Insolidarias amas de casa

¿Cómo no habíamos caído antes? ¿Cómo es posible que el Gobierno lleve años ocultándonos la verdadera razón por la que no baja el paro como todos deseamos en este país? Es indignante, con lo sencillo que era dar con la tecla que explicara el drama del desempleo en España. Menos mal que quedan próceres siempre dispuestos a echar una mano para sacarnos de la ignorancia. La clave del azote del paro no hay que buscarla en que las empresas despidan a precios de saldo y no contraten si no es con condiciones leoninas. El asunto es mucho más sencillo: la culpa la tienen las amas de casa. Y punto pelota. Ahora sí hemos visto la luz al final del túnel y podemos hablar de brotes verdes. 

Gracias al presidente de la patronal patria, Joan Rosell, ahora sabemos sin ningún género de dudas dónde están los males del empleo en España: en las malvadas amas de casa que han dejado la lavadora puesta y los cacharros sin fregar y han acudido en tropel a inscribirse en las listas del desempleo. Cerca de dos millones lo han hecho, según las esotéricas cifras del gran Rosell, que después de soltar la bomba de la semana se ratificó en ella al día siguiente sin movérsele un pelo de su bien cuidada cabellera. 

¿Y con qué fin – se preguntarán ustedes – han acudido tantas señoras desocupadas a hacer cola en las oficinas de empleo a inscribirse en las listas de demandantes de trabajo? Pues muy sencillo, que para que nos lo aclare también tenemos a Rosell, a quién si no: con el fin de cobrar algún tipo de prestación, la que sea. Que ni siquiera hayan cotizado no es impedimento para apuntarse a ver si cae alguna ayudita que permita ir trampeando la crisis, dice Rosell. 


¿Y tienen derecho estas perversas amas de casa que con su maleva actitud impiden que Fátima Báñez se desmelené por completo y cante a los cuatro vientos las bondades de su reforma laboral? Lo tienen, eso es lo malo para el Sr. Rosell, que lo tienen. ¿O es que las señoras – y señores amos de casa, que también los hay y que, según Rosell, también se han apuntado al paro para poner la mano a ver qué cae – no tienen el mismo derecho que el resto de los ciudadanos en edad de trabajar de acudir a su oficina de empleo a ver si hay suerte y les toca la lotería? Parece que para el Sr. Rosell no y así no podemos seguir ni un día más. Conclusión: es necesario acabar cuanto antes con este escándalo.

Que Rosell confunde el culo con las témporas y la velocidad con el tocino parece evidente, pero eso qué más da si cargamos sobre los hombros de las amas y amos de casa que el paro no baje más en España. Ellas y ellos son los culpables por meterse en donde nadie les ha llamado, esto es, en las oficinas de empleo por más que en dichas oficinas conseguir un trabajo sea más difícil en estos tiempos que sacarse la Euromillonaria. Sin duda, las profundas reflexiones del líder de la patronal contribuyen de forma poderosa a prestigiar a la clase empresarial de este país, ya de por sí lustrosa y brillante como pone de manifiesto el hecho de que el antecesor de Rosell en tan alta responsabilidad nacional, Gerardo Díaz Ferrán, está en la cárcel purgando sus trinques. 

Es lástima que a Rosell se le haya pasado por palto poner también en la picota a los malvados jubilados por atreverse a vivir tanto y encima aspirar a cobrar una pensión de hambre todos los meses. Deberían ser elegantes y tener el gesto patriótico de morirse cuanto antes para que a Báñez le cuadren de una vez las cuentas. Eso por no hablar de los estudiantes que quieren una beca para poder continuar sus estudios, de los dependientes que reclaman que alguien los atienda sin que sea por simple caridad o de los enfermos que confían en que no tengan que terminar acudiendo al curandero como sigan los recortes en la Sanidad Pública. 

Colectivos todos de insolidarios ciudadanos sin los que este país estaría mucho mejor y progresaría más y más rápidamente. Gracias señor Rosell por enseñarnos el camino, nunca le estaremos suficientemente agradecidos y sólo lamentamos que no haya muchos más como usted. La patria los necesita.     

Un tal Marco Antonio

No es tenor, barítono o bajo pero ha cantado como los ángeles. Se llama Marco Antonio Tejeiro Losada y hoy se ha convertido en el primer “pentito” del “caso Nóos”. Así llaman en Sicilia a los capos mafiosos que deciden tirar de la manta y dejar a sus compañeros de fatigas con las vergüenzas al aire. El tal Marco Antonio ha llegado a un pacto con el fiscal Horrach, el esforzado abogado defensor de la desconcertada e imputada infanta Cristina, y ha puesto negro sobre blanco los tejemanejes que se han traído durante años Iñaki Urdangarín y su profesor de negocios y, sin embargo socio, Diego Torres. Se da la casualidad nada casual de que el tal Marco Antonio es hermano de la esposa de Torres, que está imputada también en la trama, y que su función en el andamio montado para drenar dinero público para lucro personal de Torres, Urdangarín y demás familiares era la de “contable” y administrador. Por tanto, se supone que sabe de lo que habla o no habría conseguido el trabajo en una empresa tan respetable y ejemplar como Nóos.

El tal Marco Antonio dice en su escrito de “pentito” que fueron Urdangarín y Torres los que montaron el rentable chiringuito con la intención de sangrar las arcas públicas de Baleares y Valencia y otras administraciones públicas que se les aparecieran por el camino y picaran. Para ese fin nació Nóos, la pantalla de credibilidad y prestigio que le permitía a Urdangarín y a su socio hacerse pasar por grandes filántropos amantes del deporte popularmente conocido como toma el dinero y corre: el primero ponía la planta y el parentesco real para hipnotizar a la víctima de turno y el segundo ideaba cómo llevárselo crudo. A los efectos se creó una tupida red de empresas ficticias a las que iba a parar el dinero público que obtenían a través de Nóos, ente las que figura Aizoon y en las que hacían y deshacían Urdangarín y Torres. 

¿Verdad que hasta aquí la letra y la música del aria son bastante conocidas o por lo menos sospechadas? ¿Qué ha pasado entonces para que en ese punto concreto, cuando más interesante estaba el aria de bravura del tal Marco Antonio, éste enmudeciera súbitamente y no emitiera una nota más como si se hubiera quedado sin voz o hubiera olvidado el papel? La clave no hay que buscarla en lo que ha dicho sino en lo que no ha dicho y se ha guardado. ¿No es llamativo que no haya una sola palabra sobre el papel de la infanta en Aizoon, de la que era propietaria al 50% con su marido? ¿Habrá sido un lapsus del tal Marco Antonio? ¿Se le habrá comido la lengua el gato? 

Nada de eso, créanme: el fiscal Horrach quiere utilizar esta confesión para exculpar a la infanta de cualquier responsabilidad en Aizoon y presentarla ante la sociedad como la tonta del bote que, a pesar de trabajar en una gran entidad financiera en Ginebra, no sabe nada de cuentas bancarias ni le interesa en qué negocios anda metido su esposo y de dónde saca para tanto como destaca. Pero mejor eso que sentada en un banquillo de acusados, algo que Horrach y sus jefes en la Fiscalía General del Estado están decididos a que no ocurra. 

La cuestión está ahora en lo que hará el vilipendiado juez Castro y cómo interpretará la confesión del “pentito” Marco Antonio y su silencio sobre la hermana del rey. Si hace caso a esta inesperada garganta profunda que Horrach se ha sacado de la manga casi a la desesperada puede interpretar que, efectivamente, la infanta pasaba por allí y ni se olió el pastel que cocinaban Urdangarín y Torres sin contar con nadie más. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que interprete lo contrario, ya que una vez confirmado que Aizoon era una pura ficción con trabajadores ficticios pero con facturas reales, la infanta tenía que saberlo por fuerza como dueña de la mitad de la fantasmal empresa. 

Si cree al “pentito” cantarín tendría que levantar la imputación contra la infanta y en caso contrario mantenerla en todos sus términos por mucho que rabie Horrach. La única ventaja para Castro si cree al tal Marco Antonio y permite que la infanta salga de su doloroso desconcierto de imputada es que Horrach no lo volvería a llamar de todo menos bonito y es posible que hasta vuelvan a ser amigos. Continuará, porque a esta ópera trágica de final incierto le quedan aún muchos capítulos.

¿Tú también, Nicolás?

Aprendiendo francés a marchas forzadas estoy para no perderme detalle esta noche de la anunciada comparecencia en radio, televisión e internet de Nicolás Sarkozy. Quiere el ex presidente francés defenderse de la imputación que le acaba de caer encima por tráfico de influencias y corrupción, dos cosas feísimas por las que ayer se pasó declarando casi un día entero ante la policía y ante los jueces. Le supongo casi tan “deconcertado” como a la infanta Cristina con su imputación a manos del juez Castro, según reza el recurso presentado hoy por sus leales abogados defensores, y que conste que no me refiero el fiscal Horrach sino al despacho de abogados que la representa.

Pero volvamos a Francia, en donde el terremoto político que ha desatado la imputación por cosas tan poco edificantes y republicanas como las mencionadas amenaza con remover los cimientos de la torre Eiffel y la Bastilla a un tiempo. El hombre que al inicio de la crisis económica prometió que iba a refundar el capitalismo – fue una lástima que los franceses no lo reeligieran para que cumpliera la promesa - está acusado ahora de utilizar su influencia para ayudar a un magistrado a conseguir un puesto que ansiaba a cambio de información sobre la investigación policial sobre la financiación de su campaña electoral de 2007, sobre la que hay más sombras que luces. En cristiano: si me dices que ha descubierto contra mí la policía yo muevo los hilos adecuados para que hagas realidad tus sueños. Sin duda, es una excelente manera de empezar a refundar el capitalismo la elegida por el pequeño Napoleón: volver a la economía del trueque.

Pero la policía, que no suele ser tonta, se malició que la mano del ex inquilino del Elíseo andaba de por medio y fue a por él: lo detuvo y lo sometió a un interrogatorio de 15 horas al que le siguió de propina otro de tres ante los jueces. Satisfechos por fin decidieron que podía irse a casa con una buena imputación bajo el brazo. Con todo, no tiene el gran Sarkozy el mérito ni el honor de haber sido el primer presidente francés en pasar por la afrenta de que te detenga e interrogue la gendarmería. Su antecesor Jacques Chirac ya pasó por el mismo trago amargo y terminó condenado a pena de cárcel con suspensión de ejecución de la sentencia por un delito de malversación y deslealtad.

Ahora será la justicia gala la que determine la culpabilidad o inocencia de Sarkozy, el hombre que quería volver a reinar – perdón, a gobernar – en la republicana Francia pero al que los malvados jueces se lo quieren impedir como si de un Berlusconi cualquiera se tratara. Hasta su propio partido, la UMP, le ha dado la espalda y los socialistas, que aunque gobiernen también andan de capa caída, se frotan las manos ante el grave tropezón judicial del líder de la derecha francesa. Aunque para contentos los de la ultraderecha del Frente Nacional quienes, sin duda, ven en las desgracias judiciales de Sarkozy y en la debilidad de Hollande y los suyos una oportunidad de oro de la que volverán a intentar sacar el máximo rédito en la próxima cita electoral como ya ocurriera en las europeas de mayo. 

Hechas estas reflexiones, uno se pregunta si algo similar a lo que ha pasado en Francia con la detención, interrogatorio e imputación de Sarkozy podría ocurrir en un país imaginario llamado España con un jefe del Estado inmune ante la Justicia y un presidente del Gobierno mudo ante la corrupción en su partido. La respuesta es “sí”: la única condición es que el país sea imaginario. Au revoir, mes amis.