El cuento de las cuentas

Maestros en enredarlo y oscurecerlo todo, populares y socialistas andan ahora enzarzados en una inútil y paradójica pugna sobre quién la tiene más pequeña, la declaración de la renta, aclaro. Rajoy enseñó la suya y nos asombramos de que, en plena crisis, el entonces líder de la oposición viera incrementado su sueldo casi un 30% mientras pedía sacrificios salariales a los trabajadores. Comprobamos, además, que cuando supuestamente cesaron los presuntos pagos en negro de Bárcenas, a él se le incremento el salario oficial como presidente del PP. Después, además, hemos sabido que a Bárcenas se le despidió con una generosa indemnización de 400.000 euros que se le estuvo pagando hasta diciembre pasado y, de regalo, se le abonó también la Seguridad Social mientras mantenía despacho y secretaria en Génova.

Por cierto, seguimos esperando la querella contra Bárcenas, anunciada por ese nuevo portento de portavoz que se ha sacado el PP de la chistera llamado Carlos Floriano, según el cual, al ex de Ana Mato, el funcionario Jesús Supúlveda, imputado en la trama Gürtel, no se le podía despedir porque contravenía el Estatuto de los Trabajadores. Pero a lo que íbamos, que me disperso.Después de que Rajoy mostrara urbi et orbe su prístina declaración de la renta, el PP inició una campaña para que Rubalcaba y los suyos hicieran lo mismo con la esperanza de que el foco mediático se pose sobre el PSOE al menos por unos días. Y Rubalcaba ha entrado al trapo: ayer aseguró ante los medios que el año pasado ganó unos 55.000 euros sin dietas y comparó su salario mileurista con el de Rajoy, que ascendió a más de 180.000 cuando el hoy presidente era líder de la oposición. Deduce Ruabalcaba que la diferencia está en Bárcenas y sus anotaciones en cuaderno de cuadros que, obviamente, no pueden aparecer en la declaración de Rajoy.

Vale, muy bien, pero ¿nos lleva esto a algún sitio? ¿sirve este striptease económico como lo llamó el líder socialista para limpiar las cloacas del poder político? En absoluto, aunque nunca está de más que los representantes públicos muestren sus declaraciones fiscales. Sin embargo, el problema no es lo que se muestra, sino lo que se oculta, lo que tiene origen dudoso, opaco, turbio o negro y esa es la sospecha e incluso la certeza que en muchos casos tienen ya los españoles.

En la marea de chapapote corrupto que nos anega salta ahora a los medios una trama de escuchas políticas en Cataluña digna de una novela de espionaje con sonados antecedentes en Madrid. Ahí tenemos presuntamente a detectives con sombrero, gabardina y gafas negras contratados supuestamente por socialistas para que escuchen a populares que se entrevistan con la novia de un vástago de la familia Pujol que llevaba dinero Suiza en el maletero del coche mientras un hermano suyo amañaba contratos de la ITV. Más allá nos aparece un alcalde liado con la mafia rusa y más acá chanchullos urbanísticos o desviación de fondos públicos para las arcas del partido.

Pretender que con mostrar la declaración de la renta se arregla todo es seguir tomándonos por niños de pecho. Hace falta mucho más que eso para que los ciudadanos recuperen la confianza en sus representantes públicos. Ahora, y forzados por los escándalos de financiación irregular, los dos grandes partidos consideran conveniente que también a ellos les afecte una ley de transparencia que, tengo para mí, tampoco será por sí sola la panacea para limpiar las sentinas de la corrupción.  

Tal vez porque las cosas no les han ido nada mal con la actual situación, no parece haber interés ni  voluntad política en los grandes partidos  para afrontar el reto y acometer cambios radicales para ventilar las estructuras partidarias, cambiar la ley electoral, implantar listas abiertas, obligar a dimitir a los imputados en casos de corrupción, fiscalizar de modo independiente, día a día y no con cuatro años de retraso, la financiación de los partidos políticos y controlar al céntimo el gasto de las administraciones. Para empezar.

En paralelo, a los ciudadanos nos compete exigir que se produzca ese cambio profundo y radical y poner fin a la tolerancia y la comprensión con la que hemos premiado a los corruptos que en este país han sido y son. Y basta de generalizar, lamentarse y echar la culpa a los políticos: los que han metido la mano en la caja pública son los que nosotros hemos elegido y son, por tanto, los que nos merecemos. Así que mejor que no nos engañemos al respecto si no queremos seguir, como en el tango, viviendo en un merengue todos revolcaos y en un mismo lodo todos manoseaos.

Arturo reflexiona

Un “tiempo de reflexión” o “tiempo muerto” se ha pedido Arturo Fernández para decidir sobre su futuro. Del presidente de la patronal madrileña y vicepresidente de la española, además de hoolingan del PP a jornada completa, han dicho varios de sus empleados que tenía por costumbre inveterada pagarles parte de sus sueldos en sobres y en negro, el medio y el color que hacen furor en los últimos tiempos en España. Aunque los que así aseguran que cobraban no están exentos de culpa ni la denuncia pública que ahora hacen les exime de responsabilidad, afirman que no había otra opción: o lo tomas o lo dejas. Puede ser, aunque eso no excluye que a muchos les pareciera fantástico no tener que rendir cuentas ante Hacienda, otra costumbre de profundas raíces antropológicas en España aunque a la postre resulte desastrosa.

Su patrón negó de entrada los hechos pero después de una reunión ayer a puerta cerrada con sus conmilitones de la CEOE, se supo que había pedido un periodo de reflexión antes de decidir si renuncia a sus cargos en la patronal nacional y madrileña. Es consolador saber que en la cúpula de la patronal española hay algunos empresarios – los menos – a los que las presuntas prácticas fraudulentas de Fernández no les hacen ni pizca de gracia y opinan que debería abandonar la primera línea de fuego después de haber sido gravemente herido en pleno combate neoliberal.

Ya bastante despachurrada está la imagen de los empresarios de este país, con el ex presidente Díaz Ferrán en la cárcel por trincón y alzador de bienes y su sucesor diciendo sandeces por los rincones sobre la EPA y los funcionarios, como para empeorar más las cosas. Sin embargo, parecen ser mayoría los que opinan que no hay razones para que Fernández se retire a sus cuarteles de invierno a pesar de que la Fiscalía ya se haya puesto manos a la obra de averiguar lo del presunto fraude a la Seguridad Social.

Al propio presidente Rosell, tan elocuente a la hora de pedir que se endurezca la reforma laboral, de desacreditar encuestas de referencia como la de Población Activa y tan ingenioso a la hora de mandar a sus casas a miles de funcionarios porque salen más baratos y gastan menos papel y teléfono, tampoco se le ha escuchado esta vez decir en público si piensa que su número dos debe seguir los pasos de Benedicto XVI y retirarse a un convento para meditar sobre sus presuntos pecados. No parece preocuparles lo más mínimo que Fernández, el hombre que clamaba contra los acampados en la Puerta del Sol y que tiene en su hoja de servicios generosas donaciones económicas al PP, haya presuntamente defraudado a la Seguridad Social.

Es uno de los nuestros, parecen dar a entender, y a uno de los nuestros no se le abandona a su suerte y menos por un pecadillo tan venial como escamotear las cotizaciones a la Seguridad Social de sus trabajadores por tiempo y cuantía aún por determinar. Que reflexione Arturo Fernández pero que reflexionen también todos los que como él consideran que no ha hecho nada incorrecto; que mediten sobre si no son en realidad las declaraciones extemporáneas, las prácticas corruptas y las conductas dudosas las que perjudican de verdad la manoseada marca España con la que, eso sí, se llenan la boca al referirse a las protestas y huelgas de trabajadores y ciudadanos hartos ya de tanta insolencia, impunidad y descaro en la casta dirigente de este país.

El Papa da la campanada

Tiemblo solo de pensar que nos quedan aún meses por delante de papología desbocada. Exégetas, hagiógrafos, apocalípticos e integrados echan desde el lunes su cuarto a espadas para analizar y diseccionar el pontificado de Benedicto XVI – Joseph Ratzinger para los amigos. Incluyen en sus sesudos comentarios augurios y pronósticos de todo tipo sobre quién será el sucesor del intelectual papa alemán que ha tenido a bien pedirse la baja voluntaria e indefinida por motivos de edad y salud. Una pena, eso sí, que lo haya hecho en latín ante un grupo de escogidos cardenales – todo un signo de modernidad – y no en una rueda de prensa con preguntas de los periodistas. Pero tal vez estoy pidiendo demasiado.

No digo yo que el gesto no le honre habida cuenta de que renunciar al papado es tan inusual como dimitir en España, pongamos por caso y sin ánimos de señalar. Lo que digo es que ni me enfrían ni calientan estos análisis en los que se ahogan estos días las páginas de los periódicos y las tertulias radiofónicas y televisivas. Y me da lo mismo que me da igual que se hagan desde una óptica progresista o conservadora, desde quienes consideran que este ha sido un Papa demasiado avanzado o demasiado conservador, que se ha atrevido a levantar la voz contra los casos de pederastia, como dicen sus hagiógrafos, o que ha ido demasiado lejos en ese escabroso asunto, como critican sus críticos.

Que su renuncia se deba, entre otras cosas, a esa cuestión o a la red de espionaje que al parecer tenía montada a los pies mismos de sus zapatillas de Prada, tampoco son cuestiones que me impidan dormir. Menos aún si su relevo será europeo, latinoamericano, norteamericano, africano o filipino. En esto opino que doctores tiene la Iglesia y seguro que los veteranos cardenales tendrán a su favor la inspiradora ayuda del Espíritu Santo para elegir al primus inter pares que más convenga a la mayoría (de ellos).

No ignoro que lo que sale por la boca o la pluma del Papa tiene aún una importante influencia sobre los católicos de todo el mundo y, por ello, sobre la sociedad en donde el catolicismo es predominante, aunque en muchos casos como el español sea más nominal que practicante. La razón de tanto desapego ante la papología que nos invade estos días es que nada cabe esperar de una teocracia anacrónica de rancio aroma medieval que tantos esfuerzos ha dedicado en su dilatada historia a permanecer siempre décadas sino siglos por detrás de los cambios sociales; unos cambios que a la postre y para su desgracia han terminado siempre pasándole por encima por mucho que haya intentado frenarlos.

El esperanzador aggiornamento que supuso el Concilio Vaticano II pronto se vio desvirtuado por papas como Juan Pablo II y el propio Benedicto XVI, ex máximo responsable de la antigua Inquisición,  que al mismo tiempo apelaban a aquel concilio como el inspirador de su doctrina. Los derechos y libertades conseguidos en las sociedades modernas como los métodos anticonceptivos, el aborto o el matrimonio homosexual siguen siendo anatema para la doctrina oficial de la Iglesia; nada digamos de su empecinado convencimiento de poseer la verdad absoluta y su correlativa condena de lo que el Vaticano llama el relativismo moral, sin contar su inamovible postura en cuestiones como el celibato o el acceso de la mujer a puestos de responsabilidad dentro de la Iglesia en la que como mucho puede aspirar a ser madre superiora de un convento. Para qué seguir.

Es cierto que Benedicto XVI ha dado la campanada con su renuncia, aunque sólo haya sido por lo inusual y sean cuáles hayan sido las razones que le han llevado a dar el paso, además de su avanzada edad y su delicado estado de salud. Lo seguro y cierto es que esa campanada no cambiará nada las cosas en la forma de actuar y de pensar en la cúpula de la Iglesia católica ni contribuirá a mejorar en nada la vida de millones de personas en todo el mundo, sean o no católicos. Sólo servirá para que nos pasemos varios meses haciendo papología sin fin ni objetivo alguno.

Por su sueldo lo conocerán

Se hacen lenguas en el PP para alabar la transparencia de Mariano Rajoy que, una semana después de anunciarlo, ha publicado al fin su declaración de la Renta. Hasta le piden al resto de los partidos que hagan lo mismo en un intento desesperado de desviar el foco de los papeles de Bárcenas y de los sobresueldos. Consideran los populares que con ese presunto striptease fiscal ha quedado todo claro y reluciente y las dudas despejadas. Nada de eso sino más bien todo lo contrario.


Lo primero que ha saltado a la vista es que en la declaración de la Renta que ahora publica Rajoy hay una diferencia a su favor de casi 83.000 euros en concepto de dietas y gastos de representación abonados por el PP y de la que nada dijo al Congreso de los Diputados. ¿Por qué? Misterio. Llama aún más la atención que entre 2004 y 2005 cobrara nada más y nada menos que tres sueldos, uno del PP, otro del Congreso y un tercero del Gobierno. Sin embargo, lo más que escandaliza e indigna es que en pleno vendaval de la crisis que se ha llevado por delante a tres millones de empleados y ha puesto al país a los pies de los caballos de la pobreza, el sueldo del presidente se incrementara un 27%, o lo que es lo mismo, 30.000 euros más. Así, en 2009, cuando la crisis ya había hecho acto de presencia con toda su crudeza y Rajoy acababa de perder sus segundas elecciones, el sueldo del hoy presidente pasó de 186.000 a 196.000 euros.

El mismo año en el que tanto Rajoy como sus correligionarios y la patronal clamaban por las esquinas pidiendo contención de salarios, él cobró un total de 240.000 euros mientras estuvo en la oposición. Después llegó por fin al Gobierno y su sueldo oficial se fijó en 75.000 euros anuales. El otro día, en su incalificable declaración sin preguntas en medio de la tormenta por los papeles de Bárcenas, el presidente indicó que no había venido a la política a enriquecerse y que de registrador de la propiedad ganaría más.

A la vista de estas cifras de su declaración de la Renta cabe dudarlo y con mucho fundamento, máxime cuando hay no pocas dudas sobre si ha seguido percibiendo ingresos a través de alguna vía por su condición de registrador de la propiedad. Dudas que, por supuesto, tampoco aclara la declaración de la Renta que acabamos de conocer. Sobre ese asunto en particular escribió Miguel Ángel Aguilar un artículo hace unos días que por misteriosas razones nunca vio la luz en su periódico EL PAÍS:  El dinero perdido de Rajoy

No se vayan que aún hay más. Resulta cuando menos obsceno que el espumoso sueldo de Rajoy haya procedido de un partido como el PP cuya financiación depende en un 90% de subvenciones públicas, es decir, de dinero que aportamos todos los ciudadanos. Dicho de otra manera, de un partido cuya bandera ideológica es que lo público es ineficiente e ineficaz salvo, claro está, cuando se trata de ordeñarlo en beneficio propio.

Con todo, la guinda la pone otro dato no menos llamativo que los anteriores. Dicen los papeles de Bárcenas que el último supuesto sobresueldo se pagó en 2008, el mismo año en el que, según algunas informaciones, Cospedal ordenó acabar con esa práctica. Pues resulta que es precisamente en 2008 cuando el sueldo de Rajoy como presidente del PP se incrementó casi un 18%, lo que en términos absolutos supuso un aumento de 28.000 euros. Los asientos que aparecen en los papeles de Bárcenas reflejan pagos anuales a Rajoy de 25.000 euros, una cantidad muy similar al disparo hacia arriba que experimentó el sueldo oficial del líder de los populares ese año. ¿Pura coincidencia o lo negro se convirtió en blanco por arte de magia?

Como era de esperar, nada aclara la declaración de la Renta de Rajoy y nada pueden aclarar las ridículas auditorías encargadas por el partido. Sólo la investigación judicial podrá hacerlo si el asunto llega de una vez a manos de un juez en lugar de seguir dando vueltas por la fiscalía hasta las calendas griegas. Una cosa si está clara: a Rajoy ya se le conocía por sus injustas políticas económicas y sociales y ahora se le conoce también por el sueldo que ha percibido a cambio de predicar e imponer austeridad, contención salarial a los trabajadores y sacrificios sociales sin cuento mientras sus emolumentos en blanco o en negro subían como la espuma. A eso debe ser a lo que llaman en el PP predicar con el ejemplo.

Urdangarín: de empalmado a embargado

El pobre Duque de Palma ha pasado en poco tiempo de empalmado a imputado y ahora también a embargado. Y no precisamente de la emoción. Este as del trinque y la rebanada pública, este atlético campeón de las salas enmoquetadas y los aposentos reales, pasa estos días por un duro e injusto calvario. Ya nadie quiere sacarse fotos con él ni pedirle autógrafos; hasta su cuñado hace todo lo posible para no encontrárselo cara a cara, mientras la canallesca y los jueces lo persiguen con saña inmerecida allá por donde va. ¡Un suplicio!

La ciudad de la que toma el nombre su ducado se avergüenza de que una de sus principales calles se llame Duque de Palma: hoy mismo quitarán la placa y hasta le han pedido a su suegro que le retire el ducado. ¡Lo que hay que oír y ver! Su familia política lo ha desahuciado de la Casa Real y lo ha borrado de su web como si se tratara de un Trotsky cualquiera. La cuestión es hacerlo invisible a los ojos reales, desterrarlo a las tinieblas del olvido y allá se las componga él y sus audaces andanzas ducales. Dicho de otra manera: apartarlo de los dominios reales para que no recaiga sobre ellos mácula corrupta alguna. Vano intento me parece, o en castizo, a buenas horas mangas verdes.

El daño ya está hecho y la mancha causada es de las que más que verse huelen, y por mucho que se intente no hay manera de que dejen de heder. Y así, fané y descangallado, al duque lo tiene bien agarrado por sus ducados un juez que osa incluso interrogarle vestido con vulgar chaqueta de pana verde. A la vista de la cuantía del trinque público le impuso una fianza solidaria de más de 8 millones de euros que ni el cada vez menos empalmado duque ni su socio de correrías y sin embargo enemigo, Diego Torres, han querido pagar. Y ello, a pesar de ser público y notorio que con vender la chabolita de Pedralbes y algún cuartucho más repartido por esos mundos de Dios satisfaría con creces buena parte de la fianza y hasta la fianza entera.

Él no, él es un duque con toda la barba que se siente "injustamente empobrecido" y amaga con ir al Constitucional en defensa de sus vulnerados derechos a ser medalla de oro en los prestigiosos campeonatos nacionales de El Botín Público para quien se lo curre. Ahora, ese juez tan irrespetuoso con la sangre azul que corre por las venas de este duque de triste figura, ha osado pedir un listado de sus bienes para embargárselos. ¡A dónde iremos a parar! ¡Qué falta de respeto! ¡Qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor! ¡Cualquiera es un ladrón!

Esta es la triste historia de un pobre duque que lo tuvo todo pero no tuvo bastante y que ahora se ve abandonado a su triste suerte. Moraleja: nunca te empalmes con lo ajeno o se te notará el bulto en la billetera y terminarás embargado y puede que hasta en la cárcel. Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado.

Nada es transparente

Aunque se intuyen muchas cosas, la densa tinta de calamar que inunda la vida política española no permite ver con claridad nada de lo que ha pasado y está pasando en este país. Se extiende como una mancha maloliente en unos papeles sobre pagos opacos de un ex tesorero del PP con cuentas en Suiza cuyos fondos empleó para colarse en la amnistía fiscal del inefable Montoro. Junto a él pueden haberse colado por la misma vía otros delincuentes de cuello blanco imputados en esa red especializada en el saqueo público llamada Gürtel.

Transparencia prometió el PP desde que estalló el escándalo pero transparencia es precisamente lo que sigue sin verse por ninguna parte. Aunque sabemos de antemano que no servirán para aclarar gran cosa, seguimos esperando a que Rajoy y los suyos hagan públicas sus declaraciones de la renta y que se diga quién, cómo y en cuánto tiempo se va a encargar de la auditoría externa de las cuentas del PP. Pero en realidad, no es esa la transparencia que se le está reclamando al Gobierno y al PP. Lo que se le exige a Rajoy y a su gobierno es que comparezca en sede parlamentaria y dé explicaciones convincentes.

Acto seguido – insisto – Rajoy debe dimitir. Su crédito ha caducado no sólo por la manera esquiva y huidiza con la que ha afrontado uno de los casos más graves de financiación irregular de un partido político en la historia reciente de España, sino por su engaño continuado a los ciudadanos. Y si el PP no encuentra a nadie que le pueda suceder, algo a priori no muy difícil y para lo que incluso ya parece que empieza a postularse la regeneradora Esperanza Aguirre, que se vaya a unas elecciones anticipadas. Es el sistema democrático el que está en juego e importa mucho más que la coyuntura económica por crítica que ésta sea.

De hecho, hasta la CEOE ya ha advertido de que este escándalo está dañando gravemente la imagen exterior del país, algo que terminamos pagando todos. Sorprende, no obstante, que el presidente de la patronal califique de “ridículas” las generosas donaciones empresariales a la caja B del PP, presumiblemente hechas a cambio de adjudicaciones de contratos públicos. Seguro que a ninguno de los seis millones de parados ni a los miles de desahuciados les parecen ridículas esas cantidades. En cualquier caso, lo que este país exige es un Gobierno en cuya transparencia y honradez se pueda confiar y que no siga descargando el peso de la crisis sobre las espaldas de los más débiles. El actual y el partido que lo sustenta no reúnen ninguna de las dos condiciones.

Pero no me engaño: mientras los jueces y fiscales hacen lentamente su trabajo y sólo en ellos cabe ya confiar para conocer la verdad, en el ámbito político impera el “y tú más”. El PP echa mano de la teoría de la conspiración a la que es tan aficionado y amenaza con querellas urbi et orbe que sigue sin presentar. Al mismo tiempo impide que Rajoy comparezca en el Congreso y veta una comisión de investigación que – en eso tiene razón – de poco serviría tal y como funcionan en este país. La oposición, sabedora de su minoría parlamentaria, pide la cabeza de Rajoy pero no puede ofrecer alternativas que no tiene. Por no atreverse, ni siquiera se plantea de momento una moción de censura para obligar al menos a que Rajoy dé la cara ante la ciudadanía.

Mientras, en la calle, los ciudadanos dicen en las encuestas sentirse alarmados por la corrupción en lo que no deja de ser en parte un cierto ejercicio de fariseísmo político. Si hubiésemos sido mucho menos complacientes y tolerantes con los políticos corruptos tal vez hoy no tendríamos que rasgarnos las vestiduras como lo hacemos. Nada es transparente, todo está confuso y emborronado por quienes tienen la responsabilidad de aclararlo. Y aún así nos piden un acto de fe y que tengamos confianza. ¿Confianza? ¿Qué confianza?      

Dimitir es de tontos

Un diputado inglés del Partido Liberal Demócrata acaba de renunciar al acta. Su crimen, haber mentido sobre una multa de tráfico. Él mismo lo reconoció ante la justicia. En realidad es su segunda dimisión en un año: en febrero de 2012 ya había dimitido como ministro de Energía del Gobierno de Cameron tras ser imputado por este asunto. El político en cuestión es un tonto. De haberse dedicado a la política en España hoy tendría coche oficial con chófer.

La ministra alemana de Educación acaba de dimitir tras descubrirse que había usado el copia y pega en su tesis doctoral. Ahora se ha quedado solo con el título de Bachillerato. El mismo método investigador usó antes que ella su colega de Defensa y también dimitió. Ambos han sido unos tontos: en España ya se habrían querellado hasta contra los bedeles de la universidad y seguirían en sus puestos.

La ministra sueca de Asuntos Exteriores dimitió hace unos años tras descubrirse que había presionado para cerrar una web de extrema derecha que publicó caricaturas de Mahoma. Otra tonta más: en nuestro país hoy sería embajadora en Irán.

Un ministro búlgaro de Interior dimitió en 2008 a raíz de sus reuniones con empresarios corruptos. El muy tonto no sabía que en España habría sido nombrado inmediatamente ministro de Economía o de Hacienda.

El Gobierno belga dimitió en bloque hace no mucho tras conocerse que había presionado al Tribunal de Apelación para evitar un fallo desfavorable en el caso de la división y venta de FORTIS, el primer grupo bancario y asegurador del país. En España, el tonto presidente belga y sus tontos ministros coparían ahora el consejo de administración de la entidad.

La ministra francesa de exteriores dimitió en 2011 cuando se supo que había viajada a Túnez por invitación del Gobierno de ese país en plena primavera árabe. La muy ingenua debió haber dicho que “todo es falso, salvo algunas cosas”, como se hace en España, y continuar tranquilamente en el puesto.

El ministro griego de cultura tuvo que dimitir el año pasado después de un robo en el Museo de Olimpia. En España hoy sería, como mínimo, el conservador de El Prado.

En resumidas cuentas, dimitir es de tontos pudiendo culpar a los demás de tus ineptitudes, irregularidades o delitos, achacarlo todo a una conspiración contra ti, tu partido o tu Gobierno y anunciar una lluvia de querellas y las siete plagas de Egipto contra los que se atrevan a afearte la conducta. Por eso en España hay tanto listo.

Iban un español y una alemana


- ¡Gürtel Morgen, Ángela! ¿Cómo estás?
- Dabuten, Mariano. Pero no es Gürtel Morgen, sino Guten Morgen.
- Perdona, es que llevo unos días que ya no sé ni lo que me digo.
- La verdad es que te veo muy desmejorado. ¿Qué te pasa?
- No me hables. Me persigue desde Madrid una nube de periodistas y no sé cómo quitármelos de encima.
- ¿Y qué es lo que quieren?
- Que les responda a unas cuantas preguntas
- ¿Qué quieren saber?
- Que les diga si he cobrado en negro de mi partido. Hasta ahora he podido evitarlos pero me temo que hoy no voy a tener más remedio que responderles. ¿Tú podrías echarme una mano?
- ¿Cómo?
- No sé. ¿Qué te parece si hacemos una declaración institucional sin preguntas al final de nuestro encuentro? Podríamos poner un plasma en la sala de prensa y que se limiten a grabar nuestras palabras. Podemos decir que nos admiramos mutuamente, que nuestras relaciones son inmejorables y que los dos estamos muy comprometidos con el crecimiento y el empleo.
- Seguro que no colará. Además, en Alemania no le tenemos miedo a las preguntas de los periodistas; las contestamos siempre aunque no digamos la verdad.

- Pues algo tendré que decirles.
- ¿Has pensado en alguna respuesta?
- No sé, no tengo las ideas muy claras. ¿Qué te parece si les digo que todo es falso, salvo algunas cosas?
- ¿Tú crees que se lo tragarán?
- Me temo que no. Ya dije el sábado que todo es falso pero no sólo no me creyeron sino que hasta la oposición empezó a pedirme la dimisión. ¿Tú te lo puedes creer?
- Yo ya no sé muy bien que creer de ustedes los españoles. Me tienen realmente preocupada, con tantos jóvenes en paro. ¿Qué hacen durante todo el día esos chavales que ni estudian ni trabajan? Seguro que se van a la playa a tomar el sol.
- De eso precisamente venía a hablarte, Ángela. ¿Tú podrías echarnos una manita anunciando que vas a permitir que los países ricos como el tuyo pongan en práctica medidas que reactiven la economía No hace falta que te comprometas mucho, sólo que nos des alguna esperanza después de tanta austeridad fiscal.
- No puedo, Mariano. Sabes que tengo elecciones este año y los alemanes ya están cansados de ayudar a países como el tuyo.
- No me hagas esto, Ángela. Dame un respiro. Tengo que volver a España con alguna promesa tuya de que nos vas a dar un respiro.
- Lo siento mucho, Mariano. Lo que sí puedo hacer cuando salgamos ante la prensa es decir que eres un tío admirable, que tus reformas son una nueva maravilla mundial y que más pronto que tarde darán resultados.
- ¡Pero Ángela! ¡Que tengo seis millones de parados, a toda la oposición en contra, a la gente de la calle que ya no confía en mí porque dice que he hecho lo contrario de lo que había prometido, como si tú me hubieses dejado otra salida. Ahora, para colmo de males, me persigue por todos los rincones un tío en el que confié ciegamente y una nube de periodistas que no hace más que preguntas incómodas. ¡Tienes que ayudarme!
- Ya te he dicho que lo siento, Mariano. No puedo hacerlo, me juego las elecciones y no querrás tener que negociar después con un socialdemócrata manirroto. Sospecho que eso no va contigo.
- ¡Cómo eres, Ángela!
- Mira, tú sales ahí y les dices que vas a poner en marcha algunas acciones para reactivar la economía, pero sin demasiados detalles que después te lo echan en cara si no lo cumples. Yo, por mi parte, diré que estoy obnubilada con tus reformas y que te voy a enviar todos los años a millones de turistas alemanes; hasta yo voy a seguir haciendo turismo en La Gomera, por cierto ¡qué bien se come allí! Eso sí, tienes que prometerme una cosa.
- Lo que tu digas.
- Tienes que decir que sigues comprometido hasta las corvas con el objetivo del déficit y las reformas estructurales. A los alemanes les encanta escuchar eso cuando vienen otros como tú a pedirme dinero.
- Vale. Así lo haré.
- ¡Ánimo, hombre! ¿Nos vemos en el Consejo del jueves?
- ¡Y qué remedio!
- ¡Guten Morgen, Mariano!
- ¡Gürtel Morgen, Ángela!

La mano paralizada de Rajoy

Hace apenas unos días, el aún presidente del Gobierno y del PP Mariano Rajoy prometió que no le temblaría la mano si se descubrían irregularidades en su partido. Fue a propósito de la aparición de una hucha con 22 millones de euros que Luis Bárcenas tenía en Suiza fruto de sus desvelos para la vejez a la vista de cómo se presenta el panorama de las pensiones y de que empezaran a circular informaciones de sobresueldos en el PP, de los que el propio presidente aparece como perceptor. 

De eso hace ya casi dos semanas y a la vista de lo que ha hecho Rajoy en todo este tiempo a pesar de la acumulación de evidencias de financiación irregular y pagos opacos a dirigentes y cargos públicos del PP, sólo cabe concluir que el presidente tiene completamente paralizada la mano de acabar con las irregularidades. O se le ha dormido o se la han atado a la espalda. Tengo para mí que es seguramente lo segundo. No sólo es que no haya firmado su propia dimisión que ahora le pide hasta el siempre constructivo Alfredo Pérez Rubalcaba, quien no debería levantar mucho la voz ni ponerse muy gallito a la vista del fuerte olor a cerrado en su partido y a la esperpéntica historia de Amy Martin y sus artículos sobre cine nigeriano a 3.000 euros la pieza para la Fundación Ideas. Por no citar los ERES andaluces y otros sabrosos relatos para no dormir.

La cuestión es que Rajoy ni siquiera se ha atrevido a firmar la destitución fulminante de su ministra de Sanidad de la que ahora se sabe con certeza que recibió costosos regalos, billetes aéreos, alquiler de coches y hasta una tonelada de confetis de la trama Gürtel para ella y su ex marido, el cual guardaba además en el garaje del domicilio familiar un flamante Jaguar que ella nunca vio y que debieron de haber dejado allí los Reyes Magos. Tal vez le convendría que le revisara la vista un competente oftalmólogo, privado, por supuesto.

Ana Mato, la ministra del copago, el repago y los recortes sanitarios para garantizar una sanidad pública, universal y de calidad, resulta así alcanzada directamente por la mayor red de corrupción política y financiación irregular de partidos que ha visto España desde los tiempos de FILESA. A la vista de que no tiene intención alguna de dejar de velar por nuestra salud y bienestar, el presidente no sólo no le ha dado la baja permanente en el Gobierno sino que la ha animado a que continúe en su puesto. Todo un ejemplo de lo firme y rápida que es la mano de Rajoy cuando se trata de acabar con las irregularidades en su partido.

Váyase, señor Rajoy

Dimita ya, señor Rajoy. Regrese a su bien remunerado puesto de registrador de la propiedad y mejore su maltrecha situación económica. Aunque, en realidad me importa un bledo que gane menos en la política. Es más, no me lo creo. Los españoles hemos aprendido en carne propia lo que vale su palabra y no espere que empecemos a creer en ella justo en estos momentos.

En cualquier caso, no me cuente su vida triste. Lo que tenía que haber hecho era demostrar ante todos los españoles que no llegó Usted a la política para enriquecerse ilícitamente y enriquecer por el mismo modo a los que le rodean. Ha tenido usted tiempo suficiente para hacerlo pero no ha querido o podido. No lo sé ni me importa. A los hechos me remito y estos, a día de hoy, son los que aparecen en los medios de comunicación. 

Sí sé que ha preferido enviar a su ventrílocua Cospedal a negarlo todo sin aclarar nada. Usted mismo, que debió ser el primero en dar la cara, se escondió ayer como un ratón asustado detrás de un video para pronunciar un soliloquio patético y victimista. Su crédito, ya al límite antes de las últimas informaciones, presenta ahora elevados números rojos. Si cree que enseñando unas cuantas declaraciones del IRPF, mostrando una increíble auditoría interna y haciendo un par de declaraciones solemnes pasará la tormenta, es que nos vuelve a tomar por imbéciles.

Este no es un episodio más de corrupción a la que por desgracia tan acostumbrados estamos en España, es la corrupción en todo su hedor y Usted aparece salpicado de manera muy directa. Perdone, no es nada personal, pero me ocurre como a otros muchos españoles: no le creo, no me inspira confianza ni Usted ni muchas otras personas de su partido en donde, sin embargo, estoy seguro de que la mayoría es gente honrada.

Usted ocultó su programa electoral y engañó a todo un país prometiendo no hacer lo que después ha hecho. Su seguidismo político y económico de lo que deciden Berlín y los mercados tiene a España sumida en su más grave crisis económica y social en décadas. Pero fíjese que hasta comprendo porque ha actuado Usted así después de recibir la confianza de la mayoría de los electores. Puede decirse que es su carácter como lo es el del escorpión picar a la rana que le ayuda a cruzar el charco: sencillamente no lo puede evitar.

Sin embargo, las últimas informaciones que han escandalizado a este país aturdido con sus recortes y que Usted no ha demostrado que sean falsas, han acabado con toda su autoridad moral para hablar de la corrupción de los demás y proponer pactos contra ella. Me atrevo a decir que su legitimidad política para seguir al frente del Gobierno de un país serio como éste, o que por lo menos quiere serlo, también ha caducado. Debe irse cuanto antes.

Pero primero vaya Usted al Congreso de los Diputados a rendir cuentas. Después, dé la cara ante los medios de comunicación y conteste a todas las preguntas de todos los periodistas que quieran preguntarle. Regrese entonces a su despacho de registrador para que podamos olvidarnos de Usted lo antes posible, sin que ello sea óbice para que asuma las responsabilidades no políticas a las que hubiere lugar.

Cuanto antes se valla antes podrá empezar a ver este país brotes verdes y no sólo en la economía, también en la transparencia en el manejo de las cuentas públicas y el respeto a la palabra comprometida con los ciudadanos. Hágale un gran servicio a España y a los españoles y dimita.