima la cerilla encendida al pasto reseco y pone a miles de personas en estado de ansiedad y riesgo y a lo que la Naturaleza ha tardado tal vez cientos  de años en crear al borde de la destrucción. 


Las consecuencias más inmediatas del último de estos actos son un trabajador forestal fallecido, casi un millar de personas desalojadas de sus hogares y otras tantas hectáreas de vegetación arrasadas por el fuego. Toca en primer lugar concentrarse en una tarea doble: atender a las personas desalojadas y combatir el fuego con todos los medios al alcance. Una vez atendido lo más urgente es prioritario esclarecer las causas del incendio y hacer recaer sobre el responsable toda la contundencia de la ley. Una ley que también en este tipo de casos es imprescindible que se aplique, además de con rigor, con razonable celeridad. 

Por poner un sólo ejemplo, es social y jurídicamente intolerable que, 9 años después, aún no se haya celebrado la vista oral del juicio contra al autor confeso - subrayo la palabra confeso - del incendio que en el verano de 2007 arrasó más de 20.000 hectáreas en la isla de Gran Canaria. Por no mencionar que buena parte de los afectados aún no ha cobrado las ayudas que a bombo y platillo prometieron los políticos de entonces sobre los rescoldos del fuego aún calientes.  Y como ese se podrían citar otros muchos ejemplos de exasperante lentitud judicial y adminisrativa a la hora de reparar jurídica y económicamente los daños causados. 

Y todo esto sin olvidar la principal premisa para minimizar el riesgo de incendios, esa que siempre se invoca por parte de casi todos pero que cada vez se incumple más: la limpieza de nuestros montes. En gran medida y sin restarle ni un gramo de responsabilidad a la mano del autor material, estos incendios serían mucho menos frecuentes o podrían combatirse con más éxito si se cumpliera algo tan elemental como no permitir que en el suelo del bosque se acumule el combustible que contribuye a hacer de un incendio un desastre natural sin paliativos. 

Esa, junto con la de ayudar a sus dueños a reparar los daños causados por el fuego en los bienes particulares, debería ser también la labor inaplazable para las administraciones públicas implicadas. Confiemos - sin mucha fe, la verdad -  en que de una vez empecemos en esta tierra a cambiar  la cultura política sobre los incendios o sobre las riadas en barrancos atascados por las construcciones, que esa es otra. De momento y a la espera de poder meter el incendio en cintura, sólo cabe expresar la solidaridad con La Palma, con su gente y con todos los que sienten que se les encoge de pena el corazón ante la destrucción inmisericorde que causa el fuego. 

Hoy como ayer

El tipo que traigo hoy a este espacio de citas veraniegas puede que sea el rey de los personajes más citados si de citas políticas hablamos. Da igual que lo que se cita proceda de su caletre, del de cualquier otro o sea cosa dudosa la paternidad de la cita en cuestión. Hablo de sir Winston Churchill, cuyos biógrafos aún se están preguntando de dónde demonios sacó tiempo para escribir todos los tochos de Historia que firmó y aún le sobró para ocupar varios puestos en la administración pública británica, incluido el de Primer Ministro de Su Graciosa Majestad en plena época de "sangre, sudor y lágrimas". 

No contento con todo eso se permitió además escribir unas memorias sobre la II Guerra Mundial de peso equivalente a las enciclopedias que teníamos que sostener de chicos, de rodillas y cara a la pared, cuando nos portábamos mal en la escuela. Por no hablar de los cuadros que también pintaba en sus "ratos libres" y que han corrido mucha peor suerte que sus citas: hoy nadie se acuerdo de ellos. 

Eso sí, los británicos, muy suyos ellos, le dieron la patada a pesar de que la contribución británica con él al mando fue decisiva para vencer a la Alemania de Hitler. Churchill fue todo un personaje, de esos que pasan a la Historia con mayúsculas, aunque no todo en él fue oro reluciente ni mucho menos. Uno de sus episodios más oscuros tuvo lugar en la India, en donde no hizo absolutamente nada para aliviar al menos la hambruna que acabó con la vida de 2,5 millones de personas en Bengala. Su cálculo pareció consistir en que los japoneses, que amenazaban con invadir aquel territorio, se lo encontraran vacío de toda vida y valor. 

Pero volviendo a sus frases redondas, Churchill  dejó para uso apropiado o inapropiado - eso depende de cada citador -  un buen ramillete de pensamientos, uno de los cuales es el elegido para esta sección veraniega. Describe a la perfección la actual situación política española y demuestra que el cortoplacismo y el tacticismo en política son males en gran medida inherentes al sistema democrático en todas las épocas, tanto en la de Churchill como en la de Rajoy (y perdón por la comparación).

"El político se convierte en estadista cuando empieza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones" 




De tronos y de posaderas

La cita veraniega de hoy se la he pedido prestada a un tipo singular para su época al que se le atribuye la paternidad del género del ensayo. Se llamó Michel de Montaigne y fue un señor francés con ascendencia judeoconversa aragonesa por parte de madre. 

Como correspondía a su posición social contaba con castillo señorial y todo, aunque eso no le impidió allá por el siglo XVI retirarse a la torre de su fortaleza para escribir una amplia serie de pequeños artículos que cuatro siglos después siguen plenamente en vigor. Titulados simplemente "Ensayos",  son una excelente compañía para el verano y para cualquier época del año y de la vida. 

Su lema fue "¿Qué sé yo?" o "¿Qué es lo que sé yo?", todo una declaración de principios frente a los ignorantes de entonces y de siempre que alardean de saber todo lo que hay que saber y más y que nunca se permiten la debilidad de la más mínima duda sobre nada de lo humano o lo divino.

Michel de Montaigne, como buen humanista admirador del mundo clásico, fue ante todo un escéptico consumado e incluso contrario a la necesidad de tener que contar con certezas para todo, la religión, la política, etc. Tal vez, si su punto de vista hubiera calado más hondo y echado raíces, el mundo se habría evitado no pocos fanatismos e intolerancias.

De sus muchos ensayos y de sus perspicaces pensamientos se podrían escribir otras tantas reflexiones y hasta nuevos ensayos completos. Hoy les voy a proponer una reflexión corta pero muy jugosa que habla de la humildad que deberían conservar siempre aquellos que se encumbran a lo más alto, sea en la política, en los negocios, el deporte o en cualquier otra actividad  de la vida y ya sea por méritos propios o ajenos. 

"Incluso en el trono más alto, uno se sienta siempre sobre sus propias posaderas" 

Son raros y por eso más dignos de elogio los casos en los que, alcanzada la meta máxima, no hay envanecimiento ni se hincha el pecho de orgullo como un globo; al contrario, en esos pocos casos se mantienen los pies en el suelo porque se es consciente de que el poder y la riqueza como vienen se pueden ir en cualquier momento y de nada se desprende uno con menos dolor que de aquello que ha amado o deseado menos. 


Citas de verano

Con el calor apretando y la situación política en punto muerto (por no decir que va cuesta abajo y sin frenos) ha llegado el momento de tomarse un pequeño respiro en el seguimiento de las andanzas de los prohombres de este país. 

Para no perder el contacto por completo, durante este tiempo me descolgaré de vez en cuando con alguna que otra cita sobre la que reflexionar entre caña y caña. La de hoy está entresacada de un libro magnífico que recomiendo sin reservas. Se titula "La política en tiempos de indignación" y es su autor Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social. La cita sobre la que les invito a reflexionar tiene mucho que ver con la situación de estancamiento político en la que vive España desde las elecciones del 20 de diciembre. 

"La democracia es un sistema basado en la experiencia de que por muy segura que esté la mayoría triunfante conviene tener a mano a la minoría perdedora como un recurso para posibilitar una alternativa en el caso de que, como suele ocurrir, las actuales hegemonías se agoten, las razones se tambaleen y las mayorías establecidas se desgasten"

¡Feliz verano!

Rajoy nos vacila

Era difícil que se superara a sí mismo pero Rajoy lo ha conseguido y ha dado una nueva vuelta de tuerca al más difícil todavía. Cuando todo el mundo especulaba sobre si aceptaría o no el encargo del rey para ir a la investidura e incluso si el rey llegaría a proponerlo a la vista de que ni ha buscado ni tiene apoyos suficientes para lograrla, va don Tancredo y nos regala una de sus fintas preferidas: hacer como que se mueve sin hacerlo ni un milímetro en realidad. Qué otra cosa puede significar esa aceptación del encargo del jefe del Estado condicionándola a conseguir los apoyos necesarios para no sufrir la suerte de Pedro Sánchez en la pasada legislatura. No le importa lo más mínimo hacer como si no existiera una Constitución por la que cuando se acepta el encargo del jefe del Estado es ineludible cumplir con el compromiso se tengan o no apoyos para salir airoso del mismo. 

Sé que doctores tiene el derecho y que no todo el mundo coincide con que el mandato de la Constitución es meridianamente claro en ese asunto.. Ahora bien, sí hay una mayoría de juristas que opina que Rajoy tiene que apechugar con su responsabilidad constitucional y no buscar subterfugios para esquivarla. Más allá de cuestiones jurídicas, otra cosa ha dejado clara Rajoy por si alguien aún tenía alguna duda: no ha movido un dedo para conseguir los apoyos por los que dice desvivirse de boquilla. Lo más que ha hecho ha sido poner sobre la mesa un corta y pega del programa electoral de su partido que el resto de fuerzas políticas no puede menos que considerar insuficiente para sentarse a negociar. Bien es cierto que de pasividad en la brega hay que acusar a todos los partidos políticos, empezando por el PSOE. Si esto fuera una corrida de toros habría que devolverlos sin falta a los corrales. 


Escudándose en que fue el PP el partido que ganó las elecciones, tampoco ha movido ninguno un dedo para ofrecer al menos una abstención a cambio de tres o cuatro grandes asuntos de estado sobre los que fuera posible alcanzar un acuerdo. En lugar de eso se ha perdido un mes precioso en el inmovilismo, en el regate en corto y en el tacticismo más lamentable, mientras los problemas se enquistan y se agravan. Pero aún teniendo el resto de las fuerzas una importante cuota de responsabilidad en la impresentable situación política, es sobre el PP y sobre Rajoy sobre quienes sigue recayendo, ahora más que nunca, la principal responsabilidad de desbloquear la situación, entre otras cosas, porque ganó las elecciones. Y hacerlo, además, cuanto antes, definiendo más pronto que tarde a qué se refiere cuando habla de "un plazo razonable" para buscar esos apoyos.

Rajoy tiene que despejar cualquier duda de que acudirá la investidura  y tiene que establecer un plazo lo más corto posible para intentarlo. No es una opción para Rajoy aprovechar el control sobre la presidencia del Congreso para acomodar la sesión de investidura a su exclusiva conveniencia y no es una opción para la presidenta de la Cámara jugar a favor de los intereses de su propio partido y no de los de todos los ciudadanos. Ana Pastor tiene la obligación de exigir a Rajoy una fecha para la celebración del pleno de investidura, facilitando de este modo que empiecen a caminar los plazos previstos en la Constitución para que se presente otro candidato o para que se convoquen elecciones. Ya no son admisibles ni tolerables más componendas a favor de obra ni más largas ni más ya veremos o no adelantemos acontecimientos, tan del gusto de Rajoy. Son los acontecimientos los que nos están adelantando y arrollando como país - pensiones, presupuestos, recortes, financiación autonómica, etc., etc. -  y es urgente que se ponga fin a esta esperpéntica situación. 

La forma de conducirse de Rajoy demuestra una vez más que sigue creyendo a pies juntillas en las ventajas de su estrategia preferida, que será el tiempo el que terminará dándole la victoria aunque sólo sea por agotamiento de los adversarios. No deberían estos tampoco escudarse en el tancredismo de Rajoy para continuar mano sobre mano a la espera no se sabe muy bien de qué. El bloqueo es ya mucho más grave que en la pasada legislatura porque no ha habido ni hay nada que merezca el nombre de negociaciones y porque el país lleva ya ocho meses sin un gobierno que pueda encargarse de las urgencias que hay sobre la mesa. Para rematar el despropósito de los últimos meses, solo nos faltaba ahora un candidato a la investidura que como hizo Rajoy ayer tarde se permita vacilar a todo un país, término que según una de las acepciones de la RAE significa literalamente  "engañar, tomar el pelo, burlarse o reírse de alguien".   

Echenique: tic-tac, tic-tac

Si te dedicas a tiempo completo a dar lecciones de ética corres un elevado riesgo de que te las terminen dando a ti si no eres consecuente con tus propias prédicas. No puedes ir por el mundo señalando con el dedo a los demás y exigiéndoles que limpien sus casas si tú no has hecho los deberes en la tuya. Quien aplica la doble vara de medir con respecto a la corrupción de los demás frente a la suya o recurre a la ley del embudo que deja la parte estrecha para los demás y se reserva para sí la ancha no merece que se  le preste más atención cuando vuelva a hablar de regeneración y transparencia. 

El secretario de organización de Podemos, Pablo Echenique, ha tenido que reconocer que durante un año tuvo a un trabajador a su servicio sin contrato y sin darle de alta en la Seguridad Social, o sea, en negro azabache total. Lo ha confesado después y no antes de que lo publicara un periódico de Aragón, aunque eso no es lo peor viniendo de alguien capaz de conjugar el verbo dimitir en todos las personas y tiempos salvo en la primera del presente. Lo peor es que ha intentado echarle la culpa al cha - cha - chá: dice el dirigente de Podemos - conocido martillo político de herejes y corruptos - que la culpa es del sistema porque obliga a los dependientes como él a elegir entre pagar la hipoteca o la Seguridad Social de un asistente que le eche una mano en sus tareas cotidiana. 

Dicho de otra manera, que Echenique justifica sin ambages la economía sumergida y que los empleadores  hagan de su capa un sayo con contratos, salarios y cotizaciones a la Seguridad Social alegando circunstancias como la suya u otras que les vengan bien para justificar el incumplimiento de la ley. Sin descontar, por supuesto, que sean también los propios empleados los que en ocasiones rechazan el alta en la Seguridad Social para ahorrarse la cuota y disponer de algo más de liquidez, lo cual tampoco justificaría que el empleador se aviniera al chanchullo.  

Pero ateniéndonos al caso que nos ocupa, me produce perplejidad que el partido que venía a cambiar el mundo en menos de lo que tardó en crearse, acabar con la corrupción y regenerar la vida política, perseguir el fraude fiscal y crujir a los ricos con impuestos siga teniendo como número dos de su jerárquica organización a alguien que no asume la más mínima responsabilidad política cuando es descubierto haciendo algo que de haberlo hecho otro ya le habría supuesto ser crucificado en la plaza mayor.  Rápidamente se ha organizado la autodefensa y en tromba han salido ya algunos dirigentes de Podemos a justificar a su compañero pillado haciendo algo que él mismo reconoce que no estaba bien y que, además, era consciente de ello. 

Carolina Bescansa, la inolvidable diputada del bebé parlamentario con el que arrancó la pasada legislatura, califica de "vergonzante" los ataques a su compañero. Abro aquí un breve paréntesis: según la RAE, "vorgonzante" es ocultar algo por vergüenza. Supongo que Bescansa se refiere a ataques "vergonzosos", es decir, que causan vergüenza. Y cierro paréntesis, que tampoco vamos a exigirles a la gente de Podemos ni al común de los políticos no sólo coherencia entre lo que dicen y lo que hacen sino que encima conozcan el significado de las palabras que emplean. 

No opina lo mismo que Bescansa, sin embargo, Alberto Garzón, la segunda parte contratante de la primera parte en la coalición Unidos Podemos. A su juicio, lo que ha hecho Echenique es una práctica que se debe censurar. De lo que han dicho, por ejemplo, en el PP o en el PSOE ni me voy a ocupar porque ya ustedes se lo pueden imaginar de manera muy cabal. Lo que importa ahora es saber si Echenique va a dar el paso que sigue al de reconocer que metió la pata, que incumplió la ley y que lo hizo completamente  a sabiendas. 

No se trata de atizarle al árbol cuando se tambalea pero hay que recordar que todo eso ocurrió al mismo tiempo que Echenique y los suyos nos aleccionaban sobre el descrédito de la política y sobre la ineludible obligación que tienen de responder con sus cargos aquellos que se aparten del camino recto marcado por la nueva moralidad pública, esa al parecer tan vieja que reza que si lo hago yo es justificable pero si lo hacen otros no tiene perdón de Dios. Tic-tac, Tic-tac.  

Triste país

Triste país el mío: llevamos más de medio año sin gobierno y a casi nadie le importa. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas desvelaba incluso que el raquítico porcentaje de ciudadanos preocupados por la ausencia de gobierno en plenitud de funciones había bajado con respecto al estudio anterior. Pero no es eso lo más triste, con ser muy descorazonador que a la inmensa mayoría de los españoles les deje completamente indiferentes quién y cómo decide sobre sus vidas y sus  haciendas. 

Lo más triste es que el partido llamado a gobernar porque ganó las últimas elecciones mejorando incluso los resultado de las anteriores se sentará en el banquillo de los acusados por destruir deliberadamente pruebas de su presunta financiación irregular. Eso sí que es terrible porque ilustra con claridad que los responsables del partido que nos quiere gobernar, empezando por su presidente, y que tendría todas las bendiciones democráticas para hacerlo, actúa supuestamente con absoluto desprecio por las leyes positivas y por las de la decencia política más elemental. 

Noticias como la del procesamiento de los responsables de borrar a martillazos los ordenadores del PP para presuntamente hacer desaparecer las pruebas de la caja B, no hacen sino emponzoñar más el ambiente político y dar argumentos a quienes defienden que el partido que quiere gobernar y quien lo preside no son dignos de confianza ni apoyo. De este modo, el panorama parece tan agotado y falto de espíritu constructivo que después de un mes desde las elecciones vivimos una situación de bloqueo muy similar a la de la anterior legislatura e incluso más enquistada. En la anterior hubo al menos algún intento de conformar una mayoría parlamentaria y hasta se suscribió un acuerdo de gobierno que, al parecer, ya no tiene ninguna utilidad para nadie. ¡Qué pronto se guardan en un cajón en España por parte de algunos las grandes promesas, los acuerdos transformadores, las reformas inaplazables, la regeneración política, la lealtad a la letra y al espíritu de los compromisos!  

A la vista está que los partidos no fueron sinceros cuando tras las pasadas elecciones prometieron que no se repetiría la situación de bloqueo. Si lo hubieran sido al día siguiente de las elecciones habrían desplegado sus equipos negociadores y a estas alturas habría un gobierno ocupándose de elaborar unos presupuestos para el año que viene, negociando con todos los partidos, con los sindicatos y con los empresarios cómo garantizar el futuro de las pensiones, presionando en Bruselas, en París y en Berlín para que la sanción por déficit excesivo quede en apenas tirón de orejas. 

Habría un gobierno  buscando un verdadero pacto de estado por la educación, sentando las bases para mejorar la financiación autonómica y abordando una verdadera reforma fiscal que acabe con los parches electorales tan del gusto de Montoro. En pocas palabras, habría un gobierno discutiendo con todos y buscando acuerdos con todos sobre lo que debe hacerse y cómo debe hacerse. Puede sonar a utópico o ingenuo pero cada vez detesto más el politiqueo tacticista y cortoplacista y echo más en falta una verdadera voluntad política de acordar para avanzar. Es frustrante ver en qué ha derivado la política en un país que hace 40 años, cuando apenas empezaba a salir del largo túnel de la dictadura, fue capaz de acordar una Constitución democrática que obligó a todos a dejar a un lado principios preciosos. Hoy, en cambio, no sólo no es capaz de conformar un gobierno sino de ponerse acuerdo para nombrar a un presidente. 

Todos, sin excepción, se agarran a sus programas electorales, nadie parece dispuesto a renunciar ni a una coma para propiciar el acuerdo por por poco importante que parezca. A lo mejor esa es la clave, que el avance sea lento, pasito a pasito, y no el vuelco "revolucionario" que preconizan quienes llegaron ayer a la escena política y han tenido que aprender en carne propia que el maximalismo y el intento de imponer de inmediato tus principios como si fueran los únicos válidos y verdadero te pueden llevar a un largo ostracismo en la oposición. En la actual situación y con las actitudes que estos días muestran unos y otros, no solo no avanzamos sino que en el mejor de los casos nos estancamos y en el peor retrocedemos: pasa el tiempo y los problemas se agravan sin que nadie los atiende ni se enfrenta a ellos. 

Y a nadie parece importarle lo más mínimo tal cosa o tal vez nadie quiere asumir que presentarse a unas elecciones no es un pasatiempo bien remunerado sino una responsabilidad con los ciudadanos y con la solución de sus problemas por la vía de buscar lo que une o acerca en lugar de anteponer lo que separa o aleja. No pueden los representantes políticos no ser conscientes  de que los españoles hemos votado con ese fin y no actuar en consecuencia. En resumen, triste país aquel en el que, como en España, los representantes políticos abdican sus responsabilidades en aras de intereses coyunturales y en el que los ciudadanos hemos abdicado a su vez de nuestra obligación cívica y permitimos que los corruptos sigan utilizando el término regenerarse en vano.

Mi consejo para el rey

No seré yo menos y no renunciaré a aconsejar al rey sobre lo que debe hacer en esta churrigueresca situación política que nos regalan los partidos sin que hayamos hecho nada para merecerla. Si los recién llegados al escenario se creen con el derecho de indicarle al Jefe del Estado lo que debe pedir a otros actores con más callos políticos, no sé porque no iba a tener yo el mismo derecho a hacer otro tanto. No le voy a pedir que sugiera a nadie que vote en un sentido o en otro o que se abstenga en una eventual sesión de investidura que nos saque de este valle de incertidumbres por el que caminamos desde hace meses. 

Solo me voy a permitir recomendarle que llame a los partidos políticos ahora mismo y desconvoque de inmediato el besamanos anunciado para mañana, pasado y el otro en el Palacio de la Zarzuela. Puede dedicar ese tiempo que le quedaría libre de compromisos políticos a lo que quiera, en eso no entro ni salgo: rellenar crucigramas, leer el Marca, ver House of Cards, bañarse en la piscina de palacio o dormir la siesta, lo que a su soberana majestad le apetezca más. Eso sí, se lo pido por favor, ahorre a los españoles y ahorre para usted mismo un montón de tiempo perdido en vano, un montón de vacías ruedas de prensa sin nada sustancial que decir, un montón de nuevas cábalas y lecturas entre líneas para llenar tertulias, columna y telediarios y más frustración política de la que empezamos a ser capaces de soportar. 


Lo sabe perfectamente y lo sabemos todos los españoles: salvo milagro mariano, de este teatrillo que mañana va a iniciar Usted en La Zarzuela no va a salir un candidato a la investidura como presidente del gobierno. Cada día está más claro que quienes pueden desatascar la situación prefieren alargar el esperpento a la espera de que sean otros quienes se muevan de sus posiciones numantinas. Nadie da su brazo a torcer, nadie se baja del burro, nadie enseña sus cartas, nadie pone sobre la mesa - que se sepa - nada que se parezca a una propuesta de acuerdo. Y así, ya me dirá Usted qué sentido tienen lo que va a producirse a partir de mañana. 

Todos volverán a mirar al tendido y a silbar y se verá Usted en la tesitura de proponer a alguien que ya parece estar pensando en  hacerle el mismo feo que le hizo en la pasada legislatura, lo que le volvería a dejar compuesto y sin candidato que proponer al Congreso. Es verdad que podría también no proponer a nadie si después de escuchar lo que le diga cada uno llega a la conclusión el jueves de que proponer por proponer es bobería si no hay quien reúna apoyos suficientes para ser investido. Pero, fíjese lo que le digo, ni a tanto llegaría yo. Desconvocaría inmediatamente lo del besamanos y lo volvería a convocar para dentro de una o dos semanas con la esperanza de que al jorobarles bien las vacaciones serán capaces de recapacitar y entrar en razón. 

Eso sí, para entonces les exigiría que acudieran con los deberes hechos, sin borrones ni tachaduras so castigo de no volver más por la Zarzuela a hacerle perder su valioso tiempo y a sacar de quicio a los hastiados ciudadanos de este país. Y debería de advertirles sobre todo de que se están jugando su continuidad en el partido por evidente pasividad en la brega. Aunque si le soy sincero, dudo de que aún así cambien de actitud y muestren de una vez un poco de respeto para con los ciudadanos y sus problemas de los que ya llevan demasiado tiempo inhibiéndose como si no fueran con ellos y como si no hubieran sido elegidos para buscarles solución entre todos. 

Por eso, me reafirmo en lo que escribí hace unos días y le pido con todo respeto que si tiene a bien desconvocar el paseíllo político de mañana les traslade también este mensaje: o alcanzan un acuerdo cuanto antes - es indignante que un mes después de las elecciones aún estemos en esta situación - o habrán quedado completamente deslegitimados para volvernos a pedir que votemos por ellos.  

Trump aterra

Como la cansina cotidianidad política en la 13 Rúe del Percebe nacional apenas daría para un par de líneas y no quisiera ser yo tan escueto, me ha dado hoy por fijarme en lo que pasa estos días en Estados Unidos. Puede que haya sido su dorado pelo al viento esta vez colocado en su sitio, el mohín impaciente, los ojos entrecerrados y el dedo acusador. En efecto, hablo de él, del showman de la televisión sobre el que los siempre perspicaces y corrosivos Simpson ya vaticinaron en 2000 que algún día pisaría el despacho oval de la Casa Blanca.

Aún no lo ha conseguido pero acaba de dar un paso de gigante en esa dirección al ser nominado por la convención republicana. Eso es lo que me da miedo de alguien que vocifera como un energúmeno sobre el terrorismo yihadista o sobre la obsesión del muro que se le ha metido en la cabeza levantar en la frontera entre su país y México. Pienso para mi que alguien que tiene que gritar y gesticular de ese modo para exponer sus ideas - vamos a llamarlas así por conveniencia y economía  - es que o no las tiene todas consigo o es un fanático del que sería conveniente alejarse lo más posible. Cuando este personaje salido literalmente de un reality show titulado "El Aprendiz" anunció que lucharía por la nominación republicana a la Casa Blanca pensé que no llegaría muy lejos en sus aspiraciones y que pronto se le opondría alguien que le obligaría a volverse por donde había venido. Me equivoqué, varios se le opusieron y todos terminaron arrojando la toalla más pronto o más tarde. No advertí que son precisamente esa aureola de predicador enloquecido y su magistral dominio de los medios lo factores que le ha hecho ganar la candidatura. 


Pero que yo no supiera ver eso no tiene ninguna importancia. Sí la tiene en cambio que los grandes medios norteamericanos, los de referencia, las biblias del periodismo, se lo tomaran a pitorreo cuando en realidad estaban ante un fenómeno mediático de primera magnitud que ninguno de estos gurús periodísticos supo ver. Cuando cubrían sus actos de campaña lo hacían más bien con la idea de que dijera alguna patochada de las suyas, de que insultara a alguna periodista o a los hispanos o a los afroamericanos o a las musulmanes. Era carne de televisión, de redes sociales y de grandes titulares y eso vendía periódicos, incrementaba las audiencias y convertía en virales sus disparatadas declaraciones y las reacciones de sus seguidores y de sus detractores. Un gran circo mediático que los sesudos analistas norteamericanos ignoraron alegremente mientras el dueño del circo acumulaba seguidores entre la América más profunda, conservadora y patriotera y ganaba nominaciones en un estado tras otro. 

Ahora sólo cabe contener la respiración y aguardar a lo que ocurra en las elecciones presidenciales de noviembre. Serán unas elecciones inéditas en Estados Unidos porque serán las primeras en las que una mujer aspira a la Casa Blanca y un magnate de discurso xenófobo, beligerante y unilateralista represente a la derecha tradicional del país. No me calentaría ni mucho ni poco lo que se decida en esa contienda electoral si no fuera porque esa decisión puede tener unas repercusiones u otras en millones de personas más allá de las fronteras de Estados Unidos. Dicen ahora algunos analistas que a la estrella de la tele no le quedará más remedio que moderar su discurso para atraerse a los indecisos y robarle incluso votos a los demócratas. Puede ser pero la cuestión no es esa, sino cuánto tardaría una vez en el despacho oval en despojarse de la interesada piel de cordero para ser el lobo que a todas luces es y cuyas arengas filonazis tanto terror empiezan a producir.  Ahora ya no hace gracia a quienes antes lo consideraban un payaso sin posibilidades, ahora aterra.   

Pokemanía: se nos va la pinza

Me tomo un respiro en el cotidiano seguimiento de las andanzas políticas en la 13 Rúe del Percebe para ocuparme de la tontuna generalizada que afecta gravemente estos días en todo el mundo a millones de personas, muchas de ella hechas y derechas y con una cabeza - o algo que se le parece mucho - sobre los hombros. A Dios pongo por testigo de que soy de los que piensan que cada cual es libre de utilizar / invertir /malgastar / desperdiciar su tiempo como su caletre le de a entender. Pero eso es una cosa y otra muy distinta es la pandemia global de los machangos de Pokémon Go. Aún no me explico a qué espera la Organización Mundial de la Salud para dar la alerta y encargar una vacuna contra esta enfermiza chifladura.

La empresa que  ha esparcido estos bichos por el mundo se está haciendo de oro gracias a la falta de un par de hervores en las humanas legiones de niños grandes y menos grandes que los persiguen por donde sea menester y a toda costa: parques, carreteras, calles, viviendas privadas y hasta aparcamientos de la Guardia Civil. Nada queda por allanar y pisotear cuando se trata de pescar uno de estos engendros de colorines: se para el tráfico, la gente se da trompazos contra las farolas, cruza las calles sin mirar, conduce más atenta al móvil que a la circulación y un largo listado de bobadas que ya hacen dudar seriamente a los antropólogos y a los filósofos de que la nuestra sea la especie más inteligente que habita este planeta. Cuando en un futuro tal vez no muy lejano se den una vuelta por aquí seres de otras galaxias y descubran a que dedicaban su tiempo los terrícolas, es probable que se den media y vuelta y se vayan por donde vinieron convencidos de que somos completamente irrecuperables para la civilización de la que presumimos ser los reyes. Mientras tanto -y no lo digo con ánimo de aguarles la diversión -  bien harían los pokemaniacos en tener presente que algunas de las cosas que están ocurriendo tienen consecuencias económicas y hasta penales. 


Y no me refiero solo a llenarles los bolsillos a los accionistas de la compañía que ha puesto a medio mundo a hacer el ganso. Hablo de las consecuencias por darse una castaña con el coche contra algo o contra alguien por ir más pendientes de cazar un machango que del tráfico. Por no hablar de cortar la circulación, un comportamiento que en España te pueden suponer de 3 a 5 años de cárcel si te cae encima todo el peso de la Ley Mordaza del señor Fernández Díaz, mucho más aficionado a otros juegos que al de los Pokémon Go, me temo. Pero eso, claro, cómo lo pueden saber quienes dedican su tiempo a perseguir bichos con un móvil en la mano sin atender a nada más. 

Estoy firmemente convencido de que el juego es un factor determinante en el desarrollo de la personalidad de los individuos, pero me preocupa no poco que señoras y señores que ya no volverán a cumplir los 30 o los 40 - por poner una edad indicativa - necesiten aún de este tipo de estímulos para sentirse a gusto y pasarlo bien. No obstante, todo lo daría por bien empleado si estas masas embobadas con la diversión de marras mostraran el mismo entusiasmo ante las grandes causas sociales de este mundo que el que exhiben estos días en calles y plazas de todo el planeta para pasmo del resto. Aunque, a decir verdad, me conformaría con mucho menos, con que no fuera cierto lo que afirman algunos expertos de que la especie humana está evolucionando a la inversa y que en esa retroceso hacia la infancia hemos perdido irremediablemente la pinza que nos mantenía sujeta la cabeza sobre los hombros.   

Acuerdo o puerta

En política, dar cosas por sentado es correr un alto riesgo de quedar desautorizado a las primeras de cambio. Quienes ayer daban por hecho que el cómplice apoyo de los nacionalistas para que el PP y Ciudadanos coparan la mayoría de los puestos de la mesa del Congreso desembocaría en un apoyo pasivo a la investidura de Rajoy, deben andar muy desengañados a esta hora. El PNV ha dicho que no habrá apoyo a Rajoy y CDC ha reconocido que sólo quería contar con grupo propio. El PP, que hasta ayer por la mañana huía de independentistas y soberanistas catalanes como el vampiro de los ajos y culpaba a quienes tuvieran contactos con ellos de ser enemigos declarados de la unidad nacional, ahora saca a relucir la cortesía parlamentaria y anuncia que le hará el gusto a los catalanes. Eso sí, advierte de que sobre soberanismo no hay nada que hablar. Ni por esas ha evitado que Ciudadanos, cuyos votos han hecho presidenta a Ana Pastor, haya advertido seriamente que votará en contra de Rajoy como al candidato del PP le dé ahora por empezar a chamullar en catalán. 

Olvidan Rivera y los suyos que esos mismos votos que ahora parece despreciar han servido para que su partido ocupe dos puestos en la mesa del Congreso a los que por número de escaños no tenían derecho. Sea lo que fuere, después de lo de ayer parece como si hubiéramos entrado de nuevo en estado catatónico y la misma película de enero y febrero estuviera pasando otra vez ante nuestros fatigados ojos: los presidentes de los dos cámaras hablando con el rey, el rey diciendo que ya dirá cuando empezará a hablar con los partidos para proponer un candidato a la investidura, los partidos dando vueltas en círculo y los deberes sin hacer. Ahí tenemos a Bruselas riñendo y amenazando con las siete plagas del déficit un día sí y otro también, los presupuestos del año que viene esperando a que alguien se ocupe de ellos, la hucha de las pensiones menguando a ojos vista - hoy acaba el Gobierno de sacar otros 1.000 millones para pagar a Hacienda - y suma y sigue. Nadie tiene prisa, para qué, si solo llevamos en esta situación un año y medio: empezaron a principios del año pasado haciendo campaña para las andaluzas, luego para las autonómicas, después para las catalanas, más tarde para las generales del 20 de diciembre, a renglón seguido para las del 26 de junio y ahora ¿para las del 27 de noviembre? Quién sabe, a estas alturas no me aventuraría yo a descartar ninguna posibilidad. 

La impresión que produce el panorama es que ninguna de esas urgencias mencionadas parece ser lo suficientemente apremiante como para acelerar la marcha y dejar de arrastrar los pies en la búsqueda de un gobierno. Está a punto de cumplirse un mes desde las elecciones y lo único que ha pasado  durante este tiempo es que se han constituido el Congreso y el Senado y eso porque el plazo lo establece la Constitución; de no ser así tengo mis dudas de que se hubiera iniciado ayer la XII Legislatura. Al golpito, con la mayor pachorra del mundo, el rey se toma ahora unos cuantos días antes de repetir la próxima semana - quién sabe cuándo - el cada vez menos edificante espectáculo de los portavoces políticos pasando por La Zarzuela para decir las habituales naderías de las que ya empezamos a estar más que servidos. Después del remedo de negociaciones de la semana pasada, nada se sabe de nuevas fechas para seguir negociando ni de propuestas de diálogo claras, concretas y precisas por parte de nadie con posibilidad de sacarnos de este marasmo.

Todo sigue consistiendo en procurar desviar la atención mediática, jugar al despiste, hacer política en el peor sentido del término y responsabilizar a los otros de la falta de acuerdo mientras pasa el tiempo. ¿No es como para estar realmente indignados y exigir que acabe de una vez esta nueva ración de postureo y politiqueo que nos están endosando? La casta política de este país - sí, casta, con todas las letras - está dándonos a los ciudadanos una lección de irresponsabilidad que no nos merecemos. Su cortedad de miras, su mirar por lo suyo y no por lo de todos, sus antipatías personales y su falta de generosidad están arrastrando al país a uno de los episodios políticos más decepcionantes de la democracia. Ya vale, ya está bien, hemos tenido más que suficiente y ya sabemos de qué pie cojea cada uno: es hora de una vez de ponerse de acuerdo o de irse a casa. Tal vez si lo hubieran hecho en su momento los que se han dedicado a sestear "porque yo lo valgo" o a trazar líneas rojas otro sería el panorama actual.  

Erdogan y cierra Turquía

El presidente turco parece estos días una furia desatada e incontrolada. En lugar de pedir serenidad y unidad al país y de impulsar una investigación que aclare quién está detrás del golpe de estado del viernes por la noche, ha puesto en marcha una cacería sin precedentes en la administración, la judicatura, los medios de comunicación, las fuerzas armadas y la policía que empieza a resultar harto sospechosa.

A la hora de escribir estas reflexiones son ya más de 20.000 los militares, jueces, policías y otros funcionarios detenidos o expulsados de sus empleos. Sólo en las últimas horas 15.000 funcionarios del ministerio de Educación se han quedado sin empleo. En paralelo, Erdogan y su Gobierno ya hablan sin empacho de reimplantar la pena de muerte, importándoles una higa lo que piensen en Bruselas o en la OTAN. Con esa voz de vicetiple que le sale últimamente a las autoridades comunitarias le han advertido de que un país en el que esté en vigor la pena de muerte no tiene cabida en la Unión Europea.

Pero Erdogan y los suyos se sienten fuertes después de que sus seguidores respondieran en masa a su llamada y se tumbaran delante de los carros de los golpistas para defender con sus vidas al Gobierno y al propio Erdogan. Y saben que, por lo que a la OTAN se refiere, no van Estados Unidos y sus aliados a ponerse exquisitos si en Ankara preside la república que fundó Atatürk un señor al que se le ven con meridiana claridad los costurones del autoritarismo y una evidente deriva hacia posiciones islamistas cada vez menos moderadas. Más poder y menos contestación política es lo que busca en definitiva el presidente turco y no tanto poner ante la justicia a los instigadores del golpe de estado del viernes. 

El propio presidente no tardó en comprar la especie de que el inspirador de la intentona no ha sido otro que el clérigo Fetullah Gülen, exiliado en Estados Unidos, y en su día mentor del propio Erdogan.  De Gülen se dice que tiene un imperio de medios de comunicación en Turquía y una tupida red de seguidores y simpatizantes que sería la que estaría desactivando ahora Erdogan con su purga. Sin eliminar del todo esa explicación, lo cierto es que muchos analistas les cuesta creer que Gülen tenga tanta influencia en unos militares que históricamente se han considerado a sí mismos como los garantes del carácter laico del Estado turco fundado por Atatürk. 

Con su limpieza política y su insistencia ante Estados Unidos para que acepte la petición de extradición de Gülen a Turquía, el presidente turco parece como si quisiera resolver lo ocurrido por la vía rápida y evitar las preguntas incómodas sobre su propia actitud. Una de ellas podría ser por qué no detuvo el golpe si como se ha sabido hoy tuvo conocimiento del mismo tres horas antes de que se produjera y no hizo nada. Todo esto sin olvidar que detrás de la asonada pueda haber otros intereses deseosos de desestabilizar políticamente la zona y suprimir de la escena a un político como Erdogan, especialmente odiado por Siria, por los terroristas del DAESH, por las milicias de Hezbollah y por Irán que las financia. 

Entre las hipotesis que se han puesto sobre la mesa no deberíamos desdeñar del todo por inverosimil o descabellada la del autogolpe como excusa perfecta para acaparar más poder y arrasar con una oposición que en estos momento no está en condiciones de hacer frente a ese vendaval desatado que es Erdogan y su ira política. Cuando se sobreactúa en política con la furia con la que lo está haciendo el presidente turco, lo que se suele perseguir no es tanto sacar a la luz las causas y los responsables de un hecho como el del viernes, sino hacer que unas y otros coincidan exactamente con la versión más conveniente para el poder. 

El primer pacto

Podrá gustar más o menos pero el que hoy han alcanzado el PP y Ciudadanos para conformar la mesa del Congreso de los Diputados que se constituye mañana es lo único tangible después de tres semanas de una nueva y generosa dosis de tacticismo y líneas rojas por parte de todos los actores políticos. El acuerdo por el que el PP ocupará la presidencia de la cámara y dos puestos en la mesa y Ciudadanos se hará con otros dos, otorga al centro derecha el control del gobierno parlamentario y, por tanto, la organización política del hemiciclo o el orden de los asuntos que se incluyen en los plenos, entre otras cuestiones.

Para el PSOE y Podemos quedan otros cuatro puestos que, en principio, sólo les darán a estas dos fuerzas el derecho al pataleo salvo que la formación de Albert Rivera se convierta en una suerte de partido bisagra que abra hacia la derecha y hacia la izquierda en función de las circunstancias y de sus propios intereses estratégicos. La pregunta que muchos se hacen a esta hora es si el acuerdo para la mesa del Congreso tendrá su traslado a una eventual investidura de Mariano Rajoy. Rivera ha vuelto a decir que no cambiará la abstención de sus diputados por un voto a favor de Rajoy "si no hay regeneración". Si eso significa que Rajoy tendría que irse para que Ciudadanos apoyara un gobierno del PP no está claro. De todos modos, el político catalán ya recula en sus planteamientos con más velocidad que antes de las elecciones. Entonces Mariano Rajoy era en sí mismo una línea roja y ahora es ya sólo un mal menor frente al mal mayor que sería tener que repetir las elecciones.Cabe deducir por tanto que la posibilidad de que Ciudadanos termine votando a favor de Rajoy no es del todo descartable. 


Claro que eso no convierte automáticamente al presidente en funciones en presidente con toda la barba: aún contando con el voto de CC sigue sumando menos votos a favor que en contra. Lo que una vez más obliga a poner la vista en el PSOE, que intenta como puede que la cegadora luz del foco mediático y político se centre sobre Rajoy y no sobre Sánchez. De hecho, el líder socialista llevaba varios días oculto a los medios y ha sido hoy cuando ha vuelto a comparecer para reiterar ante los suyos y ante la opinión pública el "no" a Rajoy por lo penal y por lo civil. 



Sánchez dice de nuevo que quiere ser oposición, aspiración digna de encomio y alabanza si al menos hubiera gobierno al que oponerse y por el camino por el que vamos esa opción no es nada segura. El PSOE sólo podrá ser la primera fuerza de la oposición si facilita el gobierno del PP a cambio de que los populares acepten un exigente programa de cambios, reformas y medidas de regeneración política. No haber planteado ya con claridad y precisión esas exigencias con el argumento de que fue el PP el que ganó las elecciones y es a Rajoy a quien le corresponde dar el primer paso de ofrecer acuerdos a cambio de apoyo para su investidura, lleva la situación a un bucle que sólo puede desembocar en unas terceras elecciones. 

Y si si al final fuera eso lo que terminara ocurriendo, sería el PP el que cargaría con la responsabilidad política ante los electores por haberse encastillado en su inmovilismo y en su incapacidad para el diálogo y la negociación. Que la decisión no es fácil para el PSOE no es necesario jurarlo pero es la única salida parta evitar unas nuevas elecciones. Es muy probable que tenga costes electorales pero que no pierdan de vista Sánchez y quienes se oponen a apoyar a Rajoy, aunque sea con la nariz tapada y mirando hacia otro lado, que unas terceras elecciones podrían poner al PP al borde de una mayoría absoluta y entonces habría hecho el PSOE un pan como unas tortas. 

Lo cierto es que, en estos momentos, con el PP todavía creyendo que tiene mayoría absoluta y que nada tiene que ofrecer a nadie salvo su propio programa electoral y con el PSOE despreciando la oportunidad de poner a prueba la cintura política de Rajoy en la mesa negociadora y durante el tiempo que dure la nueva legislatura, no quedará más salida que volver a apelar a las urnas. Ahora bien, de ese escenario que cada día que pasa sin acuerdo se perfila con mayor claridad tienen que ser expulsados  aquellos que por tacticismo electoral, cortedad  de miras e incluso interés personal van camino de consumar el que puede ser uno de los mayores fracasos de la democracia en este país.  

Niza: no pasarán


¿Y qué puedo decir de lo ocurrido anoche en Niza que no se haya dicho o escrito ya? Podría escribir un emotivo artículo sobre las vidas cegadas de manera irracional y sobre los ciudadanos pacíficos arrollados por un fanático guiando un camión; me podría extender varios párrafos en una sesuda argumentación del cómo, el por qué y el qué pasará ahora; o podría hacer un alegato iracundo contra la barbarie terrorista o contra la desastrosa intervención occidental en Oriente Medio o contra la incapacidad de gobiernos como el francés para integrar a sus ciudadanos de ascendencia árabe y religión musulmana. Podría acusar a Bush, a Blair y a Aznar de haber convertido a Irak en un semillero inagotable de terroristas; podría arremeter contra Rusia por apuntalar en el poder al presidente sirio mientras el país se desangra en una interminable guerra civil que expulsa a sus ciudadanos a la diáspora o a la muerte intentando llegar a Europa. 

Me podría extender en consideraciones sobre los riesgos de una dinámica basada en responder con bombas a las bombas o sobre la falta de voluntad para que los países intercambien información que permita prevenir y evitar barbaries como la de anoche en Niza. Diría que es imprescindible pero tendría que reconocer también que ningún servicio de inteligencia del mundo - ni el KGB en sus mejores tiempo - puede detectar lo que pasa por la cabeza de un lobo solitario que se ha radicalizado en la red y que quiere dar ejemplo al mundo y ganar la palma del martirio matándose después de llevarse por delante la vida de cuantos más infieles mejor. 

Todas esas cosas y muchas más podría escribir hoy; también podría colgar en mi muro de Facebook una bandera francesa con un crespón negro y decir que "todos somos franceses" o que "todos somos Niza". Podría decir que el terrorismo ataca deliberadamente por su significado político los grandes valores occidentales enarbolados por la Revolución Francesa un 14 de julio de 1789 con la toma de La Bastilla: libertad, igualdad y fraternidad. Haría un alegato inapelable sobre la superioridad moral de esos principios universales frente al fanatismo brutal y la irracionalidad de las interpretaciones religiosas llevadas al paroxismo más absoluto y asesino. 

Muchas cosas más podría escribir sobre lo ocurrido anoche en Niza pero dudo de que nada de lo que escribiera me convenciera a mi mismo o me tranquilizara demasiado. Creo que seguiría teniendo la misma sensación, mezcla de desasosiego, ira, dolor, tristeza e impotencia. Por eso no quiero escribir nada de eso, nada de lo que se ha escrito una y cien veces después de cada salvajada como la de anoche en una suerte de bucle interminable e inútil. Otros lo escribirán por mi o lo habrán hecho ya a estas horas. Puede que ese sea el objetivo de este terrorismo brutal, dejarnos en estado catatónico y sin posibilidad de pensar ni razonar. Pero lo siento, no me atrevo a sugerir qué se puede hacer, si política de tierra quemada contra el ISIS, si vigilancia y control mucho más férreo sobre quiénes se sospeche de veleidades terroristas aunque nos cueste más vigilancia y menos libertad, si mano dura con quienes no se han querido integrar en la sociedad occidental o mayores esfuerzos para que lo hagan. No sé, no tengo ninguna seguridad de que esas sean las medidas más convenientes o si habría que pensar en otras. 

Admito que no es muy optimista mi posición pero racionalmente hablando lo ocurrido anoche en Niza sólo merece repudio, asco y condena. Y, por supuesto, solidaridad y apoyo para con las víctimas, para con sus familias y para con los ciudadanos de un país golpeado de nuevo cuando más puede doler y en donde más daño puede hacer, en una de sus principales ciudades turísticas. Y el convencimiento - de eso sí que no tengo duda alguna - de que nunca jamás triunfarán los que quieren acabar con las sociedades democráticas en las que, a pesar del tiempo transcurrido y de lo descoloridos que luzcan en la actualidad, siguen alumbrando con luz propia los viejos principios revolucionarios de la libertad, la igualdad y la fraternidad con los que los fanáticos como el de Niza sueñan con acabar. Lo que sí puedo decir de Niza y de lo ocurrido allí anoche es que no pasarán. 

Apadrina un banco

En las relucientes salas en las que se reúnen los consejos de administración de los grandes bancos aún hay restos de la fiesta de ayer, confetis, botellas de champán vacías y colillas de puros de marca. El jolgorio estaba más que justificado si alguien como el abogado general de la UE, suerte de fiscal general, dice que no tienes que devolverles a los clientes el dinero que les has cobrado de más con el truco de las abusivas cláusulas suelo de sus hipotecas. Del chupinazo se han ahorrado los bancos españoles entre 5.000 y 7.000 millones  de euros, un dineral para pagar no sólo muchas y lujosas fiestas sino jugosas primas y pensiones de jubilación a sus directivos. 

El informe de este amigo de los bancos que se hace pasar en sus ratos libres por abogado general de los intereses de los ciudadanos comunitarios, tiene alguna que otra frase digna de figurar en los libros de leyes en lugar bien destacado. Me quedaré sólo con la que dice  - aproximadamente - que obligar a los bancos a devolver a sus clientes todo el dinero que les han sacado de más desde que firmaron la hipoteca con cláusula suelo, tendría efectos perniciosos en la "macroeconomía". Dicho en cristiano, tendríamos que volver a poner dinero de nuestro bolsillo para que no se hundan, como ya pasó en el rescate bancario que Mariano Rajoy se niega a decir que fue rescate y sí generoso préstamo a bajo interés y sin cláusula suelo.


Este amigo de los bancos que es el abogado general de la Unión Europea sigue a pies juntillas los pasos del Tribunal Supremo español. Esta alta magistratura patria sentenció en 2013 que las cláusulas suelo son abusivas porque impiden trasladar a la cuota mensual de la hipoteca la posible bajada de los tipos de interés. Sin embargo, tan alto tribunal precisó que los bancos sólo tendrían que devolver el dinero cobrado a partir de esta sentencia y no desde el momento en el que se firmó la hipoteca. Sentó así la churrigueresca jurisprudencia de que una cláusula puede ser abusiva durante un tiempo y dejar de serlo durante otro o que lo que es abusivo hoy ya no lo es mañana. El elemental principio jurídico de que si la cláusula de un contrato es abusiva debe declararse nula desde el minuto uno y por tanto dejar de aplicarse, saltó hecho añicos por los aires a mayor gloria bancaria. Vino a decir también el Supremo que imponer la devolución retraoactiva de las cantidades de más mangadas por los bancos a sus hipotecados clientes implicaba riesgos para el sistema económicos. Y se fumó un puro.

Entre el Supremo y el abogado general de la banca, los ciudadanos de este país y de esta Unión Europea de cartón piedra hemos sacado la conclusión de que nuestros derechos como usuarios y consumidores tienen un límite muy claro: el sagrado interés de los bancos. Así que de topar con la Iglesia hemos pasado a hacerlo con los bancos, el gran y auténtico poder fáctico de estos tiempos. Si les va mal vendrá el gobierno de turno a por nuestro dinero para inyectarles pasta en vena y cuando nos roban a manos llenas lo hacen para que el sistema económico no pete. No deberíamos quejarnos tanto y agradecerles que estén ahí velando día y noche por nuestro bienestar, así que sugiero que quienquiera que dijera aquello de que la banca nunca pierde tenga busto a la puerta de cada sucursal bancaria de este país. 

Esta sarta de decisiones jurídicos tomadas a beneficio del poderoso caballero don Dinero sólo la puede corregir ya el Tribunal de Justicia de la Unión Europea cuando dicte sentencia dentro de unos meses. Ocurre que, por regla general, el fallo tiene muy en cuenta lo que dice en su informe nuestra viejo amigo el abogado general de la banca, así que mejor no hacerse muchas ilusiones. Si por ventura le diera un aire a los jueces y por una vez en la historia  la decisión fuera contraria a los intereses bancarios, propongo lanzar una campaña de apadrinamiento para que ningún banco se quede sin protección y la macroeconomía no se vaya a hacer puñetas. No deberíamos ser vengativos sino mostrar generosidad y agradecimiento a los que tanto se desvelan por nosotros.     

Rajoy amaga con otra espantada

Convoco a los marianólogos de guardia para que a la mayor celeridad interpreten este nuevo pasaje antológico del líder: "si yo tuviera la seguridad de que fuera imposible que se me eligiera, yo abriría un periodo de reflexión y plantearía: ¿qué salida le vamos a dar a esto?".  Ahí es nada la dificultad de desentrañar el intríngulis de la frase de marras. Leída así a la carrera sugiere que Rajoy, a la vista de que no consigue hacer muchos amigos para que le dejen seguir siendo presidente, está calibrando la posibilidad de volver a decirle nones al rey si  este le llega a pedir que suba a la tribuna de oradores a defender su investidura. 

Al menos eso es lo que se supone que debe de ocurrir por cuanto es Rajoy el más votado, como él mismo y su gente no se cansan de repetir desde por la mañana a la noche. A la espera de que los expertos en el pensamiento mariano den su parecer, entiendo que Rajoy está buscando también meterle más presión al PSOE para que caiga sobre Pedro Sánchez todo el peso de la responsabilidad por tener que ir a unas terceras elecciones generales en un año. Ocurre, sin embargo, que a Sánchez le ha quitado hoy un gran peso de encima Albert Rivera tras anunciar que Ciudadanos se abstendrá en la segunda votación para que Rajoy sea presidente. Y es que el pacto que se puso sobre la mesa desde la noche electoral pasaba porque los 32 diputados de Ciudadanos se sumaran a los 137 del PP más los 5 del PNV y el de CC. 

Ahora esas cuentas se descuadran y Rajoy sólo puede contar a estas alturas  del cuento con el único y solitario voto de CC, y no es aún completamente seguro. Magro resultado para formar gobierno cuando han pasado ya más de dos semanas desde las elecciones. Y menos mal que Rajoy tiene prisa para que haya gobierno cuanto antes, algo en lo que no le falta razón dado el panorama que tenemos por delante. De no haber urgencia lo podríamos dejar perfectamente para después de verano, que hace mucho calor estos días, o ya puestos para después de Navidad. 

Lo que ocurre es que, desmintiendo la imagen proactiva de los primeros momentos tras las elecciones, el presidente en funciones ha vuelto a desplegar la misma estrategia inmovilista de la pasada legislatura: sentarse en La Moncloa a esperar que el resto de partidos se inclinen a adorarle y apoyarle sin condiciones sólo porque fue el que ganó las elecciones. Se ha vuelto a olvidar Rajoy de que no tiene mayoría absoluta y si quiere seguir siendo el presidente tendrá que ganarse el puesto a pulso ofreciendo a sus potenciales socios algo que estos puedan asumir ante sus electores. 

Lejos de eso, ha seguido Rajoy manoseando ese documento de medio centenar de páginas con cinco grandes pactos vagos que usó sin éxito en la pasada legislatura. Nadie le compra sus papeles porque carecen de concreción y porque no son creíbles sus intenciones ni sus promesas. Incapaz de negociar y ceder después de cuatro años de mayoría absoluta, Rajoy aspira de nuevo a un cheque en blanco, en especial si va firmado por Pedro Sánchez. 

Pero el líder socialista resiste la presión y reitera que no habrá abstención para que Rajoy gobierne, si bien matiza con un "a día de hoy" que en este caso deberán desentrañar cuanto antes los pedrólogos de guardia. No es mi caso pero se me antoja que lo que dice Sánchez es similar a lo de "abstención, de entrada no". De salida ya veremos si se apoya a Rajoy o se busca otra alternativa de gobierno como pide desconsolado Pablo Iglesias mientras llora sobre la leche derramada. Sólo que esta otra opción está cercana a la utopía y no están los tiempos ni los actores de este psicodrama para tales alardes de virtuosismo político.

Y me temo que no hay más alternativas de las que agarrarse para evitar otro fracaso y una situación política esperpéntica.  Signifiquen las crípticas frases de Rajoy y de Sánchez lo que signifiquen, a día de hoy lo único cierto es que no hay visos de que esto lo pueda arreglar el médico chino y no sé yo si, a la vista de la experiencia reciente, servirían de mucho unas terceras elecciones salvo para que el PP recupere la mayoría absoluta. Dicho de otro modo, si hay que votar se vota, aunque a este paso van a ser los propios responsables políticos los que terminen convirtiendo el derecho al voto en algo vacío de contenido y efectos políticos si no son capaces de interpretar el mandato de las urnas y de actuar en consecuencia.  Y en eso, el que gana unas elecciones debe asumir la responsabilidad de intentar gobernar buscando con ese fin los apoyos necesarios y no esperando de forma pasiva a que se los ofrezcan en bandeja de plata y sin pedir nada a cambio.  

De toros y de asnos

Vaya por delante, pero muy por delante, que detesto las corridas de toros. Jamás las he soportado, nunca le he encontrado sentido ni encanto a un espectáculo sangriento en donde la lucha entre la bestia y el hombre se decide (casi) siempre en favor del segundo. Ni que decir tiene que considero el colmo de la caspa y de lo cutre calificar como fiesta nacional este vergonzoso martirio de un animal, si es que lo de nacional tiene algún sentido claro a estas alturas de la historia. 

Ni me vale que me intenten convencer de su relevancia cultural con cuentos seudoantropológicos sobre la tradición y el significado totémico del morlaco. Tradicionales fueron también las hogueras de la Inquisición, el derecho de pernada y el tráfico de esclavos y no por eso teníamos la obligación de conservar tales prácticas. Lo del valor cultural de las corridas de toros me suena a mera excusa para darles una cierta pátina respetable y académica a lo que, desde mi punto de vista, es un manifiesto maltrato de un ser vivo con resultado de muerte y acompañamiento de banda de música. 

Todo lo anterior no es impedimento para que me parezca asquerosa, repugnante y digna de persecución judicial la campaña que un buen número de descerebrados ha puesto en marcha en las redes sociales no contra los toros, sino contra el torero Víctor Barrio, fallecido a raíz de una cogida, y su familia. Bien han hecho algunas formaciones autodenominadas animalistas en desmarcarse de semejantes bestias pardas. No reproduciré ninguna de las frases de juzgado de guardia que han colgado en las redes sociales, primero porque no me da la gana hacerles el juego y segundo porque son fáciles de encontrar si alguien tiene interés en comprobar el nivel intelectual de estos asnos. 

Sólo diré que las más moderadas no esconden su alegría por la muerte de Víctor Barrio y desean a otros toreros que corran la misma suerte.  Si estos primates razonaran sólo un poquito podrían haber llegado sin mucho esfuerzo a la conclusión de que la vida de un ser humano y de un animal no son equiparables desde ningún punto de vista y por tanto es un disparate ponerlas al mismo nivel. Disparate que en buena parte proviene del extraño convencimiento de muchos de que los animales tienen derechos, otro sinsentido que añadir a los que rodean el mundo de los toros en particular y el del maltrato animal en general. 

Los derechos son algo que se ejercen por uno mismo y no veo cómo puede hacer tal cosa un toro o cualquier otro animal. Cosa bien distinta es que los seres humanos tengamos deberes para con los animales, por ejemplo, el de alimentarlos, cuidarlos, no abandonarlos y no causarles dolor ni daño de manera gratuita como ocurre con las corridas de toros, las peleas de gallos o las de perros. 

La policía y la fiscalía investigan ya lo que sin duda es una evidente incitación al odio y confío en que tanto los cobardes anónimos que se ocultan detrás de nombres ficticios para sembrar su mala baba como aquellos que van a pecho descubierto terminen con sus huesos en una cárcel o pagando sanciones ejemplarizantes. No cabe aquí apelar a la libertad de expresión cuando la misma se ha empleado para fomentar el odio, la amenaza y el desprecio por quienes no piensan o actúan como nosotros. Hay una y mil formas de oponerse democráticamente a las corridas de toros y ninguna de ellas es el insulto y la vejación. Quienes así han actuado se retratan a sí mismos como estúpidos monos de feria y hacen un flaquísimo favor al movimiento antitaurino, al que se culpará en su conjunto de las sandeces que estos babuinos han escrito en las redes. Es a ellos a quienes tiene que empitonar bien el toro, pero el de la Justicia.