Callados estamos más bonitos

En el teatrillo universal del espionaje masivo acabamos de descubrir que los espías eran de los nuestros y no tipos con gabardina, sombrero y gafas oscuras de allende nuestras fronteras que hurgaban en nuestras conversaciones privadas. Escándalo monumental porque el Imperio del Sol Poniente espiaba a dos terceras partes del planeta con sus líderes incluidos, y resulta que eran los servicios secretos de esos países los que le hacían el trabajo sucio a una potencia extranjera.

Según las últimas revelaciones periodísticas, los espías de Obama ni siquiera tenían que arriesgarse a sufrir un dolor de cabeza escuchando el guirigay continuo de los españoles en sus comunicaciones telefónicas o a través de sus correos electrónicos, por no mencionar el diálogo de sordos de nuestros políticos. Eran nuestros propios servicios secretos los que asumían esa penosa tarea para luego poner los resultados en manos del agente norteamericano 086 de turno.

La misma docilidad ante Washington han demostrado al parecer los servicios secretos franceses a los que aquello de la “grandeur” de su país les debe sonar a batallas de abueletes ignorantes de las ventajas de la globalización. Más allá de que me sigo preguntando qué rayos puede interesarle a la inteligencia estadounidense de nuestro país como no sea a los españoles ciscándose en el Gobierno y a éste maquinando cómo dorarnos la píldora en forma de brotes verdes y lucecitas al final del túnel, en los buenos tiempos de la Guerra Fría espiar a favor de un país extranjero podía acarrear fácilmente la pena de muerte con las primeras luces del día en una fría prisión.

Ahora no, ahora es un acto de confianza y colaboración entre aliados y eso está bien, hay que reconocerlo, porque esa colaboración puede llegar a evitar actos que todos lamentaríamos. Sin embargo, una cosa es colaborar y otra muy distinta hacerles el trabajo y ponerle los datos en bandeja a los servicios secretos norteamericanos al tiempo que estos conocen de los españoles hasta la hora a la que han quedado para tomar unas cañas.

Menos mal que Rajoy – el hombre que tanto dice defender la soberanía nacional - dice tomarse este asunto muy en serio hasta el punto de que ha anunciado que el jefe del espionaje español por cuenta de Estados Unidos, Félix Sanz Roldán, comparecerá en el Congreso para decir de forma reservada lo que todos sabemos que va a decir: que todo es falso salvo algunas cosas.

Ahora que Montoro se devana los sesos pensando cómo recortar para cuadrar los números del déficit se me ocurre que podría proponerle a Obama que pague él de su bolsillo a los espías españoles, que seguro que salen por una pasta gansa, si al fin y al cabo trabajan para el presidente norteamericano. Y es que hay veces, y ésta me parece que es una de tantas, en que callados estamos más bonitos.

Infanta Cristina: yo, mi, me, conmigo

La Agencia Tributaria ha descubierto que, al viejo y acreditado estilo de Juan Palomo – yo me lo guiso, yo me lo como – la infanta Cristina y su marido se autoalquilaban a sí mismos su coqueto palacete de Pedralbes como sede de la empresa Aizoon. Lo ha publicado el diario El Mundo y se trata de la misma empresa en la que, a pesar de compartir la propiedad con Iñaki Urdangarín, la hija del rey sólo ejercía de mujer florero, a decir de la fiscalía anticorrupción.

Arrendador: Cristina; Arrendatario: Cristina
Para los que se hayan perdido en los muchos vericuetos y meandros del caso, cabe recordar que Aizoon es la empresa patrimonial – mejor dicho, instrumental o tapadera – a través de la que los duques de Palma vaciaban la caja fuerte de esa otra filantrópica compañía llamada Instituto Nóos que utilizaban para sangrar a algunas comunidades autónomas y ayuntamientos dirigidos por complacientes políticos dispuestos a darlo todo por la monarquía.

Autoalquilándose su propia residencia como sede de su empresa pantalla conseguían engañar a Hacienda haciéndole creer que los beneficios eran menores y se evitaban el pago de los correspondientes impuestos. La verdad es que la táctica defraudadora resulta un poco burda y pueblerina, pero lo cierto es que ha conseguido engañar a Hacienda durante varios años y le ha permitido a la infanta y a su esposo embolsarse unos 30.000 euros que deberían haber ido a parar a las arcas públicas, al tiempo que se quedaban con el dinero público desviado desde el Instituto Nóos.

Dicen ya muchos que este descubrimiento pone de nuevo a la infanta a las puertas de los juzgados de Palma en calidad de imputada. Lo reconoce hasta su propio abogado, aunque el de Iñaki Urdangarín se ha desecho en explicaciones no pedidas – excusatio non petita, accusatio manifesta en las que asegura que él ha estado allí, en el palacete de Pedralbes y que, efectivamente, allí están las oficinas de Aizoon. Conclusión: todo es legal y transparente para el letrado de la infanta que, sin embargo, no ha concretado si vio también a hija del rey en traje de faena atendiendo el teléfono y autofacturándose algún zafari, algún vino caro, unas acciones, unas clases particulares o alguna cena de alto copete.

Ahora solo falta saber qué dice la fiscalía anticorrupción y la abogacía del Estado, que en su día se emplearon a fondo para anular la imputación de la infanta hasta que lo consiguieron para satisfacción de la Casa Real y del Gobierno. ¿Era la hija del rey una pieza decorativa del entramado de su marido para desviar a su bolsillo y al de su consorte el dinero público obtenido a través del Instituto Nóos o era parte activa y consciente de la trama como se deduce de este surrealista autoarrendamiento? Ardemos en deseos de escucharles.

Felicidad por decreto

Si no lo oigo no lo creo: el presidente venezolano acaba de crear el Viceministerio Para la Suprema Felicidad del Pueblo Venezolano. Así, casi por decreto y probablemente inspirado en el amado líder norcoreano Kim – Jong – um o tal vez en el rey de Bután, quiere Nicolás Maduro hacer felices a los venezolanos. Sería de risa si no fuera dramático en un país en el que faltan las cosas más básicas a pesar de sus inmensas riquezas petrolíferas.
El anuncio lo ha hecho Maduro cuando cumple seis meses en el cargo que le dejó en herencia Hugo Chávez, al que escuchaba en forma de pajarito y al que hace nada le ha concedido a título póstumo nada menos que el Premio Nacional de Periodismo. Muchos analistas ven en esta delirante decisión de Maduro la proximidad de las elecciones municipales del próximo diciembre, en las que el presidente bolivariano aspira a sacarse la espina que le dejaron las presidenciales de abril en las que venció por la mínima al odiado opositor Enrique Capriles.

Para que vaya quedando claro qué espera Maduro de esas elecciones, el presidente ya ha declarado ese día Jornada de la Lealtad a Chávez y de Amor a la Patria, todo de una misma tacada. En cualquier caso y por si no basta con el Viceministerio de la Suprema Felicidad del Pueblo para garantizar la felicidad popular por decreto, Maduro también estudia reforzar las milicias bolivarianas, suerte de fuerzas paramilitares o parapoliciales que, cabe suponer, siempre pueden actuar como brazo armado para que no quede un solo venezolano sin probar las mieles de la felicidad prometida por Chávez y renovada por Maduro.

El paquete de medidas en aras de la suprema dicha se completa con una petición a la Asamblea Nacional para gobernar por decreto por tiempo indeterminado, al tiempo que la cámara crea una comisión anticonspiraciones. Como es sabido universalmente, las conspiraciones son la gran afición de Maduro, hasta el punto que todos los días encuentra espías norteamericanos emboscados debajo de su cama intentando averiguar cuáles son sus verdaderas intenciones.

Maduro ha designado ya viceministro de la Suprema Felicidad del Pueblo a un político del régimen que a esta hora se debe estar preguntando qué ha hecho él para merecer tan alto honor o tan duro castigo. ¿y si no cumple los objetivos y la confianza depositada en él? ¿y si el mismo es infeliz? ¿y si la gente no quiere ser feliz? ¿y si la felicidad es relativa y efímera? Suerte y mucha felicidad hay que desearle, las va a necesitar en grandes dosis.

Sólo confiemos que en España no se le ocurra a Mariano Rajoy algo similar, que para ministro de la Suprema Felicidad patria ya nos basta y sobra con Montoro.