¡Ánimo y al toro, Mariano!

A una hora más propia de un encierro de San Fermín – las ocho de la mañana – que de una corrida con sol de justicia y puro, Mariano Rajoy se vestirá mañana de luces para lidiar el toro de la corrupción. Lo hará en el Senado, que en el Congreso andan de reformas veraniegas, pero tanto da: en la calle de Correos o en la plaza de las Ventas el morlaco al que se enfrentará es igual de peligroso y el riesgo de ser empitonado muy alto. Trae en sus afiladas astas papeles a cuadros con anotaciones a mano en las que dice que el PP lleva años financiándose ilegalmente y sus dirigentes cobrando sobresueldos en negro.

Pero Rajoy, que también aparece azul sobre blanco en esos peligrosos papeles, es un torero valiente que ha tenido la osadía de pedir motu propio la alternativa sin que nadie se la exigiese por activa, por pasiva y por transitiva, que menudo es él cuando tiene que afrontar un reto. Quiere demostrar así que no hay astado que pueda con él por la vía del chantaje al Estado de derecho con el que tanto le gusta confundirse. Sólo que, en lugar de capote rojo, el valeroso diestro se propone hipnotizar al toro y al respetable con un fleje de folios – a ordenador y en letra bien gorda – del que durante la corrida es probable que se le vayan cayendo una buena cantidad de cifras, porcentajes, proyectos de ley, reales decretos, decretos leyes, previsiones halagüeñas y, en definitiva, todo tipo de quincalla económica hasta que vea la oportunidad de entrar a matar.

Si la cosa se pone muy fea siempre le quedará la opción de esconderse en el burladero que le proporciona su cuadrilla popular, tan dispuesta como siempre a proteger la integridad política de su jefe, y esperar a que pase el peligro. Claro que tambien cabe la posibilidad de que haya que devolver el toro a los corrales por falta de valentía del torero para que lo lidie otro, pongamos un juez, por ejemplo. Sin embargo, no creo que sea eso lo que ocurra mañana habida cuenta la valentía demostrada en estos últimos meses por un matador como el que mañana concentrará todas las miradas del país y al que cada vez que se le ha preguntado por su bestia negra solo ha expresado un deseo incontenible de darle unos cuantos pases maestros y rematarlo en el momento justo.

No me cabe la más mínima duda de que mañana a eso del mediodía, cuando el tendido empiece a silbar y a pedir las orejas y el rabo del torero en lugar de las del toro, y después de haber conseguido alelar al cornúpeta con su florida exhibición de prestidigitación económica, Rajoy sacará su espada y se la hundirá hasta la empuñadura sin ni siquiera preguntar primero cómo se llamaba y, por tanto, sin haber pronunciado su nombre ni una sola vez.

Hay mucha expectación por contemplar con la respiración contenida el encierro político de mañana por la mañana. Puede que en la cárcel de Soto del Real cierto interno haya pedido que le lleven el desayuno a la celda para no perderse detalle. El diestro Rajoy está ante su prueba de fuego como lidiador de la corrupción en su finca popular y sólo tiene dos opciones: o acabar con el toro o terminar empitonado y, encima, salir a gorrazos de la plaza para esconderse otra vez en el burladero de La Moncloa o tras una tele de plasma y esperar que el bicho se vuelva sólo por dónde ha venido, aunque esto último puede tener por seguro que no ocurrirá. Así que ¡ánimo y al toro, Mariano!

Audiencia Nacional: abierta por corrupción

Debería de tener más tiento el juez Ruz y no anunciar que llama a declarar como testigos a Cospedal, Arenas y Álvarez Cascos sólo dos días antes de que Mariano Rajoy se aparezca en persona personalmente ante sus ansiosas señorías para explicarse sobre los papeles de Bárcenas. El PP va a terminar pensando que Ruz les quiere fastidiar la pascua florida que nos tienen preparada para el jueves al modo en el que los socialistas ponen a caer de un trolley a la jueza Alaya de los ERES fraudulentos. Y encima, en pleno mes de agosto, en el que en Madrid sólo permanecen los Rodríguez de toda la vida y los turistas despistados buscando una sombra con la misma urgencia que Rajoy un burladero para esconderse de un morlaco llamado Bárcenas.

Lo cierto es que Ruz quiere que Cospedal y sus dos antecesores en la secretaría general del PP le piquen menudito lo de las donaciones al PP y los sobres en negro a algunos dirigentes, empezando por ella misma, sin ir más lejos, y continuando por Rajoy. Se ve que el juez es persona metódica a la que no le gusta dar puntada sin hilo y quiere acudir a las fuentes directas para comprender bien el intríngulis de las cosas. La cita es para mediados de agosto, con lo que ya pueden irse despidiendo de parte de las vacaciones los interpelados que, además, tendrán que viajar a un Madrid en el que por esos días sólo habrá cámaras, micrófonos y periodistas pendientes exclusivamente de ellos, de sus gestos y de sus palabras.

Al menos hasta esa fecha tienen tiempo para echar mano de la Wikipedia y averiguar bien quién es ese Luis Bárcenas, un señor sobre el que quiere preguntarles el juez pero del que ninguno de ellos ha oído hablar en su vida ni ha cobrado indemnizaciones en diferido del PP ni ocultó sus modestos ahorrillos de una vida de duro trabajo a la fresca sombra de unos bancos suizos.

Puede que les ilumine para su declaración en la Audiencia Nacional la histórica pieza oratoria que se espera perpetre el jueves Rajoy en el Congreso. Lo que el presidente diga en su comparecencia “a petición propia” para contar su “versión” de ese “asunto que a usted le preocupa” será la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad revelada por el líder y a ella deben abrazarse con fe inamovible Cospedal, Arenas y Álvarez Cascos, aunque de éste último no me fiaría yo mucho puesto que ya se las tuvo tiesas con su ex partido allá por Asturias.

Sólo la verdad transparente que Rajoy dejará caer el jueves como un bálsamo sobre la incrédula y perversa oposición es la medicina para cerrar la boca de los que murmuran, convencer a los que dudan y henchir el corazón de gozo de los que ya creen ciegamente en él. Lo de menos es que esa verdad la revele Rajoy envuelta en el espeso follaje de esa enredadera de maravillosos porcentajes y cifras puntiagudas en la que se convertirá más pronto que tarde la “delicada flor de invernadero” que es la economía española, según la inspirada metáfora vegetal de ese poeta de las finanzas llamado Luis de Guindos.

En Rajoy deben pues esperar iluminación y orientación Cospedal y los demás y de este modo podrán aclararle al curioso juez que ese señor por el que pregunta no es más que el fruto de la calenturienta mente de la oposición y de gente que no quiere que el PP saque a España de la crisis.

Se busca chivo expiatorio

Que el maquinista del tren que descarriló a las puertas de Santiago de Compostela causando 79 víctimas mortales y unos 130 heridos haya declarado ante el juez que “se despistó” sobre el tramo por el que circulaba y frenó tarde, no significa automáticamente que sea el único responsable de la tragedia. Al menos no todavía y, de hecho, el juez ha ordenado su puesta en libertad sin fianza y bajo los cargos de 79 homicidios por imprudencia. La caja negra del tren se abrirá mañana y será entonces cuando se pueda arrojar algo más de luz sobre las causas últimas del trágico accidente.

Eso ocurrirá antes incluso de que la ministra de Fomento o los máximos responsables de RENFE y ADIF (Administración de Infraestructuras Ferroviarias) hayan comparecido en tiempo y forma ante la opinión pública para esbozar al menos una primera aproximación a las causas del accidente. Por el contrario, llama poderosamente la atención que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se apresurara el viernes a señalar con el dedo acusador al maquinista antes incluso de que declarara ante el juez. Como se empezó a sospechar a raíz de la publicación de las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de la vía, el exceso de velocidad fue la causa última del descarrilamiento y la consecuente tragedia. Todo apunta a que el maquinista cometió un error fatal al no percatarse del tramo de vía por el que circulaba y hacerlo por encima del doble de la velocidad permitida, de manera que cuando quiso frenar ya era tarde.


Ahora bien, como el propio presidente de ADIF ha revelado en un medio de comunicación, el sistema ERMTS (Sistema Europeo de Gestión del Tráfico Ferroviario), diseñado específicamente para la Alta Velocidad, habría sido capaz de detener el convoy sin necesidad de la mano del hombre. Ocurre que el sistema está instalado pero los trenes Alvia como el del siniestro no lo utilizan en el tramo de Alta Velocidad entre Orense y Santiago. Usan en cambio el ASFA (Anuncio de Señales y Frenado Automático), pensado para vías convencionales y que sólo podría detener el tren si se superasen los 200 kilómetros por hora que en este caso parece que no se alcanzaron, aunque la caja negra seguramente desvelará ese extremo.

La pregunta es por qué los trenes como el del accidente no utilizan el sistema de seguridad más avanzado. De momento no hay respuesta de RENFE, a la que le corresponde implantarlo, pero es lícito pensar en un ahorro en costes de seguridad con las fatales consecuencias ya conocidas y lamentadas. Todo esto sin contar las dudas de los técnicos sobre el trazado de la curva en la que se produjo el descarrilamiento o el hecho de que la línea férrea en cuestión sea una suerte de híbrido un poco chapucero y apresurado entre Alta Velocidad y línea convencional que, sin embargo, se pretende hacer pasar como de Alta Velocidad en todo su recorrido.

Es inevitable pensar en los intereses políticos para presumir de inaugurar nuevas y modernas líneas al tiempo que se demora la implementación de los sistemas de seguridad más avanzados. Se acumulan las preguntas y escasean las respuestas que el Gobierno, RENFE y ADIF están obligados a dar cuanto antes por mucho que puedan dañar los contratos millonarios en algunos países para construir líneas de Alta Velocidad.

Pretender cargar toda la responsabilidad sobre los hombros del maquinista convirtiéndolo en chivo expiatorio sin aguardar a conocer las conclusiones de la comisión de investigación y sin ni siquiera haberse dignado a dar una explicación pública coherente sobre las medidas de seguridad,  es una intolerable falta de respeto a las víctimas, a sus familiares y a la verdad de los hechos.

El bolero de Bárcenas

Bárcenas se ha puesto sentimental y se ha arrancado por un bolero judicial ante el juez Ruz. Le ha dicho que antes de ser presidente, Rajoy era muy cariñoso con él: “por qué ya no me quieres/ por qué ya no me miras”. No sé explica el hombre qué ha pasado a partir de entonces y por qué aquel que tanta confianza depositó en él ha dejado que fuera a dar con sus huesos en la cárcel. Esto no se lo ha dicho al juez pero se intuye: “por qué ya no suspiras/ al compás de mi dolor”.

Ya sé que de puertas afuera en el PP no creen una palabra de lo que el romántico ex tesorero canta con acompañamiento de maracas ante el magistrado: “por qué despedezaste nuestro amor”. El hombre que durante 20 años manejó la contabilidad A y B del PP – “tú diste luz al sendero / en mis noches sin fortuna” - es hoy un apestado, un delincuente, un innombrable para el partido del que cobró en diferido hasta el otro día – “por qué ya no me nombras” - que tendrá que demostrar ante la justicia cómo amasó el porrón de millones de euros que le han descubierto en Suiza. 


Él, despechado por un amor de tantos años tan mal recompensado – “por qué ya no me besas” - ha hecho lo que suelen hacer las parejas en estos casos: sacar a relucir todos los trapos sucios de la relación: las donaciones ilegales y los sobresueldos en negro. Además, su encono le ha llevado a revelar incluso que con dinero negro pagó los trajes de Rajoy que iba el hombre como si se hubiese vestido en el rastro de La Latina: “tanta vida yo te dí /que por fuerza llevarás / sabor a mí”. Y esas corbatas espantosas y esas gafas de culo de botella, por Dios, hay que cambiarlas inmediatamente por otras que den mejor en televisión, que así no te vas a comer un rosco electoral en la vida: “tú nunca me podrás olvidar”.

Para que viajara a Canarias en compañía de Francisco Álvarez Cascos – cuenta en su bolero judicial Bárcenas – le abonó los gastos con cargo a la cuenta B del partido y ahora solo recibe a cambio desdén y silencio: “yo no sé cuánto me quieres / si me extrañas o me engañas”.

Es fácil imaginar lo que habrá pensado al enterarse de que Rajoy acudirá la próxima semana al Congreso a hablar de él: “hay que vivir el momento / qué nos importa el pasado / que critiquen y murmuren”. Lo que no puede entender es por qué Rajoy ya no es cariñoso con él, por qué no responde a sus sms, por qué no dice su nombre en público, por qué niega la evidencia, por qué se empeña en decir que todo es mentira salvo algunas cosas. “Si tú me dejas / la vida sería / todo un desastre de locura / un cataclismo para los dos".

Tragedia en Santiago

Mientras continúa aumentando el número de víctimas mortales, se agolpan las preguntas sobre las causas del gravísimo accidente ferroviario en Santiago de Compostela. Sin duda, no es lo más urgente en estos momentos cuando aún no han sido identificados todos los cadáveres, más de treinta personas permanecen en estado crítico y decenas de heridos se recuperan en hospitales gallegos en donde el personal sanitario ha dado insuperables muestras de solidaridad al incorporarse a sus puestos tras abandonar incluso las vacaciones. Son esos heridos los que necesitan todos los cuidados sanitarios posibles y los familiares de las víctimas mortales los que requieren toda el apoyo y la atención profesionalizada que precisen para empezar a superar un trauma que, aun así, seguramente marcará sus vidas para siempre.

Respecto a las causas, todavía son muchas más las preguntas que las respuestas. Lo único que parece seguro es que el tren circulaba a una velocidad muy superior a la permitida en el lugar de la tragedia pero no sabemos a ciencia cierta lo que podríamos llamar la causa de la causa del accidente. Por tanto, no cabe señalar el fallo humano como el único responsable de lo ocurrido por más que el maquinista, que tendrá que declarar como imputado, alardeara en las redes sociales de circular a 200 kilómetros por hora, lo cual no quiere decir que ayer lo hiciera de manera voluntaria y hasta suicida.

Los expertos coinciden en que en un accidente de esta magnitud y gravedad concurren varias causas concatenadas de entre las cuales, por supuesto, no se puede excluir el fallo humano. El estado de la vía o los sistemas de frenado y seguridad del tren son elementos esenciales a tener en cuenta antes de llegar a una conclusión fundada sobre el origen último de la tragedia.

Por el bien de las familias de las víctimas, cabe confiar en que la investigación que se ha abierto no se demore años como ha ocurrido con otros gravísimos accidentes registrados en España, sin ir más lejos el del avión de Spanair en Barajas, del que está a punto de cumplirse un lustro, con un saldo de 154 víctimas mortales. Los familiares libraron una lucha a brazo partido con la Administración para encontrarse, cuatro años después del accidente, que la Justicia sobreseía el caso en la vía penal al considerar que no se había podido determinar las causas técnicas de lo ocurrido, obviando las posibles causas humanas a pesar de las peticiones de los afectados. Hoy siguen reclamando justicia para reparar la pérdida sufrida y, sobre todo, para que una tragedia como aquella no se repita.

Esto ocurre en un país como España en el que políticos de todo tipo y condición acuden en tropel, raudos y veloces, al lugar de los grandes siniestros sea una inundación, un incendio, un terremoto, un accidente de aviación o una tragedia ferroviaria como la de Santiago. Se solidarizan con los afectados, dan ánimos y prometen investigaciones exhaustivas pero al poco tiempo lo olvidan todo y dan largas cuando se les pregunta por sus promesas. 

Esperemos que no vuelva a ocurrir lo mismo con las víctimas del tren de Santiago, que la investigación sea rigurosa y lo más ágil posible para depurar las responsabilidades a que haya lugar y para que un hecho de esta gravedad no se repita. Como en el caso de Spanair y tantas otras tragedias vividas en nuestro país, es lo mínimo que se merecen los que hoy sufren la pérdida irreparable de sus seres queridos en la curva mortal de una vía férrea.    

Griñán: ¿por qué te vas?

Dices que tu decisión de bajar la persiana como presidente de la Junta de Andalucía obedece a motivos personales. Dices también que no hay razones jurídicas para imputarte por el caso de los ERES fraudulentos. Me llama la atención que afines tanto con lo de las “razones jurídicas”: qué otras razones podría haber para llamarte a declarar como imputado si no son de tipo jurídico. No sé, disculpa que piense así, pero me suena como si te hubieses puesto la venda antes de la herida.

¿Tiene algo que ver el hecho de que mañana esté llamado a declarar, él sí como imputado, el ex interventor autonómico que te advirtió una quincena de veces – nada menos – que lo de los ERES era irregular siendo tu entonces consejero de Economía y Hacienda? ¿Es que al ver como ha sido imputada tu predecesora en el cargo, Magdalena Álvarez, has llegado al convencimiento de que tú serás el siguiente? Si no es indiscreción, cuéntanos por qué te vas. Dinos qué razones personales te han llevado a tomar esta determinación cuando hace sólo un mes decías que agotarías la legislatura. ¿Por qué has cambiado de opinión en tan poco tiempo? ¿Por qué te vas cuando sólo llevas al frente de la Junta un año escaso? Tal vez podías haberlo pensado antes de presentarte a las elecciones.

Nos tienes desconcertados: primero dices que no te volverás a presentar a las elecciones autonómicas, para las que aún faltan tres años. Sin embargo, como secretario del PSOE en Andalucía pones patas arriba el partido y organizas unas primarias de prisa y corriendo para elegir a tu sucesor o sucesora. Se celebran no sin quejas de los que se vieron desplazados por el aparato del partido y sale ganadora Susana Díaz, que ahora tendrá que recoger el testigo que tu le endosas cuando, a lo mejor, ella esperaba que eso ocurriera, en todo caso, allá por 2016.

Dices también que agotarás la legislatura pero a las primeras de cambio y alegando razones personales das un giro copernicano y le pones fecha a tu marcha, tan pronto como el 27 de agosto. Todo esto es muy raro. Afirmas que el caso de los ERES te ha afectado sobre todo por “las mentiras”. Hombre, entiendo que te afecte pero ninguna razón personal en relación con ese asunto debería de atribularte si todo ha sido legal o si tu no sabías cómo se repartían los millones de los ERES, aunque permíteme que te diga que como consejero de Economía y Hacienda tu obligación era saberlo y, por descontado, denunciarlo. Es lo que los juristas, tan amantes de los latinajos, llaman culpa in vigilando, tú ya me entiendes.

También me llama la atención que dejes la presidencia de la Junta pero no la secretaría del PSOE andaluz ni la presidencia del PSOE federal. Ya sé que el segundo de los cargos es como un jarrón chino que uno no sabe muy bien dónde colocar, que diría Felipe González. Siento decirte esto, pero me recuerdas a Esperanza Aguirre, salvando todas las distancias: también dejó la presidencia de Madrid pero ha seguido al frente del PP en esa comunidad autónoma repartiendo estopa a diestro y siniestro en el sentido literal de la expresión. Ya sé que tu estilo es diferente pero, digo yo, qué necesidad tienes de mantener esas dos responsabilidades afectado personalmente como estás por el asunto de los ERES.

Supongo que no querrás ejercer de una suerte de Aguirre a la andaluza y marcarle el terreno a Rubalcaba, que ya bastante tiene el pobre con Rajoy, como hace la lideresa con su fraternal enemigo el presidente del Gobierno; francamente, no te veo en ese papel, aunque todo puede ser. ¿Se trata acaso de no soltar las riendas del partido para controlar desde él a tu sucesora? No sé qué pasa en estos momentos por tu cabeza. Sí sé en cambio que llevas muchos años en política y cambiar de actividad, aunque comprendo que no es sencillo porque el hábito termina haciendo al monje, siempre es bueno para la salud y la mente.

Y me queda también la duda de si tu marcha supondrá un adelanto electoral en Andalucía ahora que has cogido al PP con el paso cambiado y, por no tener, no tiene ni candidato. A lo mejor – igual tú lo sabes – todo va a depender al final de que la jueza Alaya aparque el trolley con ruedas que arrastra a diario por las calles de Sevilla y empiece a llamar a las decenas de imputados que llevan años esperando poder sentarse ante ella para decir su nombre y a qué dedicaban sus esfuerzos cotidianos. ¿Es eso lo que temes? ¿Son esas las razones personales de las que hablas? ¿Por eso has cambiado de opinión? ¿Prevés que tú también te tendrás que sentar más pronto que tarde ante la jueza del trolley y la mirada inescrutable que tan mal le cae a tu partido? Dinos: ¿por qué te vas?

La veleta de Cospedal

A diferencia de su jefe de filas, María Dolores de Cospedal suele hablar por los codos. A ella le debemos la perla cultivada de la “indemnización en diferido a Bárcenas”, aunque la mayor parte de las veces su discurso provoca el sopor de los lugares comunes sobre las “reformas imprescindibles” y, cómo no”, la “transparencia” inmaculada de las cuentas del PP. Cospedal, además de mano derecha de Rajoy, es también la presidenta de Castilla - La Mancha, aunque por allí no la vean más que de San Juan a Corpus, de Toledo, por supuesto. Ella tiene a bien celebrar las reuniones del gobierno regional los jueves por la mañana y por la tarde del mismo día las sesiones del parlamento.

Desde hace algún tiempo buena parte de la semana tiene que pasarla en Génova 13 intentando desactivar las bombas que Bárcenas va colocándole en el camino. Entre ellas, ese famoso “recibí” de un donante que presuntamente apoquinó 200.000 euros al PP castellano – manchego a cambio de una contrata de basuras en Toledo y que ella ha calificado hoy de “mentira, mentira, mentira”. De manera que es poco el margen que le queda para atender a su extensa comunidad autónoma, como a ella seguro que le gustaría, dada su desinteresada y altruista dedicación a la política de la que sólo cobra por ser presidenta regional y secretaria general del PP, aunque hasta no hace mucho también como senadora.

Sin embargo, el poco tiempo que sus actividades partidistas le dejan para ocuparse de la felicidad de sus paisanos lo suple con grandes dosis de entusiasmo y originalidad. Ahí la tenemos en mayo de 2012 anunciando un incremento del número de diputados de las cortes regionales y unos meses después proponiendo todo lo contrario. Primero dijo que el aumento de escaños era necesario por el incremento de población en algunas provincias y después se agarró a la austeridad para defender exactamente lo opuesto. En medio se cargó de un plumazo el sueldo de los diputados regionales para “ahorrar” y dar ejemplo de austeridad porque, según ella, eso era lo que pedían los ciudadanos. Se le ha pasado el detalle de explicarnos ahora qué más da que los diputados sean 25 o 300 si no cobran nada de las arcas públicas.

Pero vayamos por partes porque conviene aclarar que Cospedal la austera, la que cierra servicios nocturnos en centros de salud y colegios pero cobra dos sueldos mensualmente y se dedica a su comunidad autónoma a tiempo parcial, no es ni mucho menos una veleta que gira según la empuje el viento. Su reforma de 2012 para aumentar el número de diputados regionales y la reducción a la mitad aprobada hoy en las cortes autonómicas responden a un mismo objetivo: manipular el sistema electoral para garantizarse el poder per secula seculorum e impedir que accedan a la cámara otras fuerzas políticas que no sean el PP y el PSOE, éste último si no hay más remedio. Formaciones como IU y UPyD van a tener que duplicar y hasta triplicar el número de votos para alcanzar representación parlamentaria.

En 2012 le venía bien aumentar los diputados porque con los mismos votos que obtuvo el PP en 2011 le sacaría tres escaños de diferencia al PSOE. Cuando las cosas empezaron a irle mal y con los recortes salvajes su popularidad empezó a menguar de forma alarmante, Cospedal se olvidó de lo ponderada, sensata y razonable que era la reforma anterior y propuso otra para dejar en la mitad el número de escaños pero con la misma finalidad, coartar al máximo la representatividad popular en las urnas y consolidar para los restos el régimen de partido único y como mal menor el bipartidismo con el PSOE.

Así entiende ella la democracia, desde el populismo de eliminar los sueldos a los diputados para volver a la época del sufragio censitario y abrir la puerta a eventuales corruptelas y desde la manipulación de los sistemas electorales para perpetuarse en el poder en detrimento de la representación popular. Escritores como Clarín, Costa, Blasco Ibáñez o Galdós, que dirigieron sus dardos contra el caciquismo decimonónico español, hallarían en Cospedal una fuente inagotable de inspiración.

Dimite, mudito

Magnánimo y generoso, Mariano Rajoy acudirá “a petición propia” al Congreso de los Diputados para dar “su versión” de “eso que a usted le preocupa”. La frase no tiene desperdicio. Fue su respuesta a un periodista rumano, lo que pone de manifiesto que hasta en el país del conde Drácula saben que en España hay un tal Luis Bárcenas que fue tesorero del partido en el Gobierno hasta el otro día y que ha amasado una fortuna millonaria chupándole la sangre a las empresas que buscaban contratos públicos al tiempo que repartía espléndidos sobres entre los dirigentes de ese mismo partido.

El nombre de ese vampiro de las finanzas populares que ahora duerme en una fría celda de Soto del Real se le sigue atragantando a Rajoy. El presidente tampoco ha sido capaz de pronunciarlo hoy y veremos si lo llegamos a escuchar de sus labios cuando se produzca esa comparecencia parlamentaria “a petición propia”. Su antológica frase demuestra que Rajoy carecerá de muchas cosas pero no del sentido del humor y la ironía: que diga ahora que dará explicaciones “a petición propia” después de que tanto la oposición como la opinión pública y hasta la prensa internacional se lo hayan venido exigiendo con insistencia desde hace tiempo hasta que no le ha quedado más remedio que ceder y acudir a regañadientes a la Cámara, es uno de los mejores chistes políticos de los últimos años.

Que además diga que lo hará para “dar su versión” hace prever que poco más de lo que ha dicho hasta ahora tiene previsto decir cuando se produzca la comparecencia. De hecho, el remate glorioso de su respuesta de esta tarde fue cuando se refirió al “caso Bárcenas” como “eso que a usted la preocupa”. De lo que se deduce que a Rajoy, que aparece en los papeles de Bárcenas y en los SMS que intercambió con él, no le preocupan la gigantesca trama de financiación ilegal de su partido, los sobresueldos en negro para él y otros dirigentes del PP, su descrédito político y el del gobierno que preside y el daño a la imagen y a la confianza internacional del país. Eso – viene a decir Rajoy – es algo que le preocupa a usted pero no a mi.

Por tanto, que no lancen aún las campanas al vuelo quienes ven en el anuncio de la comparecencia de Rajoy una rendición del presidente ante el clamor social, mediático y político que le exigía una explicación sobre sus relaciones con Bárcenas. Los detalles del pleno aún están por decidir aunque ya hay algunos que invitan a pensar que la sesión puede derivar en un nuevo griterío con más ruido y furia que claridad y transparencia. Para empezar, el hecho de que el propio Rajoy ya haya dicho que hablará también de la situación económica del país. ¿A cuento de qué si de lo que se trata es de dar explicaciones sobre Bárcenas? Pues a cuento de que el jueves se publicarán los datos de la EPA del segundo trimestre del año y ya hay ministros como el de Economía adelantándonos la buena nueva de que serán muy positivos. Como la comparecencia en el Congreso será a posteriori, cabe esperar que el presidente se agarre a ellos para desviar o al menos difuminar la atención del objetivo primero y último de un pleno que debería centrarse en un solo asunto: la corrupción política en el PP y el grado de conocimiento e implicación del propio Rajoy.

Puede que el PSOE haya respirado aliviado hoy al conocer que Rajoy comparecerá y, por tanto, ya no tendrá que continuar adelante con el órdago de la moción de censura. Hasta puede que, aún sin proponérselo, Rajoy le haya hecho un favor a Rubalcaba que se evita así sufrir un revolcón parlamentario después de tomarse las molestias de tener que presentar un programa alternativo y un candidato. Pero no son las tácticas de los partidos lo que preocupa a los ciudadanos, más bien hartos de que todo se mida en función del rédito político que es posible obtener. Es verdad, transparencia y claridad lo que se exige a un mudo presidente del Gobierno que, de la noche a la mañana, descubre casualmente que quiere hablar “a petición propia” para “dar su versión” de eso que “que a usted le preocupa”.

Dimitir es lo que debe hacer y evitarle así al país el bochorno de un presidente que, después de meses sin abrir la boca, ahora no habla de decir la verdad sino de dar "su versión"  sobre unos hechos que no parecen preocuparle y que para la inmensa mayoría de los españoles están meridianamente claros.

Rajoy en los papeles

El presidente del Gobierno no sólo ha aparecido en los incendiarios papeles de su ex tesorero Luis Bárcenas, el innombrable, como presunto perceptor de sobresueldos en negro. También aparece cada vez con más insistencia en los papeles de las grandes biblias del periodismo mundial, desde el New York Times al Financial Times pasando por el Wall Street Journal o The Economist. Y no precisamente para bien.

Hace tan sólo año y medio los populares se regodeaban con los ácidos comentarios, editoriales y artículos de opinión que esos mismos medios le dedicaban a Zapatero y a su gobierno. Veían las pullas y haber metido a España en el indeseable club de los PIGS (cerdos) junto a Portugal, Irlanda y Grecia como la demostración del desastre al que el gobierno socialista estaba conduciendo a España. Se lo recordaban día tras días pero especialmente cuando algún gurú de Londres o Nueva York se dejaba caer con la especie de que España había entrado en capilla para ser rescatada como lo habían sido ya los otros miembros del apestado club compuesto por los incompetentes países del sur.

Aquellos fueron días de zozobra, de visitas de la mismísima ministra Salgado a Londres o a Nueva York para explicarles a los responsables de esos medios que España era un país fiable y no iba a ser rescatada. Los populares, mientras, se burlaban de aquellos intentos desesperados del gobierno de Zapatero para detener lo que casi todo el mundo daba por seguro: el rescate del país. No ayudaban precisamente a que las aguas se calmasen y se recuperase la confianza internacional en el país, sino que hacían lo posible por deteriorarla cuanto más mejor. Aplaudían si los periódicos le atizaban a Zapatero y se alegraban de manera pública y notoria si la prima de riesgo y el interés de la deuda escalaban a niveles de alerta roja.

Todo era lícito con tal de desgastar a Zapatero al tiempo que le exigían elecciones anticipadas que terminaron consiguiendo. De esa actitud es suficientemente ilustrativa la confesión que le hizo el hoy ministro Montoro a la diputada de CC Ana Oramas cuando ésta le reprochó que el PP no apoyara los duros recortes que se vio obligado a realizar Zapatero por imposición de Bruselas para evitar el rescate: “Déjala que caiga – le dijo Montoro a Oramas refiriéndose a España – que ya la salvaremos nosotros”. Bien que la han salvado, a la vista está y no hay más que echar mano de las estadísticas del paro, de la pobreza, de la exclusión social, de la situación de la sanidad o la educación.

Es verdad que no ha habido rescate a la griega o a la portuguesa, pero a cambio de duros e injustos recortes y reformas que no solo no han servido para cumplir el déficit sino que han deprimido la economía por muchos años. Y no olvidemos los 100.000 millones de euros pedidos para rescatar a los bancos con sus correspondientes contraprestaciones que pagamos todos los ciudadanos.

Sin embargo, no es tanto la situación económica lo que más preocupa en estos momentos a la prensa internacional como los efectos de la corrupción sobre la estabilidad política y la recuperación. Se trata del chapapote que tiene al PP cercado y al presidente Rajoy convertido en silencioso rehén de un delincuente de cuello blanco lo que llama la atención en las grandes redacciones. El Financial Times no se paraba en barras hace unos días al titular que es imperativo” que Rajoy comparezca en el Congreso para dar explicaciones. El New York Times ha escrito que “Bárcenas ha puesto el escándalo a las puertas del presidente”, mientras la prensa italiana habla de “Tangentópolis” a la española y la británica cree que la corrupción está amenazando la recuperación económica de España. En esa línea, The Economist afirma que “el escándalo daña la reputación de España – pobre Margallo – y anima a los inversores a meterla en el mismo saco que Grecia o Italia como las naciones del trinque”.

Así que España vuelve a estar en los papeles de la prensa internacional como lo estuvo Zapatero al final de su mandato aunque en esta ocasión para algo mucho peor que ridiculizar a un presidente arrollado por la crisis que durante tanto tiempo negó. Ahora se trata de proyectar en todo el mundo la imagen de un país cuyo presidente ha ligado su futuro político al de un chorizo al que respaldó y en el que confió durante tanto tiempo y del que ahora no es capaz ni de decir su nombre.

Eso ya tal

En un país cuyo presidente de gobierno despacha con un eso ya tal las graves salpicaduras de corrupción política que manchan su buen nombre y el de la institución que preside, a nadie debería de sorprenderle demasiado que el nuevo presidente del Tribunal Constitucional haya sido un militante de carné y religiosa cuota anual del partido en el poder. Si durante su militancia política en paralelo a su alta responsabilidad judicial han pasado por sus manos asuntos que tienen que ver con derechos fundamentales de los ciudadanos impulsados por ese mismo partido, eso ya tal.

Que la Constitución deje meridianamente claro que un magistrado no puede ser afiliado a ningún partido político, eso ya tal. Que en los estatutos del partido en el que militó emboscado mientras firmaba sentencias que afectaban a todos los ciudadanos figure claramente que debe acatar y respetar su ideario ideológico, sus estatutos, reglamentos y jerarquías, eso ya tal.

Que fuera aupado al Tribunal Constitucional primero como magistrado y hace poco como presidente por el partido de sus amores, eso ya tal. Que su flagrante incumplimiento de lo que establece la Constitución haya arrojado un baldón difícil de borrar para una de las más altas magistraturas del país, eso ya tal. Que Francisco Pérez de los Cobos no tenga la más mínima intención de dimitir o que el vocero de guardia en el PP, Esteban González Pons, confunda el tocino con la velocidad y diga que “a ver si ya no se va a poder ni votar a su partido en este país”, también eso ya tal.

Que a los ciudadanos nos produzca bochorno y vergüenza ajena que las instituciones ideadas para garantizar la constitucionalidad de las leyes y los derechos fundamentales sean una mera extensión del largo brazo corrupto del poder, eso ya tal. Que Montesquieu fuera enterrado hace años por Alfonso Guerra y la separación de poderes en España haya devenido en una mohosa antigualla política, eso ya tal.

Y no es que los españoles de a pie seamos tan ingenuos como para suponer que todos los jueces de este país son seres angelicales e imparciales que solo se guían por esa señora con los ojos vendados y la balanza perfectamente equilibrada. Sabemos por experiencia que los hay que inclinan un poco la balanza y le levantan la venda a la dama para atinar mejor con sus autos y sentencias. No digo que sean todos ni mucho menos la mayoría, pero los hay y desgraciadamente ya lo tenemos asumido en España.

Nada tiene en principio de negativo ni censurable que un juez, como cualquier otro ciudadano, tenga sus preferencias ideológicas y vote por quién estime más conveniente, algo en lo que ni la Constitución ni ninguna otra norma puede entrar. Cosa distinta es que le puedan sus querencias política a la hora de tomar decisiones que afecten a la vida, a los derechos, a los deberes o a la hacienda de los ciudadanos.

Ahora bien, las sospechas de parcialidad en las decisiones de algunos jueces tienden a convertirse en certezas cuando el juez en cuestión milita con todas sus consecuencias en un partido político. Dijo Sócrates que las cuatro virtudes de un juez son escuchar costésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente. De dimitir en un país como España ni hablamos: eso ya tal.

La mano que mece la Justicia

Sólo faltaba esto, que nos enredáramos ahora en un lío sobre quién debe seguir instruyendo el caso Gürtel y los papeles de Bárcenas. El juez Ruz, para unos lento aunque meticuloso, para otros demasiado preocupado por no pisar muchos callos, no es el titular del Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional en la que se ventilan ambas causas. Lo es Miguel Carmona, un juez supuestamente progresista que ahora es vocal del Consejo del Poder Judicial pero que en septiembre deberá reincorporarse a ese juzgado. La cuestión a resolver es qué hacer con Ruz: ¿continúa con la instrucción como juez auxiliar cuando regrese Carmona? ¿vuelve al juzgado de Móstoles del que es titular? 

A Carmona no parece hacerle mucha gracia que Ruz siga instruyendo el caso Gürtel y los papeles del ex tesorero del PP. Cree que, siendo él el titular del juzgado de la Audiencia Nacional, parecería que es en realidad el juez auxiliar toda vez que su conocimiento de estos dos intrincados casos no debe ir mucho más allá de lo que se ha publicado en los medios. Por eso pide al Consejo del Poder Judicial que la plaza de auxiliar se decida entre las peticiones que puedan presentarse para ocuparla en lugar de designar directamente a Ruz al que, al mismo tiempo, no duda en echarle flores y del que dice que es muy trabajador, discreto y eficaz. 

Cuando hoy se le ha preguntado qué ocurriría si al final se designa a otro juez para sustituir a Ruz en esos dos casos y otros de gran calado que también se instruyen en ese mismo juzgado de la Audiencia, Carmona ha echado mano de la bola de cristal y ha respondido que “ve difícil” que otro magistrado más cualificado quiera optar a la plaza.

No obstante, insiste en que debe evitarse que se dé pie a que, por precipitación, haya quien encuentre un resquicio para solicitar la nulidad de las actuaciones realizadas hasta ahora. Será en todo caso el Consejo del Poder Judicial el que decida y, en principio, parece que hay una mayoría favorable a que Ruz siga con el caso como han pedido incluso el Congreso de los Diputados y la propia Audiencia Nacional.

De nuevo parece que tenemos los no siempre invisibles hilos de la política moviendo el trasiego de jueces entre juzgados y sumarios e intentando colocarlos en los momentos decisivos y en los lugares clave en función de intereses espurios que poco tienen que ver con la Justicia. O lo que es peor, maniobrando en la sombra, tal vez con el objetivo de hacer encallar todo el proceso. No hace falta señalar quién exhalaría un hondo y largo suspiro de alivio si eso ocurriera.

No es fácil predecir cómo resolverá este nuevo embrollo trufado de celos profesionales el Consejo del Poder Judicial: si en lugar de abrir la posibilidad a otros jueces designa directamente a Ruz como juez de refuerzo de Carmona para que continúe con el caso puede dar pie a peticiones de nulidad; si por el contrario lo aparta de la instrucción ésta se estancará y para cuando se abra el juicio oral todos calvos y muchos de los delitos investigados prescritos si no lo han hecho ya alguos de ellos. 

Sobra decir que nada de todo eso le interesa a una sociedad harta de estos espectáculos y deseosa de que, ya que ni el PP ni Rajoy quieren dar explicaciones ni asumir responsabilidades, al menos la Justicia sea rápida y eficiente. Dice el juez Carmona, el mismo que no quiere parecer auxiliar siendo titular, que si llegara a producirse la nulidad del caso “habría que correr a enterrarse bajo 1.000 metros de tierra”. Mucho más que eso: ardería Troya.

¿Moción o dimisión?

Alfredo Pérez Rubalcaba se ha amarrado los machos y ha anunciado que presentará una moción de censura contra Rajoy si el presidente no comparece en el Congreso para explicar su relación con Bárcenas. Eso ocurrirá – ha precisado Rubalcaba – si el PP vuelve a vetar la comparecencia de Rajoy, algo que se discutirá otra vez en una nueva reunión de la Diputación Permanente del Congreso convocada para el próximo día 24. Si los populares vuelven a decir por octava vez no a la comparecencia, que es lo más probable, el líder socialista registraría la moción de censura para la que ya ha pedido el apoyo del resto de la oposición en donde no todos comparten de momento la iniciativa.

IU aboga por la dimisión de Rajoy y la convocatoria de elecciones anticipadas, el grupo catalán exhibe su habitual ambigüedad, el vasco no la ve y los republicanos de ERC no apoyarán una moción presentada por un partido que no respalda el “derecho a decidir”. No es imprescindible el apoyo del resto de la oposición para que la censura se presente y debata. Para eso basta que la firmen 35 diputados del PSOE que, además, deben proponer un candidato y un programa de gobierno alternativo. El candidato se supone que ya lo tienen y, salvo sorpresa mayúscula, sería Alfredo Pérez Rubalcaba. Cosa distinta es el programa de gobierno que  tendría que exponer en la cámara y que no se elabora de la noche a la mañana sin riesgo de hacer un pan como unas tortas.  


El paso al frente dado hoy por el líder socialista puede suponer para él un paso hacia el abismo político habida cuenta de que la iniciativa no tiene posibilidad alguna de prosperar y el PP aprovecharía para sacarle los colores derivados de su paso por el Gobierno de Zapatero. Rubalcaba no es un ingenuo que acaba de empezar en política y es de suponer que ha sopesado los riesgos políticos a los que se enfrenta si continúa adelante con la moción de censura. 

Si acaso, la iniciativa tiene la ventaja de ser la única de la oposición que el PP no puede bloquear por lo que Rajoy tendría que dar la cara en el Congreso y contar todo lo que sabe y calla sobre la financiación ilegal de la que habla Bárcenas y los sobresueldos en negro percibidos por él y el resto de la cúpula del partido. Sin embargo, ni eso es seguro ya que el reglamento de la Cámara no obliga al presidente censurado a defenderse en el hemiciclo y Rajoy podría volver a escabullirse. Eso en el supuesto de que el debate no degenere en un nuevo episodio de “y tú más” que sólo transmita ruido y confusión y no termine aclarándole gran cosa a los ciudadanos que volverían a quedar defraudados por el comportamiento de los dirigentes políticos. Por ello, la moción de censura se antoja de entrada como un brindis al sol de escasa eficacia.

La dimisión de Rajoy y la convocatoria de elecciones anticipadas como reclama IU tal vez sea un lujo que España no se puede permitir en estos momentos por más que las encuestas le suenen últimamente a gloria a Cayo Lara y los suyos frente al retroceso del PP y el PSOE en la intención de voto. La opción de resistir al escándalo y no hacer nada para aclararlo sólo la defiende el PP y no es de recibo a la vista de las últimas revelaciones periodísticas sobre los SMS entre Rajoy y Bárcenas que ya han repicado los principales medios internacionales y las declaraciones de ayer del ex tesorero en sede judicial.

Queda por último la dimisión del presidente y su sustitución por otro miembro del Gobierno, tal vez la vicepresidente Sáenz de Santamaría que parece ajena al trasiego de sobresueldos, SMS y otras sospechas que pesan sobre el PP. La oposición tiene medios de presión para empujar en esa dirección y los cálculos electorales y políticos de unos y de otros no deberían pasarlos por alto. La situación generada sólo admite la dimisión de un presidente rehén de sus silencios ante un escándalo que afecta gravemente a su credibilidad, a la del Gobierno, a la del Estado de Derecho y a la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático. Resistir y esperar a que escampe hace tiempo que dejó de ser una opción: la única salida es la dimisión.

Rajoy arrinconado

Para ser el de Rajoy un gobierno sólo preocupado en salvar a los españoles de la crisis económica, es asombrosa la cantidad de horas que tienen que echarle a diario sus miembros y dirigentes del partido que lo sustenta al “caso Bárcenas”, que bien podría llamarse ya el “caso PP”. Sin ir más lejos hoy mismo, con dos comparecencias ante los medios, una antes y otra después de que el ex tesorero empezara a cumplir su amenaza de tirar de la manta ante el juez Ruz. El único que reserva todo su tiempo para la crisis es el propio Rajoy, al que sus correos electrónicos pidiéndole a Barcenas que resista después de conocerse que tenía más de 20 millones de euros en Suiza no le merecen ninguna explicación ni ante los medios y mucho menos ante el Parlamento.

Unas cuartillas leídas que no aclaran absolutamente nada es todo lo que hemos podido escuchar de su boca el mismo día en el que Bárcenas ha reconocido en sede judicial ser el autor de puño y letra de los papeles con la contabilidad B del partido, que le pagó sobresueldos a Rajoy y a María Dolores de Cospedal y que el PP le ofreció 500.000 euros a cambio de su silencio, entre otras cosas a cual más grave y más que suficientes para una dimisión en bloque del Gobierno, no digamos ya para una explicación coherente en el Congreso.

Han sido una vez más sus fieles escuderos Floriano y Cospedal los que han tenido que dar la cara  para repetir el mismo cansino estribillo de los últimos meses: Bárcenas es un presunto delincuente que no ha explicado el origen de los millones que se le han encontrado en Suiza y que nada tienen que ver con una financiación ilegal del PP ni con el pago de sobresueldos a su cúpula. Por supuesto, el Gobierno no acepta chantajes de un personaje como Bárcenas ni ha presionado de una y mil maneras con soborno de 500.000 euros incluido para evitar que empezara a contar todo lo que sabe ante el juez, al que le ha dejado de regalo un pen drive con numerosas bombas de relojería cuyo contenido no tardaremos en ir conociendo.

El PP, con Mariano Rajoy al frente, no sólo se enroca en una posición cada día más insostenible ante el bombardeo de noticias a cual más escandalosa al tiempo que pretende culpar a la oposición por cumplir con su función legítima: exigir al presidente explicaciones claras y convincentes antes de asumir las correspondientes responsabilidades políticas por una trama de corrupción de la que nadie en su sano juicio puede creer que no fuera conocedor e incluso – a tenor de los SMS publicados ayer por EL MUNDO - connivente y puede que hasta encubridor.

En esas pocas cuartillas con las que Rajoy ha vuelto a despachar hoy el escándalo en una rueda de prensa amañada con algún medio próximo al Gobierno, el presidente ha dicho que el Estado de Derecho no se somete a ningún tipo de chantajes. Rajoy confunde interesadamente el Estado de Derecho con su propia función de presidente del Gobierno, del que dice con tono providencial que sólo se ocupa y preocupa de la salida de la crisis y no de las acusaciones de un presunto delincuente.

No es cierto: si así fuera no habría hecho hoy una suerte de pliego de descargo ante los medios ni tendría problema alguno para responder a la oposición en el Congreso. Rajoy está acorralado por el hombre en el que confió y al que por acción u omisión o por interés personal dejó hacer a sus anchas, incluso después de que la Justicia centrara su atención en él. Rajoy sabe que se ha convertido en un rehén de Bárcenas pero no sabe cómo escapar de una situación en la que su mutismo se ha convertido ya en un clamoroso reconocimiento de sus propias responsabilidades políticas y puede que judiciales. Las revelaciones de Bárcenas y sus reiterados silencios han conducido al presidente al rincón en el que hoy se encuentra y del que la única salida posible ya es la dimisión.

No diga reforma, diga tarifazo

Año y media se ha pasado el ministro Soria deshojando la margarita sobre la reforma del sistema energético español. El objetivo anunciado al comienzo de una legislatura que se va acercando ya a su ecuador era enjugar el insondable déficit de tarifa eléctrica. Según las cuentas del Gran Capitán, el susodicho déficit va ya por los 26.000 millones de euros y subiendo. Aunque el asunto es mucho más complejo porque entran en juego un número enorme de elementos y factores sobre cuya influencia en el famoso déficit ni las empresas ni los expertos se ponen de acuerdo, vamos a dejarlo en que se trata de que pagamos mucho menos que lo que cuesta conseguir que la bombilla se encienda cuando apretamos el interruptor. Esa es al menos la explicación del Gobierno.

Sólo este año – dice el Gobierno – el monstruoso déficit rondará los 4.500 millones de euros. Para reducirlo ha ido elevando los llamados peajes que se cobran por el uso de la red y que es la parte regulada del recibo, del que representa el 50%. El otro 50% del recibo se calcula según la subasta trimestral de las empresas distribuidoras en el mercado de la energía. Así, entre peajes y subastas en un sistema de fijación de precios que es un verdadero galimatías y que reclama a gritos una clarificación para saber lo que pagamos y a quién se lo pagamos, la factura eléctrica de los hogares españoles se ha incrementado en más de un 60% en los últimos cinco años.

Un consumidor de los llamados de último recurso (TUR), que somos la inmensa mayoría, pagaba hace cinco años algo más de 300 euros de luz al año frente a los más de 500 que paga a estas alturas de 2013 mientras el maldito déficit de tarifa no ha dejado de crecer. Para arreglarlo, a Soria no se le ha ocurrido mejor solución que volver a tocarnos la cartera cuando aún no ha pasado un mes de la última subida, la del 1,2% del pasado 1 de julio. En este caso, a los consumidores se nos va a pasar una factura de unos 900 millones de euros con lo que nos tocará apoquinar una nueva subida del 3,2% en esta ocasión. ¿Averiguan de dónde salen esos 900 millones de euros? Precisamente de los famosos peajes que Soria ha vuelto a elevar para cobrárnoslos en el recibo.

Además, la mal llamada reforma aprobada hoy en el Consejo de Ministros llega después del pulso de los últimos días entre Montoro y Soria a propósito del sobrecoste de la producción eléctrica en Canarias y Baleares. Aunque se estima en unos 1.800 millones de euros, el titular de Hacienda se agarró al objetivo de déficit para torcerle el brazo al de Industria y sólo ha aceptado incluir en los Presupuestos Generales del Estado la mitad de esa cantidad mientras Soria quería que fuera todo.

También las eléctricas tendrán que poner de su parte, incluidas las de energías renovables a las que se les suprimen las primas y se envía a vender directamente en el mercado. Queda de momento en el aire la promesa de Soria de levantar la moratoria de las ayudas a las renovables en Canarias en donde, como él mismo reconoció en el Congreso, resulta mucho más barato producir electricidad con energías limpias que con convencionales. Algo que ya se sabía y que, sin embargo, no le impidió nada más llegar al ministerio cargarse de un plumazo una ayudas que han paralizado inversiones millonarias y han puesto en el disparadero miles de puestos de trabajo. Sin contar el tiempo perdido – que ya era mucho – para que las Islas aprovechen sus extraordinarias condiciones para producir electricidad con fuentes limpias. Habrá que esperar para saber si finalmente Montoro le permite cumplir su promesa y si las tarifas que ofrece a las empresas canarias de renovables garantizan lo que el propio ministro ha calificado hoy de “rentabilidad adecuada”.

En muy apretada síntesis, a esto se reduce la esperada reforma del sistema energético español que el Gobierno califica de “definitiva” para acabar con el indomable déficit tarifario. Que sea la “definitiva” está por ver; lo que sí parece claro es que, más que ante una reforma que reordene y clarifique el sector, elimine costes ocultos e impulse las energías limpias, estamos ante una nueva escabechina de recortes en la que los consumidores seguiremos poniendo dinero para cuadrar las cuentas del Gran Capitán que representa el famoso déficit de tarifa.