Cuenta atrás para el rescate


Hace sólo unos meses la posibilidad de un rescate español a la griega se veía como algo remoto y poco menos que imposible. "España no puede ser rescatada porque es una economía tan grande que no hay dinero en toda la Unión Europea para rescatarla" – decían los analistas.

No ha pasado tanto tiempo desde que esa posibilidad se descartaba al tiempo que se fiaba la salida de la crisis a los ajustes en el gasto y a los recortes de derechos sociales. Hoy, uno no puede evitar la desoladora sensación de que la cuenta atrás ha empezado, de que el reloj ya corre en contra de España.

Hay señales y hasta evidencias de ello por todos lados: el imparable encarecimiento de la deuda pública española y la experiencia de que con mucho menos se intervino a Grecia y a Portugal, es sólo una de ellas. La desconfianza en todo el sistema financiero español a raíz del escándalo de Bankia es otra, sobre todo, con la torpe gestión de un Gobierno que anuncia la nacionalización del cuarto banco del país sin saber cómo la va a pagar (aunque al final sea con dinero público).

Nada digamos del descrédito en el que han caído el Banco de España y su gobernador, un hombre siempre dispuesto a dar sesudos consejos no pedidos sobre asuntos como la reforma laboral o el control del déficit pero incapaz de prevenir desastres como el de Bankia sobre la que ahora, por "responsabilidad para con el Gobierno", no quiere pronunciarse.  

Otrosí, el desmadre del déficit público oculto en comunidades autónomas como Valencia o Madrid, lo que envía a Bruselas ( y a Berlín) un mensaje de que Rajoy y su Gobierno son incapaces de controlar la situación.

Ante el turbulento y enmarañado panorama económico español, Bruselas abrió ayer la puerta a que España disponga de un año más para cumplir el déficit del 3% fijado para 2013, un objetivo que el mismo Gobierno – por mucho que diga lo contrario – es consciente de que no se podrá alcanzar.

Pero Bruselas no regala un año de gracia a España: le exige a cambio más ajustes, subida del IVA, adelantar la entrada en vigor de la ampliación de la edad de jubilación y vigilar de manera rigurosa y estricta el déficit de las comunidades autónomas.

En otras palabras, una intervención de facto a base de más medicina de caballo para un paciente ya muy afectado por todo tipo de achaques. Salvo milagro – en lo único que ya empieza a ser posible creer – es muy difícil no tener la angustiosa sensación de que el rescate ya está en marcha.    

Un Día de Canarias para reivindicar


Me esfuerzo y no consigo encontrar razones para considerar que el Día de Canarias de este año tenga que ser una jornada para la celebración y el jolgorio. El mensaje de que hay que mantener el optimismo contra viento y marea y confiar en que con el esfuerzo de todos seremos capaces de superar esta situación no me convence.

No hay razones para el optimismo cuando el esfuerzo de todos se traduce en la práctica en el empeoramiento de las condiciones de vida y la destrucción constante e imparable de empleo público y privado. A eso no se le puede llamar esfuerzo sino sacrificio en el altar de los recortes y los ajustes para pagar una crisis de la que no son culpables sino víctimas los sacrificados.

En una comunidad autónoma como la canaria, con índices de paro, fracaso escolar y exclusión social por encima de la media, cuesta mucho encontrar motivos reales, más allá de la palabrería hueca, para la verdadera esperanza en una sociedad más próspera, más culta y más solidaria. Puede que los haya, pero a mi se me escapan.

Considero más bien que, además de para reflexionar sobre esta situación, este Día de Canarias debe ser una ocasión para reivindicar que hay otras salidas a esta crisis que no pasan por amargarnos a todos la vida un poco más cada día con las consabidas excusas del déficit, los ajustes y los recortes que siempre terminan recayendo sobre trabajadores, jóvenes, pensionistas y, en general, sobre los segmentos más desfavorecidos de la sociedad. Mientras, la camarilla habitual se lo lleva crudo sin que nadie mueva un dedo para evitarlo.

Están muy bien los sancochos, las luchadas, los bailes de taifas y otras manifestaciones folklóricas y culturales habituales del Día de Canarias: son una parte importante de nuestra identidad como pueblo, aunque ni mucho menos son lo único que nos identifica como tal y, al mismo tiempo, cada vez resulta más evidente que la mayoría de ellas se reducen a expresiones simbólicas de un tiempo desaparecido que no volverá por mucho que se recree año tras año.

La verdadera realidad de la Canarias actual es la del paro y la exclusión social, la de la incertidumbre ante el futuro inmediato y la del miedo a que la situación aún puede ser peor. Con esa realidad pesando como una espada de Damocles sobre nuestras cabezas, yo al menos no disfruto con el sancocho ni me apetece arrancarme por isas o folías. 

A pesar de todo ¡feliz Día de Canarias!

Berlín: tenemos un problema


Muy gordo y muy feo. Se da la casualidad que se nos ha desfondado un banko que era la niña de nuestros ojos y ya no sabemos qué hacer para tapar el agujero, que crece a cada día que pasa.  Decimos que le vamos a echar dinero sin parar a pesar de las críticas y puyazos que recibimos por ello desde todos lados pero el agujero no para de aumentar.

La cosa pinta muy fea porque puede que no sea éste el único banko que anuncia beneficios que a los pocos días se convierten en pérdidas. Hay al menos otros tres que también tienen mala cara, como si estuvieran desnutridos y mucho nos tememos que no habrá más remedio que alimentarlos para que no mueran.

Nos preguntan de dónde vamos a sacar tanto dinero como nos piden y decimos que emitiremos deuda pública, pero que no recurriremos a la bolsa de la Unión Europea, que nuestros problemas los podemos arreglar sin injerencias de fuera. La verdad es que ni nosotros nos lo creemos. Nos ponen de chupa de dómine por manifestar nuestra disposición a socorrer a los bancos y a los banqueros malandrines con decenas de miles de millones de euros públicos al tiempo que afeitamos a base de bien la educación,  la sanidad y las políticas sociales.

Contestamos que no hay más remedio para que no quiebre el sistema pero no hay forma de que nos crean. Nos exigen que expliquemos cómo se va a recuperar todo ese dinero público que les vamos a entregar a los bancos y, aunque les decimos que cuando se saneen se privatizarán y el dinero volverá a las arcas públicas, siguen sin creernos una sola palabra. Nos requieren para que demos la cara y depuremos responsabilidades – las nuestras incluidas – y no sabemos qué contestar. Por lo pronto capeamos el temporal pero no sé hasta cuándo podremos aguantar.

Como consecuencia del agujero en el que estamos hundidos cada día nos sale más caro pedirle dinero a los fríos mercados. Clamamos para que el Banco Central Europeo nos compre deuda y nos dé un respiro pero nadie escucha nuestra súplicas.

¿Qué más podemos hacer? ¿A quién recurrir? ¿En qué puerta tocar? Cada vez vemos más cerca el temido rescate y parece como si en Berlín o en Bruselas nos hubiesen abandonado a nuestra suerte. Doña Ángela, a la que tanto admiramos y apoyamos, no se digna pronunciar ni unas pocas palabritas de aliento y apoyo después de todos los recortes que hemos aprobado y las reformas que hemos hecho para cumplir con sus sabios consejos.

Estamos desolados, desconcertados, desorientados y acongojados. S.O.S. Berlín: tenemos un problema.