Sin novedad sobre Yeremi


A pesa de la comprensible expectación que despertó la rueda de prensa de la Guardia Civil en Madrid (¿por qué no en Gran Canaria?) sobre la desaparición hace cinco años de Yeremi Vargas, los datos ofrecidos en la comparecencia ante los medios no arrojaron nada realmente relevante que no se supiera ya.

Cabe preguntarse en qué medida puede ayudar cinco años después saber cómo iba vestido Yeremi el día de su desaparición, qué calzado llevaba o cuál era el color de sus gafas. En cuanto al Opel Corsa blanco sobre el que parecen haberse centrado buena parte de las pesquisas, hasta la familia del pequeño se ha mostrado sorprendida toda vez que esa era una información que se conoció públicamente poco después de la desaparición de Yeremi.

Por supuesto, no es casual que la Guardia Civil haya querido aprovechar el próximo quinto aniversario de la misteriosa desaparición de Yeremi para renovar su llamamiento a la colaboración ciudadana, que se ha revelado fundamental en la resolución de otros casos similares. Nada se le puede reprochar al instituto armado en ese sentido. Sin embargo, colaboración ciudadana nunca faltó ni ha faltado durante todo este tiempo, como la propia Guardia Civil ha reconocido.

Tras escuchar al alto mando de la Guardia Civil ofrecer datos ya conocidos y al mismo tiempo pedir la colaboración de los ciudadanos, se queda uno con la desagradable sensación de que la investigación se encuentra claramente estancada y la solución de este caso, así como del de Sara Morales, bajo investigación de la Policía Nacional, lejos aún de producirse.  

Alivio efímero


La alegría dura poco en la casa del pobre. Tras el anuncio de Rajoy de fijar para este año un déficit público del 5,8% frente al 4,4% comprometido, casi fue perceptible un suspiro de alivio en todo el país. Hasta el PSOE alabó la decisión y tanto en Bruselas como en Berlín refunfuñaron un poco pero de momento no han ido mucho más allá. Veremos cómo reaccionan hoy los mercados.
 
En cualquier caso, dejar el recorte en unos 30.000 millones de euros en lugar de elevarlo a los cerca de 45.000 millones que habría supuesto mantener el déficit del 4,4% siempre es motivo de alegría en una situación tan descarnada. Eso hace que, en este caso, el nuevo incumplimiento de Rajoy, que había jurado cumplir los mandatos de Bruselas sobre el déficit, sea visto incluso como una decisión acertada.

Sin embargo, a poco que se analice las implicaciones de la decisión (que no parece haber sido tan unilateral como al principio se supuso) se comprueba que el alivio será poco perceptible. Para empezar, porque esa previsión de déficit (que ya veremos si Bruselas termina aceptando o no) se hace en un panorama económico de recesión, con una previsión de que la economía se contraiga este año el 1,7% y que otras 600.000 personas se queden sin empleo, consecuencia en buena medida de la reforma laboral. De ahí que el margen de maniobra que le queda a Rajoy, aún después de este anuncio, sea cuando menos escaso.

En segundo lugar, porque el Gobierno parece decidido a cargar sobre las espaldas de las comunidades autónomas en torno a la mitad de esos casi 30.000 millones de euros que hay que recortar este año. Hasta las autonomía gobernadas por el PP empiezan a pedir agua por señas y a advertir de que ya no hay por donde meter la tijera sin deteriorar un poco más los servicios básicos. Nada digamos de las pocas en las que no gobierna el PP o de aquellas que, como Canarias, han sido más escrupulosas en el gasto público y se ven ahora abocadas a sufrir los mismos recortes que las más incumplidoras.

En tercer lugar, porque el Gobierno sigue escondiendo sus cuentas públicas para este año a la espera de que pasen las elecciones autonómicas andaluzas y asturianas. La incertidumbre que esa situación genera en las autonomías está crispando los nervios y, lo que es peor, acorta los plazos para los eventuales recortes que sea necesario acometer en sólo nueve meses.

Hay más razones: que este año cumplamos el 5,8% de déficit no nos eximirá, en principio, de no alcanzar el 3% fijado para 2013, otro año que se perfila ya como de más recortes. Y la cuarta razón, pero no la menos importante, para justificar que este anuncio de Rajoy sobre el déficit no es como para tirar demasiados cohetes, es que no parece tener intención del Gobierno de implementar medidas de reactivación económica sino que sigue fiando la recuperación a los ajustes y a los recortes, es decir el mismo tipo de medicina que nos sigue arrastrando por la pendiente en caída libre.

Tampoco se le ven intenciones de poner el acento en los ingresos por la vía, por ejemplo, de perseguir con verdadera eficacia el fraude fiscal o gravar adecuadamente las rentas más altas. Así las cosas y con este escenario, tiene uno la sensación de que el anuncio de que el déficit público de este año se queda en el 5,8% en lugar de en el 4,4% no ha servido para mucho más que para habernos aliviado un poco el fin de semana.   

La banca se atiborra


Ahítos de millones deben de estar hoy los 800 bancos que ayer acudieron, como abejas a un panal de rica miel, a la suculenta y ventajosa subasta del Banco Central Europeo que regó la fiesta con la friolera de casi 530.000 millones de euros.

Si sumamos esa cantidad a la que se subastó el pasado mes de diciembre tendremos aproximadamente el PIB español de 2011 o el de Irlanda, Portugal y Grecia juntos. Y todo ello a unas condiciones tan ventajosas que ya las querría una pequeña empresa o un trabajador autónomo para salir del atolladero: el 1% de interés y tres años para devolverlo.

Los ingenuos, que aún los hay y muchos más de lo que cabría esperar en esta situación, auguran que esa lluvia de millones, ese gordo entre los gordos en pleno mes de febrero, servirá para que por fin fluya el crédito. 


Ojalá y fuera así pero mucho me temo que, tal y como ocurrió con la primera inyección de liquidez, los bancos no van a emplear ese maná en darles créditos a quienes de verdad lo necesitan sino, en todo caso, a quienes no lo necesitan en absoluto. Supongo que ya conocen el viejo y sabio refrán según el cual un banquero es un señor que te da un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve.

Según algunas informaciones, los bancos españoles se quedaron ayer con una cuarta parte de los casi 530.000 millones de euros que subastó el Banco Central Europeo, un dinero que ahora emplearán en comprar deuda pública al Estado al 3% de interés, en sanear sus balances o en pagar sus propias deudas de financiación. Y los pequeños y medianos empresarios, los autónomos y las familias, que no vayan a pedir crédito porque – dicen los banqueros - su demanda no es solvente.

Que tampoco sueñen los ayuntamientos, endeudados hasta las cejas, con que los bancos no vayan a sacar tajada por hacer de pagadores de los proveedores públicos que, miren por dónde, son también las pequeñas empresas y los autónomos. Y ni por asomo abriguen esperanzas quienes tengan una hipoteca y no puedan pagarla sin quitarse la comida de la boca que acepten los bancos la dación en pago como forma de saldar la deuda o que se elimine de una vez la cláusula suelo.

Eso sí, que nadie toque los corralitos de las participaciones preferentes y otros productos tóxicos en los que –a la búsqueda desesperada de liquidez - han atrapado los bancos a un buen número de ciudadanos, según denuncian las organizaciones de consumidores y ante lo que el Banco de España calla y otorga. Que nadie levante la voz contra los abusos de la banca, que no se cuestionen los sueldos obscenos de sus directivos porque eso es demagógico, que nadie proteste porque en Berlín la señora Ángela Bismarck se oponga a que el Banco Central Europeo preste a los Gobiernos en apuros en lugar de a los bancos. Que nadie hable, que nadie perturbe la siesta de la banca tras el atracón de ayer.