Totorotas en la nieve

Cuando caen unos cuantos copos de agua nieve nos volvemos locos y lo dejamos todo atrás: trabajo, colegio, el potaje y las actividades extraescolares. Y es que cuando nieva organizamos el peregrinaje a la cumbre de Gran Canaria en menos de lo que se deslíe un carámbano. Nos apasiona tanto chapotear en la nieve, hacer muñequitos poniéndoles un palito a modo de brazos y posándolos sobre el capó del fotingo  a ver si llega a Las Palmas sin que lo derrita el calor del motor, que ni nos paramos a pensar si estamos cometiendo una totorotada. Da igual que los responsables del cabildo se desgañiten en los medios y en las redes sociales recomendando, por favor, que nos lo tomemos con calma y no colapsemos los accesos a la cumbre. Nos da exactamente igual que la Guardia Civil, que seguramente tendrá cosas mucho más importantes que hacer que vigilar nuestras totorotadas, también recomiende precaución a los fitipaldis a los que les encanta derrapar en el hielo y ponga sus coches como parapeto para evitar el paso.

Si nos ponen una valla la quitamos y tiramos millas o malaparcamos el correquetecagas en cualquier cuneta y vamos a pata. ¡Qué no haremos los totorotas por ver la nieve, con lo poco que suele nevar por estas latitudes tropicales y lo rápido que suele desaparecer! Que la señora esté embarazada y a punto de romper aguas no es mayor problema, no vamos a tener tanta mala suerte como para que se nos ponga de parto entre los pinos helados. Tampoco pasa nada por llevar niños de corta edad e incluso bebés, momificados entre bufandas y abrigos y en trance de pescar una pulmonía. La consigna es ¡vamos pa´arriba a ver la nieve! y a ese llamado ancestral quién se puede resistir. 


Los totorotas de la nieve somos una gran familia que compartimos aficiones y filosofía con los totorotas del senderismo que se adentran por barrancos y caminos de cabras aunque haya ola de calor o caigan chuzos de punta. También pertenecen a nuestra cofradía los totorotas de la playa, que ignoran los avisos de peligro y se meten en el mar jugándose la vida y obligando a jugársela a quienes tienen que correr a hacerles el boca a boca sin conocerlos de nada.  Claro que, a veces, a los totorotas de la nieve se nos presentan problemas que nos conducen a profundas reflexiones filosóficas: el coche me patina, no sé dónde estoy, no veo la carretera, por dónde se va a Las Palmas, me tirita hasta el alma, no siento los pies, no me encuentro la chivichanga y así.  Pero no hay de que preocuparse, ya que un totorota nunca pierde el optimismo ni el buen ánimo. Para algo tienen que servir los teléfonos inteligentes con los que nos hacemos esos memorables selfis con una bola de hielo en la mano. Así que por qué no llamamos al 112 o al cabildo o al ayuntamiento o a la Cruz Roja o a la Guardia Civil o a los bomberos o al Ejército de Salvación para que nos vengan a rescatar. 

Para qué están todos esos organismos y servicios sino para rescatar con el dinero de todos a los totorotas de la nieve. Les decimos que hay niños pequeños y mujeres embarazadas y enseguida nos sacan del atolladero. Y si no vienen pronto, grabamos dramáticas imágenes de los bebés llorando y tiritando y las embarazadas a punto de dar a luz y las subimos a las redes sociales poniendo a parir a los servicios de rescate por tardar tanto en socorrernos. Después, una vez rescatados de nosotros mismos, los totorotas compartiremos esas imágenes en los muros de las redes sociales y nos echaremos unas risas recordando la aventura. Si por nuestras totorotadas hemos puesto en riesgo nuestra seguridad y la de quienes nos han venido a sacar del apuro, a quién le importa. Fíjense que incluso hemos conseguido que el cabildo saque los cuartos y esté dispuesto a pagar un servicio de guaguas para ir a ver la nieve "con seguridad". Se ve que le sobra el dinero o le falta tino porque - entre nosotros y sin que se entere nadie - lo que deberían hacer las autoridades es meternos una sanción de esas que te dejan calentito unos cuantos días. Pero no les demos ideas que igual van y nos desgracian la diversión.  Somos totorotas en la nieve, invencibles e inasequibles al desaliento cuando corre la voz de que hay nieve en la cumbre y se activa la consigna: ¡pues vamos pa´arriba!

Cataluña: esto no puede seguir así


España es un país paralizado y en expectativa de destino. Tres fuerzas independentistas catalanas, que se parecen ideológicamente entre sí como la noche y el día y que ni siquiera representan a la mayoría de los catalanes, tienen rehén de sus piruetas a todo un Gobierno y a todo un país. La última la hemos visto hoy mismo: la decisión del presidente del Parlamento catalán de aplazar sine die el pleno de investidura de Puigdemont es una nueva huida hacia adelante para seguir generando tensión con el estado. Me es indiferente si forma parte de un plan milimétricamente delineado u obedece simplemente a un nuevo regateo a la legalidad. Lo cierto es que lo que ha hecho hoy Torrent es demorar un poco más la salida a la crisis política catalana, en la que quienes menos importan son los catalanes. Y no me cabe la más mínima duda de que lo ha hecho perfectamente consciente de ello porque es de la confrontación con el Gobierno de lo que se alimenta el independentismo. Puigdemont tiene tantas posibilidades de ser presidente de la Generalitat como yo de proclamarme campeón olímpico de los cien metros lisos. Su situación judicial le inhabilita para asumir esa responsabilidad. Eso lo saben perfectamente los independentistas quienes, en lugar de proponer un candidato alternativo, insisten en el ex presidente para forzar la maquinaria del Estado y poder presentarse ante la opinión pública como víctimas de un Gobierno insensible y antidemocrático. No hay más, por muchas vueltas que se le dé a este insufrible culebrón por entregas. Y, a decir verdad, ganan la batalla estratégica frente a un Gobierno que actúa de manera errática. 
Aún estamos esperando a que Rajoy nos explique la razón por la que el miércoles pasado no se iba a impugnar la candidatura de Puigdemont y al día siguiente por la mañana la vicepresidenta Sáenz de Santamaría anunciaba todo lo contrario. Menos mal que llegó el Constitucional y salvó los muebles con una decisión que hay que coger con alfileres pero que permitió una salida airosa a un Gobierno que solo unas horas antes había recibido un sonoro bofetón del Consejo de Estado por proponer impugnar algo que no se había producido. Y así todo, de manera que, en estos momentos, el Gobierno solo piensa en Cataluña y en cómo responder a la próxima boutade de Puigdemont y los suyos. Insistir en la legalidad y el orden constitucional es irrenunciable para el estado pero no basta para poner fin a este sainete político y jurídico. Falta iniciativa política para romper la inercia actual y, sin violentar el orden constitucional, buscar salidas pactadas. Lo que parece claro es que apelar todos los días a los independentistas para que respeten la Constitución solo conduce al hartazgo de los ciudadanos. Ya sabemos que Rajoy es un maestro del inmovilismo y, en parte, la situación actual es deudora de esa forma de entender la acción política. En todo caso, el Gobierno no puede seguir escudándose en la crisis catalana para no cumplir con sus obligaciones constitucionales. La primera y más perentoria, presentar un proyecto de presupuestos para este año en vez de empezar a insinuar – como ha hecho Montoro – que igual no hay más remedio que seguir todo el año con los de 2017. Su minoría parlamentaria no puede ser otra excusa para no hacer nada sino un acicate para buscar los acuerdos necesarios que le permitan gobernar, tal y como prometió en su investidura. Los españoles no se merecen un Gobierno que no gobierna, sino que se limita a administrar su propia parálisis.   

Sus frioleras señorías


No han estado nada afortunados quienes decidieron hoy suspender el pleno extraordinario del Parlamento de Canarias previsto para este lunes, escudándose en la alerta por tormenta activada por el Gobierno autonómico. No es comprensible que después de un mes de inactividad parlamentaria, el primer pleno del año se haya suspendido sólo porque se preveía que nevaría, llovería y bajarían las temperaturas. Menos se explica aún la suspensión cuando los alumnos han ido hoy a sus colegios con absoluta normalidad y los ciudadanos a sus quehaceres cotidianos. Todos se han abrigado y han hecho su vida normal, como si no hubiera alerta de ningún tipo. Solo sus frioleras señorías decidieron hacer novillos con la excusa de que había tormenta. Si fue la Mesa de la Cámara o la Junta de Portavoces – me da igual que me da lo mismo - debería dar una explicación algo más in  extenso a los ciudadanos de las razones que impedían celebrar un pleno en el que se iba a iniciar el debate de dos importantes leyes: la de Servicios Sociales y la toma en consideración de la de Memoria Histórica. 

Limitarse a publicar una escueta nota en twitter anunciando la suspensión es manifiestamente insuficiente e incluso denota cierta desconsideración para quienes sostenemos la actividad parlamentaria con nuestros impuestos. Este tipo de inexplicables ligerezas por parte de nuestros representantes políticos no hacen sino ampliar un poquito más esa brecha que les separa de los ciudadanos a los que se deben. Pero parece que no es esa una cuestión que les quite el sueño. La insólita decisión de hoy contrasta  poderosamente con el compromiso adquirido al comienzo de la legislatura por la presidenta de la cámara regional, Carolina Darias, de acercar la actividad parlamentaria a unos ciudadanos que, por regla general, le suelen dar la espalda. No parece que hoy, quedándose en casa bien calentitos, hayan avanzado mucho en esa dirección. La próxima se abrigan bien, se ponen una bufanda, se preparan un termo de café y leche y cumplen con su obligación, que para eso les pagamos.

Faycán no es una marca de turrón

¡Qué cosas ocurren en este país en el que tienen que pasar 12 años para que se sienten en el banquillo los acusados de una presunta trama de cobro ilegal de comisiones en el ayuntamiento grancanario de Telde! Y todo para que, después de tanto tiempo, la fiscalía y 20 de los 28 acusados alcanzaran un pacto por el que ninguno irá a la cárcel a cambio de confesar que, de un modo u otro, metieron la mano en la lata del gofio. Digo yo que el fiscal y los acusados pudieron haber sellado el compromiso en cuanto concluyó la investigación y la Justicia se hubiera ahorrado otra bochornosa demora que añadir a su caparazón de tortuga. Retraso, entre otros motivos, porque cierto magistrado consideró en su día que había que posponer la vista oral con la contundente razón jurídica de que una de las acusadas era candidata del PP en las elecciones de 2015. En descarga del magistrado podría alegarse que no fue a clase el día en el que se explicó lo de la separación de poderes, pero no creo que fuera eso. Con todo, lo más que sorprende no es que haya pasado más de una década para que se diriman las responsabilidades de cada uno en aquella red urdida con la presunta finalidad de financiar al PP teldense y que terminó degenerando en financiar también los bolsillos de los presuntos cofrades. Lo más llamativo es que los que llegaron al primer día del juicio aparentando arrepentimiento y contrición, se convirtieron por arte de magia en lenguaraces testigos de la acusación pública. A los que se mantuvieron en su inocencia y no se conformaron, aunque seguramente ya lo sabían, se les quedó cara de pasmo ante la masiva deserción y el aluvión de testimonios en contra que se les venía encima. No es que haya habido nada ilegal en este asunto, o al menos eso dicen los expertos en derecho procesal. 


Lo que escama no es solo la conversión en masa de los acusados en testigos de cargo a cambio de una rebaja de la petición de condena, que es algo que suele ocurrir con frecuencia; lo que ya no es tan frecuente, por no decir raro, es que entre una y otra condición no medie una sentencia del tribunal que, por casualidad, preside el controvertido juez Alba. Por decirlo en otros términos: mientras no haya sentencia, al menos in voce, se supone que los acusados siguen siéndolo y, por tanto, no podrían declarar en calidad de testigos. Al parecer, el tribunal ha dejado ese trabajo para el final de la vista, muy recortada ya en el número de sesiones previstas, toda vez que a cada día que pasa hay menos gente en el banquillo de los acusados y más en el de los testigos. Ayer mismo desertó de la incómoda condición de acusado el ex arquitecto municipal que de buena se ha librado: la fiscalía le pedía trece años – era la mayor pena solicitada en este caso -  y ahora se le queda en dos años de nada, gracias también a un pacto que lo llevará a engrosar las nutridas filas de los testigos. La defensa de los pocos que siguen acusados ha advertido que prestar declaración como testigo sin haber recibido sentencia después de ser acusado, puede ser motivo para solicitar la nulidad de los testimonios.  Y quién sabe – cosas parecidas ya se han visto – si ese mismo hecho no puede terminar provocando la anulación de todo el proceso. En ese caso puede que los que vimos estallar este escándalo hace 12 años y ahora vemos cómo se está juzgando, tengamos que dejarle la sentencia a nuestros herederos o descendientes. Eso, siempre y cuando lo del “caso Faycán” no fuera más que una marca de turrón o si para entonces queda algún acusado que aún no se haya convertido en testigo.  

Mariano for ever

“Sí, es cierto que el PP se financiaba con dinero negro”. Literalmente lo dijo ayer Ricardo Costa, el que fuera secretario del PP valenciano, en el juicio a la rama de la Gürtel en esa comunidad. Ha dicho también que Francisco Camps, quien fuera presidente valenciano apoyado por Rajoy hasta que la Justicia lo condenó por corrupto, pidió organizar actos “complementarios” a los mitines del presidente en la plaza de toros que se terminaron pagando con dinero negro que pusieron los empresarios. No ha sido Costa el único que en los últimos días ha puesto negro sobre blanco las andanzas del PP para financiarse. Los empresarios acusados en la Gürtel que hace una semana declararon en la Audiencia Nacional, admitieron también haber pagado dinero en b a la trama corrupta liderada por Francisco Correa. Pedro J. Ramírez, director de EL ESPAÑOL y ex de EL MUNDO, compareció el martes en la comisión del “caso Bárcenas” del Congreso y dejó caer algunas perlas cultivadas. Durante las más de tres horas que duró su comparecencia dijo, entre otras cosas, que todo el relato del ex tesorero del PP que él publicó en EL MUNDO con el título “Cuatro horas con Bárcenas”  y que – según afirma – le costó el puesto, conducía directamente al despacho de Mariano Rajoy. El periodista aportó más de una veintena de documentos que vendrían a certificar la trama de financiación ilegal del PP de la que Mariano Rajoy nunca ha oído hablar ni ha sospechado. “A nosotros nunca nos dijeron nada”, ha soltado en una entrevista radiofónica.
Este es, a muy grandes rasgos, el panorama judicial en el que sigue metido el PP. Solo que desde hace meses este tipo de escandalosas revelaciones pasan bastante desapercibidas en los medios de comunicación, pendientes un día sí y al otro también de si Puigdemont va, viene, dice o calla. Sin duda, la crisis catalana le está sirviendo al PP de paraguas pero no le está impidiendo que se moje por los agujeros de la Gürtel. Las encuestas tampoco es que se les hayan puesto de cara y los presupuestos que lleva amagando con presentar desde el año pasado, siguen en algún cajón ignoto del despacho de Montoro por falta de apoyos suficientes. El PNV se ha puesto exquisito con el 155 en Cataluña y Ciudadanos, que empieza a sentir la erótica del poder en forma de ascenso espectacular en los sondeos, está poniendo cada vez más caro su apoyo a unos eventuales presupuestos. Ahora, por ejemplo, le exige que se desprenda de la senadora Barreiro, imputada por cinco delitos en el “caso Púnica”. De manera que entre su minoría parlamentaria, la corrupción y la incertidumbre sobre si Puigdemont volverá a casa en el maletero de un coche, sobre las aspas de un helicóptero o en la bodega de un barco, el pulso político de este país parece en letargo indefinido: ni proyecto de presupuestos, ni financiación autonómica ni impulso legislativo ni salida para Cataluña. Sólo algunos datos macroeconómicos informan de que el país no ha entrado aún en coma profundo pero debe estar cerca. Por cierto, por la necesidad de legislar para resolver la brecha salarial entre hombres y mujeres tampoco se le puede preguntar: "No nos metamos ahora en eso", ha dicho en esa entrevista en radio, ignorando que en otros países sí se han tomado medidas legislativas para corregir ese desequilibrio que él, sin embargo, no estima que sea de su competencia. En este contexto de encefalograma político plano es en el que Mariano Rajoy ha dicho en Onda Cero que intentará repetir como candidato a La Moncloa. ¿Apuestan algo a que lo será? 

Ni un paso atrás con la reforma electoral

Las justificaciones de CC para no sumarse al acuerdo de mínimos sobre la reforma del sistema electoral canario suenan a excusas para mantenella y no enmendalla. En una comunidad autónoma como la canaria en la que no se suele escatimar en cargos de confianza, es un sarcasmo alegar que subir de 60 a 70 el número de parlamentarios regionales es “socialmente inaceptable”, como si no hubiera manera humana de compensar ese coste. La leve mejora de la calidad democrática que significaría ese incremento de escaños es para CC más gravosa que la discrecionalidad con la que se fichan asesores. Alegar que el acuerdo al que rechaza sumarse es “poco transparente” porque los electores no saben de antemano a qué islas se adjudicarían los escaños obtenidos a través del “colegio de restos”, tampoco es un argumento de peso. Es evidente que irían a las islas capitalinas, infrarrepresentadas políticamente en el sistema actual en función de su población. Llama la atención esa pega sobre la transparencia y que, al mismo tiempo, sólo CC esté preocupada ante la posibilidad de que, en la distribución de los nuevos escaños, Gran Canaria reciba cuatro y Tenerife cinco. Ninguna otra fuerza política con implantación en Gran Canaria ha criticado esa circunstancia ni ha alertado de tensiones entre las islas capitalinas, como sí han hecho destacados dirigentes de CC. En tercer lugar alega CC que la propuesta de reforma no garantiza el equilibrio interinsular, como si calificar de equilibrado el sistema actual – con el 17% de la población ostentando la mitad de la representación política y el 83% la otra mitad – no fuera un sarcasmo más. CC no quiere que se toque un sistema electoral del que obtiene réditos políticos innegables como pone de manifiesto el hecho de que siendo la tercera fuerza más votada sea la primera en escaños. Esa es la verdadera razón que explica su postura numantina. No obstante, en su descargo hay que decir que si lleva 25 años en el poder no es sólo por el sistema electoral, sino también por la incapacidad de sus presuntos rivales PP y PSOE para conformar mayorías  distintas a las que han dirigido esta comunidad autónoma en el último cuarto de siglo. 

Que los nacionalistas insten  a los demás partidos a presentar otra propuesta porque la que se dio a conocer la semana pasada no les gusta, demuestra hasta qué punto CC se ha instalado en el más absoluto inmovilismo en relación con este asunto. Lo que debería hacer es presentar la suya y demostrar con hechos que tiene voluntad real de producir un cambio, por leve que sea, en el sistema electoral. Una mera reducción de las barreras de acceso al Parlamento es un magro resultado después de dos años de funcionamiento de una comisión parlamentaria de estudio del sistema electoral por la que pasaron decenas de expertos. De ellos, se pueden contar con los dedos de una mano y sobran varios los que consideran el sistema canario homologable con el de una democracia representativa moderna. Los partidos que cerraron el compromiso de cambiar ese sistema – PP, PSOE, Nueva Canarias y Podemos – renunciaron a posiciones de partida mucho más ambiciosas para hacer posible el consenso. Que CC y la Agrupación Socialista Gomera se hayan descolgado no debería ser motivo para que las fuerzas que lo suscribieron se echen ahora atrás por razones políticas cortoplacistas. Hay que recordar que todos los firmantes se han comprometido reiteradamente ante los canarios a tener nuevo sistema electoral en 2019. Incumplir ese compromiso porque primen otros intereses partidistas, les retrataría ante la sociedad canaria como cómplices de la  desmesurada desproporción del peso de los votos de los ciudadanos en función de la isla de residencia. Sea en Canarias, en donde los firmantes del acuerdo suman dos tercios de los escaños del Parlamento, o sea en Madrid a través de la reforma del Estatuto de Autonomía, ha sonado la hora de demostrar que el sistema electoral canario no está escrito en piedra. A CC le quedan dos opciones: sumarse con las aclaraciones que estime a un acuerdo más que modesto que no le perjudica políticamente o aparecer ante los ciudadanos como un partido obstruccionista de un nuevo sistema electoral más justo, cuya necesidad democrática solo los nacionalistas se empeñan en negar contra toda evidencia. 

Todo el año es carnaval

Ya están aquí, sin falta, los carnavales de 2018. Miento, llegaron en forma de andamios y escenarios antes de que pasaran los Reyes Magos a dejar carbón o regalos. ¡Qué digo antes de que pasaran los Reyes Magos:  empezaron cuando a falta de poco para el verano del año pasado ya se sabía urbi et orbi de qué debían ir disfrazadas las mascaritas este año! Esto, por tanto, no ha hecho más que continuar. Ya tenemos en marcha las tropecientes fases de los concursos de murgas infantiles y dentro de poco arrancarán las adultas. En paralelo, asistimos también a glamurosas presentaciones de “reinas” y “reinonas”, bien escoltadas siempre por alcaldes y concejales/as de la cosa de las carnestolendas. En los periódicos, radios y televisiones empiezan a desfilar chicas y chicos – o viceversa – ilusionadas/os con la posibilidad de reinar en el carnaval, su sueño vital desde que todos/as y cada uno/a de ellos/as tienen uso de razón. Los diseñadores/as hacen su agosto en pleno invierno y lucen sus “creaciones” para que presuman sobre las tablas las “niñas” y los “niños” llamados al estrellato de don Carnal. Después vendrán las comparsas infantiles y adultas, las  galas para elegir a la reina de los mayores, los concursos de maquillaje corporal y las mascotas disfrazadas, la cabalgata, el coso y el entierro de la sardina. Seguramente me dejo varias cosas en el tintero. A todo eso debemos añadir las mil y una variables locales ya que, tratándose del carnaval, no hay concejalía o alcalde que se precie que no quiera destacar por algún acto original que diferencie a su pueblo del resto y atraiga visitantes.

Hablar hoy de carnaval en Canarias es hacerlo de una fiesta tan o más larga que un día sin pan y que, a la postre, termina produciendo un empacho de concursos, ceremonias, galas y desfiles que sólo los cuerpos serranos pueden sobrellevar con garbo y salero. De aquellos carnavales que comenzaban el domingo anterior a la Cuaresma y terminaban el Martes de Carnaval, víspera del Miércoles de Ceniza, apenas se acuerdan los más viejos del lugar. Hoy, el espectacular negocio turístico y comercial que rodea la fiesta, obliga a los ayuntamientos a elaborar interminables programaciones que se extienden hasta un mes y más, sin contar los prolegómenos. Programación que aprovechan alcaldes, concejales y políticos en general para las infalibles recepciones de candidatas, ruedas de prensa por las cuestiones más triviales, visitas a escenarios y recorridos por sedes de murgas y comparsas. Todo, por supuesto, convenientemente reflejado a través de los medios y conservado para la posteridad en archivos de audio e imagen, no vayan a perderse testimonios históricos tan valiosos. Como comenté hace unos días en otro post, una vez hayamos dicho adiós al carnaval se impondrá descansar y para eso – a Dios gracias – tenemos la Semana Santa al alcance de la mano. ¡Qué sería de nosotros si después del agotador ajetreo que supone un mes largo de carnavales no pudiésemos disfrutar de un merecido y relajado descanso!. Y a la vuelta, a convocar el concurso popular sobre el “motivo” del carnaval siguiente, algo que se ha convertido en una tradición tan arraigada como las tortillas y las truchas. Aunque, dicho sea de paso, a ver cuándo se anima y nos pregunta el ayuntamiento qué nos parece que suba la contribución o el impuesto de circulación o los sueldos de los concejales. Sobre todo para variar y para que la tan alabada participación ciudadana sirva para algo más que para decidir si el año que viene debemos disfrazarnos de romanos, de indios o de tontos de capirote. Efectivamente, cada vez me convenzo más de que es una suerte vivir aquí, en donde todo el año es Carnaval.   

Donald Trump: el año del odio y la furia

Donald Trump, el presidente norteamericano que se permite llamar “países de mierda” a Haití y a los países africanos y preferir a los inmigrantes noruegos, acaba de cumplir un año en la Casa Blanca. Ha sido el año de la mentira, del odio, del exceso y de la ruptura de puentes de entendimiento con los suyos, con los otros y con todos los demás: ni los republicanos – salvo los muy carcas – se sienten a gusto con él, ni los demócratas lo pueden tragar ni a sus aliados europeos les genera la más mínima confianza. Trump es único e irrepetible – por fortuna – en su forma de entender la política, si lo que él hace merece ese nombre: el insulto barriobajero, la comunicación espasmódica a través de las redes sociales y el mohín soberbio de quien presenta síntomas inquietantes de inestabilidad emocional. De alguien que no duda en autodefinirse como "un genio muy estable" no cabe esperar nada bueno. Eso, en el hombre que se sienta en la silla con mayor poder del mundo, es para temblar y rezar. Me gustaría recordar hoy aquello en lo que por fortuna ha fracasado, al menos por ahora. En primer lugar, en la construcción del muro en la frontera mexicana. Fue su propuesta estrella en la campaña pero ya hay incluso colaboradores suyos que admiten en público que si Trump quiere muro tendrá que pedir el dinero al Congreso y éste no está por la labor. Sus repugnantes políticas migratorias han fracasado también en parte, gracias a la actitud de un poder judicial que le ha puesto toda suerte de trabas, aunque no me cabe la menor duda de que persistirá en su empeño racista y xenófobo contra todos aquellos que no hablen inglés o no sean de origen caucásico.  Solo como fracaso de Trump se puede calificar que su Gobierno haya tenido que echar el cierre este fin de semana por el desacuerdo sobre inmigración con los demócratas.


También ha fracasado, aunque solo a medias, en su obsesión por acabar con la reforma sanitaria de Obama. A pesar de la oposición de parte de los republicanos, ha conseguido debilitarla y es seguro también que no parará en lo que le queda de mandato para laminarla por completo. Sus oscuras maniobras en la oscuridad con los rusos durante la campaña electoral han marcado el primer año de la nueva presidencia: cuatro de sus colaboradores están inculpados y el propio Trump no está libre de sospechas de obstruir la labor de la justicia, algo que en Estados Unidos es algo muy serio. Entre sus éxitos – si es que pueden recibir ese nombre – está la jugosa reducción de impuestos con la que ha premiado a las grandes empresas del país más rico del mundo pero con enormes niveles de desigualdad. Por solo mencionar un dato, más de medio millón de personas duermen al raso cada día en la “América” de las oportunidades. En sus relaciones con el mundo, Trump ha acabado con la multilateralidad de Obama, se ha atrincherado en la Casa Blanca y solo habla de asuntos internacionales cuando se trata de amenazar al líder norcoreano, otro energúmeno de su mismo corte, lo que demuestra una vez más que los extremos se tocan. 

La popularidad de Trump apenas llega al 40%, de las más bajas de un presidente norteamericano y, aún así, dicen las encuestas que podría volver a ser elegido. Habría que preguntar a los demócratas la razón. En contra de lo que prometió, su país no es hoy más grande que cuando llegó a la Casa Blanca: está más aislado, es más pobre y más desigual y fuera de sus fronteras está mucho peor considerado gracias sobre todo a él. El mundo no es un lugar más seguro para vivir, sino todo lo cotrario,  y nada hace prever que eso vaya a mejorar en los tres años de mandato que aún le quedan. Lo único que tranquiliza un poco es que los contrapoderes funcionan en el sistema estadounidense y le impiden ir más allá de lo que le gustaría a esta verdadera amenaza mundial para un mundo ya multiamenazado que se llama Donald Trump. 

Se vende lírica piedra lunar

No se rían, aunque sea broma. Si Güi Güi ha salido a la venta en Hong Kong, como ha informado Canarias 7, quién nos dice que algún espabilado no le propone el Roque Nublo a los rusos para que instalen en la cima un mirador para ver las estrellas. De hecho, circula por ahí un cierto proyecto para construir un teleférico que alongue a los turistas y a los paisanos desde Tejeda hasta los pies del símbolo grancanario por excelencia. Una vez arriba podrán disfrutar de las vistas almorzando en un restaurante gourmet y comprando fruslerías en una tienda de recuerdos. Cuando la naturaleza, incluso la más venerada y admirada, se pone en almoneda, todo es posible. Sobre todo en estas islas, en las que ha habido que luchar a brazo partido para que determinados intereses  no alicataran espacios únicos con hoteles de cinco estrellas a mayor gloria del monocultivo turístico. Aún así, los estropicios naturales están a la vista de todo el mundo. Sólo hay que darse una vuelta por los “sures” para comprobar que, a la hora de levantar jaulas para turistas, ni las laderas más escarpadas de los barrancos son impedimento. Que el propietario de Güi Güi lo haya puesto en venta en China es para que se pongan rojos de vergüenza quienes han permitido que una de las pocas perlas que le van quedando ya a la naturaleza canaria siga en manos privadas. Ahora caen en la cuenta algunos de que la incorporación de la zona al patrimonio público y su declaración como Parque Nacional sería la panacea para alejar de ese lugar único obscenas apetencias especuladoras. 
Espero  que no nos enredaremos en líos competenciales entre políticos y administraciones sobre quién, cómo, cuándo y cuánto. El propietario los vende por 6 millones de euros, que no parece ser una cantidad desorbitada para que la asuman  el cabildo o el Gobierno de Canarias, o ambos de común acuerdo. Bastante más destinan cada año tanto uno como otro a gastos prescindibles, sin olvidar que sus respectivas arcas están saneadas. Incluso no descartaría que lo que precisamente busca el propietario anunciado la venta en China es que sean el cabildo o el Gobierno de Canarias los compradores de esos terrenos.  Güi Güi es un lugar único, una isla dentro de otra, como la ha definido alguien. Sus valores naturales y medioambientales no tienen parangón en toda Canarias y si hasta ahora ha escapado a las apetencias de los señores del cemento que han llenado las costas canarias de adefesios, ha sido por una abrupta orografía que dificulta extraordinariamente el acceso. 

No me tranquiliza ni me consuela en absoluto que el presidente del cabildo alegue que nada se puede hacer allí aunque la propiedad cambie de manos y pase a las de algún comunista reconvertido al capitalismo salvaje de estado. Nada se podía hacer tampoco en muchos otros puntos de las islas y bastó cambiar convenientemente una plan general aquí y unas normas subsidiarias allá y se terminó haciendo lo que parecía imposible. En la mente de todos están los ejemplos de determinados hoteles construidos en donde no se podían construir, condenados en firme al derribo por la justicia y, sin embargo, en pie vivitos y coleando. Es imprescindible corregir el error que supone que un espacio como Güi Güi, que el ser humano aún no ha conseguido echar a perder, siga en manos privadas. Se impone su adquisición pública y la máxima protección medioambiental posible convirtiéndolo en Parque Nacional. Es la manera más segura de evitar  que un buen día el título irónico de este artículo se convierta también en realidad.  

Reforma electoral tímida pero imprescindible

Se empiezan a escuchar ya algunas voces críticas con la reforma del sistema electoral canario acordada por cuatro de los seis partidos presentes en el parlamento autonómico. Proceden de dirigentes de CC en las islas no capitalinas y de la Agrupación Socialista Gomera, los dos únicos partidos que no se han sumado todavía a un acuerdo que, a pesar de su evidente insuficiencia, podría ser realmente histórico a poco que la fe en la democracia representativa sea algo más que una mera declaración de intenciones. No descarto incluso que a esas voces discordantes se unan en las islas no capitalinas las de dirigentes de algunos de los partidos que han suscrito el compromiso de que Canarias tenga un nuevo sistema electoral en 2019. Es difícil comprender tanto recelo ante una propuesta de reforma muy por debajo de lo que los partidos que la respaldan venían proponiendo individualmente. 

El acuerdo sólo prevé rebajar a la mitad las barreras de acceso a la cámara y elevar a 70 el número de diputados regionales, algo ya previsto en el actual Estatuto de Autonomía. Es en ese incremento de escaños en el que se ve la bicha por parte de quienes consideran que en él se esconde una perversa intención de concentrar todo el poder político en las islas capitalinas, que por casualidad es en donde se concentra también la mayor parte de la población.  El argumento es que rompe la triple paridad, el intocable santa santorum del sistema por el que el 17% de la población canaria ostenta la mitad de la representación política y el 83% restante la otra mitad. El de Canarias es, probablemente, el único sistema político del mundo en el que los parlamentarios no representan a otros ciudadanos sino principalmente a territorios revestidos de derechos. De ahí su escandalosa descompensación proporcional y la consecuente necesidad de corregir de manera inaplazable una situación tan injusta. 
El sistema de la triple paridad – lo que sus defensores llaman equilibrio interinsular cuando en realidad es el más desequlibrado de los sistemas – pudo tener justificación en los albores de la autonomía. Entonces las islas no capitalinas carecían de casi todo y procedía una discriminación política positiva para paliar el atraso. Y no es que las capitalinas estuvieran boyantes, ni mucho menos, sino que se aceptó aquel acuerdo por razones de equilibrio interprovincial – el pleito insular - pero también para favorecer la representación de unos territorios secularmente relegados. Treinta y cinco años después – los años que cumple este sistema electoral sin más modificaciones que una interesada subida de topes  – las cosas han cambiado mucho. Las islas no capitalinas disponen de unos niveles de bienestar y riqueza que ya quisieran para sí los miles de habitantes de los polígonos de viviendas sociales – en muchos casos puros guetos – de las dos capitales canarias.

Es evidente que hay cosas que mejorar, pero es una falacia con aire de chantaje político-emocional que no se sostiene, argumentar que sin la triple paridad quedarán sin representación y serán olvidadas y abandonadas a su suerte. Si se pararan a hacer cuentas en lugar de presentarse como víctimas de una supuesta conjura chicharrero-canariona, verían que con esa tibia reforma los resultados electorales apenas variarían gran cosa con respecto a los que se registraron en 2015. Así, según una proyección de la Agencia EFE, CC se mantendría como el partido con más escaños en la cámara regional aunque sería el tercero en número de votos; incluso la Agrupación Socialista Gomera mantendría los tres escaños de 2015 y entrarían Ciudadanos y Unidos por Gran Canaria (ver aquí). Lo que indica que la propuesta de reforma es de mínimos y que de aplicarse solo mejoraría ligeramente la desproporcionalidad de la representación política de los residentes en las dos islas más pobladas.

Por tanto, no hay razón de ningún tipo para que no la apoyen quienes han venido usufructuando el poder gracias a un sistema electoral que les ha favorecido claramente durante todos estos años a costa de una sobrerrepresentación parlamentaria que ha dejado de tener razón de ser. Por su parte, quienes entienden que el acuerdo no resuelve nada siempre pueden pedir la luna y el sol pero ese sería el camino más rápido hacia la melancolía. No se puede pedir lo que no es posible conseguir dados los mimbres políticos que tenemos en Canarias y ya me parece hasta mucho este acuerdo que sólo es un pequeño paso en la buena dirección, es decir, hacia un sistema electoral homologable con el de cualquier democracia representativa moderna.

Yo no fui a FITUR

En tono irónico me preguntaba ayer un amigo qué hacía que no estaba en FITUR, en donde nadie que se precie puede faltar estos días. Es cierto, no estoy en FITUR, no he estado nunca ni falta que me hace. Por lo general, a una feria turística de ese tipo suelen ir hoteleros, touroperadores, compañías aéreas y agencias de viaje a vender y comprar camas de hotel y vuelos a destinos como Canarias.  Como no soy nada de eso, nada se me ha perdido en FITUR. Esto tan elemental – al fin y al cabo las ferias siempre han sido un espacio para el negocio - se ve distorsionado por la abrumadora presencia de decenas de políticos con sus correspondientes séquitos de asesores y equipos de comunicación con todos los gastos pagados. No digo yo que no deban dejarse ver por FITUR el presidente del Gobierno y su consejero de Turismo, los presidentes de los cabildos o sus responsables turísticos y poco más. El turismo es un negocio privado al que el sector público le dedica ingentes recursos en promoción y servicios de todo tipo pero que pone el grito en el cielo apenas se le hable de empleo, condiciones laborales o impuestos. Lo que no cabe en ningún caso es desplazar a Madrid a una nutrida tropa de técnicos y adosados de dudoso provecho para el fin que se persigue: vender el destino. También es de suyo que acudan los alcaldes o, en su defecto, los concejales de turismo de los ayuntamientos en los que efectivamente este negocio es su principal actividad económica. Lo que carece de toda racionalidad es que se presenten también allí los alcaldes y concejales de ayuntamientos por los que si pasa algún turista es porque seguramente se equivocó camino de la playa. 
Cuando se dispara con pólvora del rey es comprensible que no duela al bolsillo emplear miles de euros en aviones, estancias y comidas de cuya rentabilidad real para los ciudadanos nunca dan cuenta quienes se los gastan. Este año, además, un grupo de ayuntamientos turísticos canarios ha decidido hacer la guerra por su cuenta y ha montado su propio pabellón promocional en la feria al margen de la comunidad autónoma. Es cierto que no son originales, ya que ir por su cuenta a FITUR es una larga tradición en Canarias desde que los cabildos de Tenerife o de Gran Canaria decidieron un buen día por motivos políticos que preferían estar solos que mal acompañados. Lo que se explica muy mal, además del dinero innecesario que se carga a las arcas públicas con este tipo de decisiones, es que haya aún quienes crean que cuando los turistas deciden viajar a Canarias andan eligiendo en función del municipio. Tamaña presunción suena a pueblerina: al grueso del turismo que recibimos le da exactamente lo mismo tomarse las cervezas y ponerse color gamba a la plancha en Villaconejos de Arriba que en Villaconejos de Abajo. Le decía a mi amigo que hace unos años, antes de la crisis, aún era mucho peor que hoy. Entonces las islas se despoblaban cuando llegaba la feria y si a usted se le ofrecía hacer una gestión en el ayuntamiento ya se podía sentar a fumar a la espera de que volvieran todos de FITUR. Los apuros de la crisis obligaron a los rumbosos ayuntamientos a renunciar al desembarco anual en Madrid y a mirar mucho más por el euro. Ahora que según los que saben ya hemos salido de la crisis – aunque yo no lo termino de tener claro –,  parece que empezamos a volver al tiempo en el que el dinero de todos daba para pagar aviones, hoteles, ágapes y comidas de postín a una nutrida corte de paniaguados que van a Madrid con la excusa de “promocionar” las islas. De lo que se concluye que la teta turística da mucho de sí a condición de tenerla bien agarrada y exprimirla en beneficio propio. 

Ocurrencias con las pensiones

Quienes peinamos canas o ya ni eso, no ganamos para sustos con las pensiones cada día menos futuras y más cercanas. Un día es el Gobierno el que anuncia que se va a endeudar en otros 15.000 millones de euros para pagar a los pensionistas y al siguientes es el líder del PSOE proponiendo impuestos a los bancos como pago por el generoso rescate que apoquinamos los españoles. Ahora ha sido la ministra Báñez la que se ha descolgado con la idea de calcular la cuantía de la pensión tomando en cuenta toda la vida laboral y no sólo los últimos 21 años, como ocurre a fecha de hoy. Dice Báñez que de este modo se compensa a quienes perdieron su trabajo al cumplir los 45 o 50 años y no han podido volver al mercado laboral. Esto supone que sus bases de cotización han caído en picado y, en consecuencia, la cuantía de su pensión se ve muy recortada. De lo que ese cambio costaría no dice nada, seguramente porque ni siquiera se ha parado a hacer números ni falta que le hace: la cosa es conseguir un titular. Pero no digo ni que sí ni que no: no soy experto en el sistema de pensiones y no me da vergüenza reconocerlo: expertos sobre este asunto hay a paladas y sólo basta introducir “sistema de pensiones” en Google y aparecen en tropel. 

Unos proponen unas cosas y otros las contrarias, unos dicen negro y otros blanco, los de aquí plantean sacar las pensiones no contributivas del sistema y los de más allá financiarlas con impuestos. Lo cierto es que, lo que se dice acuerdo y consenso sobre algo tan delicado como lo que van a recibir los futuros pensionistas por sus cotizaciones de años de vida laboral,  ni está ni se le espera. Ahí está, sin ir más lejos, el famoso Pacto de Toledo: un año largo llevan ya reuniéndose sus integrantes y a fecha de hoy no se conoce una triste propuesta medianamente articulada sobre cómo garantizar que las pensiones públicas sigan siendo dentro de unos años uno de los pilares básicos del cada vez más escuchimizado estado del bienestar. Para terminar de arreglarlo, la lenguaraz y sin par diputada del PP que lo preside, la inefable Celia Villalobos, acaba de soltar la especie de que hay gente que se pasa más tiempo cobrando pensión que trabajando. Y luego, como quien no quiere la cosa, lanzó un mensaje de advertencia a los maduritos de entre 40 a 50 años para que ahorren ante el incierto y oscuro futuro de las pensiones. Una patochada más de alguien que tendría que demostrar más prudencia, aunque eso sea como pedirle al sol que salga por poniente. 
Lo que se necesitan son menos ocurrencias aisladas para la galería y más rigor y medidas integrales que tomen en consideración los diversos factores que inciden en un asunto de enorme complejidad que ojalá se resolviera con una varita mágica como algunos parecen defender. Me gustaría escuchar, por ejemplo, qué es lo que piensan hacer el Gobierno o los empresarios para que mejoren los salarios y la calidad del empleo y vuelvan los recursos a la caja de la Seguridad Social que el Gobierno del PP se ha ido gastando hasta dejarla en los huesos. Tanto que, a fecha de hoy, sólo da para cumplir con lo comido por lo servido porque los casi 70.000 millones de euros que había en la hucha se han esfumado durante la crisis sin que nadie se preocupara ni mucho ni poco ni demasiado por lo qué pasaría después.

Y lo que pasaría ya lo estamos viendo: el Gobierno se endeuda para pagar las pensiones, los partidos  arrastran los pies para ponerse de acuerdo y los agentes económicos y sociales parecen actuar bajo el principio de no hacer hoy lo que puedes dejar para mañana o pasado. Hace falta un acuerdo integral bien articulado sobre pensiones y es urgente. Un acuerdo que, entre otros aspectos centrales, debe pasar por mejorar los salarios y la calidad del empleo, acabar con el paro juvenil, adecuar la cuantía al coste de la vida revirtiendo las injustas reformas del PP y tomar en consideración el galopante envejecimiento de la población. Todo ello con el fin primero y central de garantizar un sistema de pensiones público, solidario y universal, frente a los lobos que no ven el momento de que se les deje el campo completamente libre para imponer la ley de la selva bajo la que sólo tendrían pensiones quienes se las pudieran pagar. 

Cuando rectificar no es de sabios

Mucho juego mediático han dado estos días los golpes de pecho de Pedro Solbes a propósito del cúmulo de errores e improvisaciones en los albores y primeros compases de la crisis que aún nos afecta. El ex vicepresidente se dejó caer por el Congreso de los Diputados para decir – en román paladino – que en realidad, el Gobierno de Rodríguez Zapatero del que formó parte hasta que se hartó, no dio ni una para hacer frente al tsunami. Ni dieron con la clave para que la burbuja inmobiliaria no se siguiera inflando hasta que estalló ni cayeron en la cuenta de que las cajas de ahorro eran cascarones repletos de deudas que al final hemos tenido que pagar de nuestro bolsillo todos los españoles. Dijo Solbes en su comparecencia que se equivocó por no controlar el déficit y que el famoso “cheque bebé” que Zapatero se sacó de la chistera estuvo “mal diseñado” – signifique eso lo que signifique – y que él nunca fue partidario de su aplicación. De aquellos años todos recordamos también el no menos famoso Plan E, un cajón de sastre para financiar obras públicas de medio pelo que apenas contuvo la sangría del desempleo. De las declaraciones de Solbes en la comisión del Congreso que estudia la crisis se desprende que Zapatero no le hacía ni pajolero caso y que el talante y el cálculo electoral se terminaron imponiendo al rigor económico que se demandaba en aquellas complicadas circunstancias. Después vino el “me cueste lo que me cueste” de Zapatero para evitar el rescate de nuestro país – que al final se terminó produciendo  en forma de “generoso préstamo” de la UE, según Rajoy – , y a partir de ahí lo ocurrido ya forma parte de los libros de historia de este país. 

Bien está que Solbes entonara el mea culpa en el Congreso, aunque en realidad terminó por adjudicarle la responsabilidad en parte a Zapatero, en parte a las circunstancias y en parte a Rodrigo Rato, que va de sobrado con su tono de “usted no sabe con quién está hablando”. ¡Quítate que me tiznas, le dijo la sartén al cazo! Lo que ya no está tan bien es que el que fuera mano derecha de Zapatero para los asuntos económicos no hiciera el petate mucho antes si al presidente del Gobierno por un oído le entraban y por el otro le salían sus consejos. Si a Zapatero le bastaban las dos tardes que le recomendó Jordi Sevilla para hacerse todo un experto económico, Solbes estaba de más en ese gobierno. Aún bajo los efectos paralizantes de que un político compareciera en la sede de la soberanía nacional y reconociera que acertó menos en sus previsiones que Ocatvio Aceves en las suyas, al día siguiente compareció Elena Salgado. La suya fue una rectificación con la boca pequeña sobre una gestión de la que dijo eso tan socorrido de que hubo aciertos y errores – que apenas detalló - y que todo el esfuerzo del Gobierno fue evitar el rescate de España por los hombres de negro. No se rasgó Salgado las vestiduras ni entonó mea culpa alguna sobre decisiones muy cuestionadas en su momento como la salida de Bankia a bolsa. Más bien disparó sobre el pianista al asegurar que fue la situación de Irlanda y Grecia la que puso a España contra las cuerdas. Con todo, de lo dicho por Solbes y Salgado podemos extraer algunas conclusiones jugosas, aunque sea a toro muy pasado. La primera es que la inmensa mayoría de los políticos prefieren una operación de apendicitis sin anestesia que rectificar y reconocer en público sus errores. Si lo hacen – como Solbes – no es tanto para admitir haber metido la pata hasta el corvejón como para buscar excusas y culpar a otros de sus fallos. La segunda es que, para que la rectificación sea útil y al menos sirva de consuelo, convendría que se hiciera antes de la siguiente glaciación después de los hechos sobre los que se rectifica. Y la tercera y última es que Solbes ha dejado en muy mal lugar a los economistas ya que ha actuado como alguien que te dice mañana – o dentro de 10 años - por qué no se cumplieron hoy las previsiones que hizo ayer.     

¿Procés? ¿Qué procés?

Hoy le voy a llevar la contraria a mí médico y, aunque me lo tiene tajantemente prohibido, quiero hablar del monotema del procés. Sé que corro un gran riesgo por lo que voy a decir pero lo asumo: nunca ha existido nada llamado procés. Ha sido todo pura y dura invención mediática para vender más periódicos y ganar oyentes y espectadores. Jamás de los jamases un parlamento se saltó sus propias normas, por no hablar de aquellas de las que emana su legitimidad, y tiró para adelante con los faroles ignorando olímpicamente a más de la mitad de los votantes representados en él. Nunca en la vida ha habido nada que, ni por asomo, pudiera considerarse como una declaración unilateral de independencia. Menos aún se celebró nunca un referéndum de autodeterminación en el que, quien quiso, votó a placer cuantas veces tuvo oportunidad. También falta como un bellaco a la verdad quien afirme que se difundieron noticias y vídeos falsos sobre las cargas policiales el día del referéndum que nunca tuvo lugar. Mentira es también que los Mossos de Escuadra dejaran pasar y hacer el día del referéndum que nunca se celebró y que transportaran en furgonetas urnas chinas para contribuir generosamente a la causa democrática en juego. Es absolutamente falso que se desviara dinero público, es decir, tanto de los partidarios como de los detractores del procés, para financiar una charada ilegal de principio a fin. 


Tampoco es verdad que el máximo responsable de la carnavalada y otros cinco acólitos se hayan tomado unas vacaciones - ¿pagadas también con dinero público? – en la triste Bruselas para desde allí anunciar la buena nueva orbi et orbi.  Miente quien diga que la policía nacional fue presionada, insultada y obligada a abandonar los hoteles en los que se alojaba por cumplir con su deber constitucional, mientras los Mossos, una vez más, dejaban pasar y hacer. Es falso de toda falsedad que el gobierno presidido por quien ahora se propone ser investido en holograma se reuniera en comandita con quienes agitaban a las masas desde las calles para ver el modo y manera de conseguir los objetivos previstos. Nunca hubo un documento denominado Enfo CATs: Reenfocant el procés d'independència per un resultat exitós, considerada la hoja de ruta de los independentistas. Una patraña más. Quien haya dicho y defienda aún tal cosa debe ser excomulgado de entre los demócratas por facha franquista o, como poco, por proclive al “régimen del 78”. 

Aunque para mentira de las gordas, la de decir que todo el procés que, por supuesto, nunca ha existido, ha venido de perlas para intentar tapar la corrupción de las cuentas en Andorra, el "caso Palau" o los recortes inmisericordes en servicios públicos. Todos y cada uno a los que los medios fascistas señalan como responsables de un procés solo imaginado por mentes calenturientas, son unos santos varones defensores de la legalidad y el orden constitucional. Todos apelan al diálogo y al consenso y rechazan la unilateralidad para conseguir sus fines. A ninguno, por cierto, se le ha visto nunca votando con cara de día histórico la declaración unilateral de independencia ni despreciando democráticamente  el hecho objetivo de que ni siquiera tenía al menos un voto más a su favor. Con lo del procés ha pasado un poco como con las pesadillas, duran una eternidad pero al final se termina uno siempre despertando y descubriendo que lo que parecía tan real en sueños solo eran fantasmas. 

La urgencia de las urgencias

Es como el año de la marmota o como el relato del dinosaurio, que seguía allí cuando uno se despertaba. Es exactamente lo mismo: el problema de la saturación de las urgencia en los hospitales públicos regresa cada año por Navidad y Reyes como el turrón, los villancicos, el frío y la gripe. Por más que se analicen año tras año las causas y se conozcan las consecuencias, llegado el momento se hace muy poco para que no pase lo que casi siempre termina pasando. Entonces se convocan reuniones urgentes, se aprueban planes de choque, se abren plantas de hospitalización inexplicablemente cerradas y se da una respuesta a la carrera a un problema que no se resuelve con prisas, sino con previsión y planificación. ¿No se sabe acaso que en invierno, incluso en Canarias, bajan las temperaturas y aumentan las alergias? ¿No es conocido, incluso estadísticamente, que son los de diciembre, enero y febrero los meses con más casos graves de gripe? ¿No hemos dicho que hay que mejorar las urgencias en atención primaria para que sea en ellas en donde se atienda a quienes lo necesitan y evitar que colapsen los pasillos de las urgencias hospitalarias y que el personal sanitario se ponga literalmente de los nervios? En efecto, lo hemos analizado, repasado y vuelto a decir por activa y por pasiva: los médicos, los enfermeros, los expertos, los ciudadanos y hasta los políticos. Desde hace años, de hecho. 

Pero da lo mismo si quien gestiona el servicio público de sanidad es del partido amarillo, verde o colorado; es indiferente si es médico, economista o mediopensionista: al final siempre se nos saturan las urgencias y hacemos como si fuera la primera vez que pasa. La solución mágica consiste entonces en aplicar un plan de choque, contratar unos cuantos enfermeros y médicos más y poner en servicio algunas camas que se encontraban durmiendo el sueño de los justos, sin que nadie sea capaz de explicar por qué no se habían abierto antes. Esto debería acabar de una vez. No es tan difícil prever que en invierno bajan las temperaturas y suben los problemas respiratorios. Pequemos por una vez por exceso y no siempre por defecto. Cada vez estoy más convencido de que quienes deberían implementar los medios y las medidas para ahorrar a los pacientes y a la sociedad el espectáculo lamentable de enfermos aparcados en los pasillos de urgencias, cruzan los dedos cada año para que no haga frío o la gripe pase desapercibida. Ese sistema puede que consiga funcionar un año pero no puede colar todos los inviernos. ¿O es que no hay recursos para prestar una asistencia sanitaria en urgencias en condiciones dignas? Por supuesto que los hay, sólo que, o no se quieren emplear o no se saben gastar con eficiencia. Si, por ejemplo, a los gerentes de los centros hospitalarios se les apercibe de que no se pueden salir del presupuesto marcado porque incluso se pueden jugar el puesto, lo lógico es que tiendan al recorte drástico por más que hiele y tengamos epidemia de gripe. Así no se puede seguir todos los años y es urgente arreglar de una vez lo de las urgencias: sabemos cuáles son los fallos y cómo resolverlos, así que es cuestión de voluntad, de previsión y de planificación. Eso para empezar y por no hablar ahora de las listas de espera, que esa es otra.  

Vuelve el petróleo

Le va a costar a Canarias librarse de los negros nubarrones del petróleo. La mayoría de la población de las islas respiró aliviada cuando Repsol recogió velas y abandonó las prospecciones frente a Lanzarote y Fuerteventura asegurando que no había encontrado ni gas ni petróleo que mereciera la pena explotar. Se cerraba así un largo y tenso capítulo de las relaciones entre los gobiernos canario y central con el entonces presidente autonómico, Paulino Rivero, y el ex ministro Soria como máximos protagonistas  del desencuentro. Aquella situación se repite ahora en parte a raíz de la noticia de que Marruecos ha autorizado prospecciones en unas aguas – las del Sahara – que considera suyas por más que la comunidad internacional no le reconozca ese derecho. De nuevo se activan las alarmas ante los riesgos que para el medio ambiente y el turismo, nuestra principal riqueza, representa la industria petrolera. Solo que ahora los protagonistas no son exactamente los mismos. 

En Canarias, su actual presidente, Fernando Clavijo, no fue precisamente el más fervoroso opositor a las prospecciones de Repsol. Tampoco es que estuviera a favor pero sí puso patas arriba a CC cuando afirmó que no las vería mal si había garantías medioambientales , creación de empleo y respaldo de la población.  Ni lo primero era ni es posible al cien por cien, ni lo segundo lo supo o quiso garantizar Repsol ni lo tercero era factible por un elemental sentido de prudencia y supervivencia de los canarios. Por eso, sería conveniente que el presidente y su partido aclararan si la oposición ante los sondeos marroquíes será la misma y de igual intensidad política y social que la que en su día se exhibió ante Repsol. En cualquier caso, es Clavijo el que tendrá que lidiar ahora con la resurrección de un problema que entonces siguió desde la barrera. Con ese objetivo, el presidente canario ha pedido ya una reunión urgente con el ministro de Exteriores para que le informe de los datos que tenga sobre el proyecto marroquí. 
Aparte de eso,  poco más va a conseguir Canarias de un Gobierno como  el de Rajoy, que hizo oídos sordos a la oposición mayoritaria de los canarios a los proyectos de Soria y Repsol. Máxime cuando se trata del proyecto de un país soberano en las que considera aguas bajo su soberanía y con el que España mantiene relaciones tan estrechas como interesadas para ambas partes. Incluso, cabe pensar en la posibilidad de que entre Rabat y Madrid existe algún tipo de acuerdo no oficial para compartir los beneficios de un eventual descubrimiento de gas o petróleo en esas aguas. Al fin y al cabo, bajo el mar no hay fronteras y no es nada improbable que los yacimientos que ahora buscará una empresa estatal italiana sean los mismos o próximos a los que en su momento buscó Repsol. 

Puestos a hacer cábalas, tampoco se puede descartar la posibilidad de algún acuerdo técnico o económico entre la compañía italiana concesionaria de las autorizaciones marroquíes y Repsol para explotar los recursos de una zona en la que desde hace años se busca petróleo y gas, aunque sin resultados conocidos por ahora. También piensa el Gobierno canario recurrir a la Unión Europea, pero esa instancia es también poco susceptible de que actúe para detener los sondeos marroquíes. Marruecos es un socio incómodo para Bruselas y los países comunitarios tienen demasiados intereses de todo tipo en la zona – pesqueros, agrícolas y de seguridad – como para molestarse demasiado por unos sondeos petrolíferos de más o de menos. Así que el panorama se presenta tan oscuro como el petróleo y, además, ni siquiera cabe aquí la posibilidad de una intervención directa de Canarias ante Marruecos, país en el que, por otro lado, también hay importantes intereses de empresas de las islas.

No quiero parecer adivino ni derrotista pero es muy poca mi confianza en que las gestiones canarias o las protestas ciudadanas consigan desviar un milímetro a Marruecos de sus planes. La posibilidad de convertir la zona en una especie de santuario medioambiental o la de financiar con dinero europeo las energías limpias en ese país a cambio de que abandone sus planes petroleros, no parecen opciones muy esperanzadoras. Tampoco parece que tenga mucho recorrido la posibilidad de que la Comisión Europea inste al estado italiano a intervenir para que la empresa de la que es partícipe renuncie a sus planes en Marruecos o los cambie.  Por todo ello, tal vez haríamos mejor en empezar a pensar cómo podrían las islas sacar provecho de un posible hallazgo de hidrocarburos en la zona aunque, en ningún caso, esa posibilidad compensaría un hipotético desastre medioambiental. Eso y cruzar los dedos para que no suceda lo que en absoluto es imposible que suceda. No veo más alternativas. 

¿Cuándo se trabaja aquí?

No quiero parecer estajanovista ni aguafiestas pero a veces me entran ganas de darles la razón a los que critican la baja productividad de los españoles en el curro. No se nos ha ido aún el bronceado y todavía tenemos arena de la playa debajo de las uñas y ya estamos pensando adónde iremos de vacaciones en Navidad o en la Semana Santa del año siguiente, por no hablar del disfraz que nos pondremos en el próximo carnaval. Claro que todo está pensado para que se imponga la molicie consumista sobre le brega productiva, pero tampoco parece que hagamos mucho por sustraernos al perverso influjo: entra usted en octubre en el supermercado del barrio y tiene que abrirse paso a codazos entre los turrones, los polvorones y el inefable güi güis yu a merry crismas que ya no le abandonará lo que resta del año. Al borde de diciembre nos cae encima el bendito blac fraidei y ya estamos perdidos de manera irremisible: empieza un mes de agobios, atascos, compras y comidas que nos conduce al año nuevo con unos cuántos kilos de más, unos cuantos cientos o miles de euros de menos y matrícula en el gimnasio de la esquina. Todo ello, por supuesto, acompañado de unos muy merecidos días de descanso en los que colapsamos aviones, barcos y autopistas nieve o truene. Con el roscón aún sin digerir nos ponemos de nuevo en marcha para no perdernos los chollos de las rebajas o descambiar algún regalo navideño que nos hizo ese cuñado que nos cae mal. 
Y sin solución de continuidad empiezan a aparecer en papeles y televisiones alcaldes y candidatas a reina de carnaval, concejales y escenarios, presentadores, pregoneros y murgas como salidos del año de la marmota. Llega un momento en el que ya no sabe uno si vive en el año nuevo o en el pasado o en el por venir. Los acontecimientos se atropellan unos a otros porque, en cuanto digamos adiós a los mogollones y hayamos despachado alguna que otra polémica sobre quién ganó el concurso de murgas o la drag o el traje de la reina de este año, nos toca pensar en dónde descansaremos de tanto ajetreo durante Semana Santa. El de esos días es descanso sagrado que no se puede uno saltar si quiere purificar el espíritu y llegar con fuerzas al verano que ya se empieza tocar con la punta de los dedos. Así que, a la vuelta de las vacaciones de Semana Santa y de los empujones en las colas de facturar y en los controles de seguridad, nos tenemos que poner a planificar las vacaciones de verano. Y vuelta a empezar. Aunque el caso presente todos los indicios, sería injusto concluir que el año laboral en España es una cuchipanda continúa o una cadena de vacaciones  cuyos eslabones se van engarzando sin pausa de enero a enero. En medio quedan todavía, siendo optimistas, seis o siete meses salteados en los que nos ponemos serios y formales y vamos a trabajar casi todos los días laborables. Eso, siempre y cuando no nos ataque la gripe, las paperas, el sarampión, el dentista, el fútbol o el lumbago. En el tajo nos pasamos habitualmente de 12 a 14 horas, aunque no tanto para compensar los días que hemos faltado o porque nos llene de entusiasmo el sacrificio, sino sobre todo para que los jefes vean que nos esforzamos como el que más por la empresa y su prosperidad. Trabajar en España claro que se trabaja y mucho, eso sí, cuando podemos o tenemos tiempo.        

La nieve en Sevilla es una maravilla

Puede que muchos conductores ignoraran olímpicamente las predicciones meteorológicas que anunciaban nieve a manta para este pasado fin de semana en el centro y norte de la Península. Teniendo en cuenta lo rumbosos que solemos ser los españoles cuando se trata de mal tiempo, que nos alongamos a la costa para hacer fotos aunque haya olas de seis metros, no es descartable que más de dos y de tres sacaran la conclusión de que el hombre del tiempo exageraba y que la cosa no iba a ser para tanto. Sin encomendarse ni a Zoido ni a de La Serna se pusieron en carretera y pasó lo que todos hemos visto este último día antes de la vuelta al gimnasio para quemar el roscón de Reyes: colas kilométricas, coches atrapados en la nieve y miles de familias con niños pequeños clamando por una manta y un poco de agua y comida.  Lo cierto es que nadie o casi nadie pasó a echarles una mano y así tuvieron que estar cerca de 20 horas, tiritando de frío pero con la temperatura de la indignación por las nubes. Y es que, por más que hubiera algunos aventureros que osaron volver a casa en medio de la ventisca, no creo que fuera la decisión mayoritaria. Más bien parece que quien tenía que haberles echado un cabo para salir del atolladero eran esas autoridades de los ministerios del Interior y de Fomento que ahora tiran balones fuera y culpan a la concesionaria de la autopista de peaje por no cerrar la vía y, lo que es más sorprendente, a los propios automovilistas por no estar al loro del parte meteorológico. Digo yo que para eso tampoco es que haga mucha falta una Dirección General de Tráfico y, si me apuran, ni siquiera un ministerio de Fomento si al final la culpa es de los contribuyentes y a ti te encontré en la calle. 

El staff directivo del Ministerio del Interior dirigiendo el operativo por el atasco en la AP-6 desde la tribuna del Sánchez - Pizjuan.

La concesionaria, por su parte, también lanza bolas de nieve contra el Gobierno y recuerda que es tarea de la DGT impedir que circulen los coches por la vía. Total, que unos por otros y la nieve hasta las rodillas y más arriba. Ahora anda todo el mundo alborotado con este asunto que, por lo demás, no es la primera vez que ocurre. Algunos aún recordamos a Rajoy jurando en arameo y pidiendo la dimisión de la socialista Magdalena Álvarez, ex ministra de Fomento, por una situación casi calcada a la del domingo.  Así que la oposición ya ha pedido comparecencias urgentísimas de los ministros Zoido y de La Serna para que digan cómo se gestionó el helado atasco del domingo y las razones por las que esa gente no recibió un poco de ayuda mientras le castañeteaban los dientes. El director general de Tráfico, Gregorio Serrano, que junto a su jefe Zoido pasó la mayor parte del tiempo de la crisis convenientemente abrigado y de vacaciones en Sevilla, en donde la nieve es una maravilla, insiste en que a él que lo registren, que para eso viaja en primera clase del AVE. Comparecerán los ministros, habrá bronca parlamentaria y peticiones de dimisión. Cuando todo acabe, cosa de una o dos semanas como mucho, unos y otros se irán por donde hayan ido y aquí paz y después nieve o lo que toque. Háganme caso: si van a conducir, no olviden consultar al hombre del tiempo pero, sobre todo, lleven también un termo y una estampita de San Cristóbal.

Conferencia de presidentes: un año en blanco

Dentro de poco – el 17 de este mes  - hará exactamente un año desde que se reunieron en el Senado los presidentes de las comunidades autónomas con el del Gobierno central para tratar de cuestiones como la financiación de los servicios públicos, las pensiones, la educación o la violencia de género. Y cito solo algunos de los asuntos del abultado orden del día de un encuentro rodeado de una parafernalia mediática que sirvió a Rajoy y a su Gobierno para presentarse como hombre de diálogo y consenso por encima diferencias políticas. Pareció por momentos que el presidente concedía a sus colegas autonómicos la gracia de su presencia y el don de sus ideas, como si no fuera de suyo obligatorio que el jefe del Ejecutivo estatal se reúna al menos una vez al año con los máximos responsables públicos de cada región, nación o nacionalidad. En aquella ocasión hacía ya cinco años que Rajoy no tenía el detalle de escuchar a quienes dirigen la política de las comunidades autónomas reuniéndolos a todos en un foro común. Pero más allá del postureo propio y casi inevitable de ese tipo de encuentros, con desayuno oficial y presencial real incluidos, lo que importaba aquel día era el resultado. Éste, sin ser espléndido tampoco fue malo del todo, al menos sobre el papel. Pero había que pasar de las buenas intenciones a los hechos para poner en práctica los acuerdos alcanzados en una cámara alta que por fin – se decía entonces – cumplía la función de representación territorial que le encomienda la Constitución. Sin embargo, fue esa misma cámara, en la que no estuvieron aquel día ni el hoy huido Carles Puigdemont ni el vasco Urkullu, la que pasando no mucho tiempo suspendió la autonomía catalana en virtud del controvertido artículo 155. Paradojas de la política o justicia poética con un órgano representativo que, o se reforma para que cumpla los fines que le son propios, o debería desaparecer, aunque ese es otro debate. 


Lo cierto es que, casi un año después, la cosecha es muy pobre. Aún teniendo en cuenta la enquistada crisis catalana y sus efectos paralizadores sobre la vida política nacional y atendiendo, además, a la minoría parlamentaria del PP, el balance tiende al cero. Sirva como ejemplo que la comisión creada para estudiar la financiación autonómica elevó un informe al Gobierno que este ha reenviado a las autonomías pero sin hacer ninguna propuesta concreta a día de hoy de cómo piensa afrontar los desequilibrios de un sistema que perjudica a comunidades como Canarias. De la caótica situación de la financiación autonómica da buena cuenta la última ocurrencia de Montoro: meter la tijera en las entregas a cuenta de la financiación de este año con el argumento de que no se han podido aprobar unos presupuestos estatales nuevos. Dicho en plata: o el PSOE le apoya las cuentas a Rajoy o las autonomías sudarán tinta este año para sostener los servicios públicos. En cuanto a los pactos de estado que se acordaron en la reunión sólo ha visto la luz el de lucha contra la violencia de género  - pacto de mínimos y a expensas de financiación – y están pendientes el de educación o la reforma del sistema de pensiones. Demasiado poco para tantas buenas intenciones como se expresaron en un encuentro que, supuestamente, iba a marcar un hito en las relaciones entre el Gobierno del estado y de las comunidades autónomas. Nada ha cambiado tampoco en ese sentido ya que  los pleitos constitucionales entre Madrid y las autonomías siguen presidiendo buena parte de unas relaciones a las que les falta fluidez y le sobra cálculo y tácticismo político de muy corto plazo. Y no son los partidos o los gobiernos los que sufren las consecuencias de que asuntos trascendentales sigan empantanados por falta de voluntad y altura de miras. Los perjudicados son los españoles que asisten hastiados al espectáculo de los tiras y aflojas entre el poder central y el periférico previo paso por las sedes generales de las respectivas fuerzas políticas. 

Los reyes son los niños

Pocas cosas hay más hermosas en el mundo que la mirada brillante y la sonrisa ilusionada de un niño a la espera de los regalos que le traerán los Reyes Magos. Quien no haya sentido nunca esa indescriptible sensación, por modestas que fueran sus esperanzas en los Magos de Oriente, es que nunca ha sido niño; se trata de algo que solo en la niñez se puede sentir en toda su ingenua intensidad y que, por desgracia, no perdura más allá de esa etapa de la vida. Sin embargo, de unos años para acá, los adultos nos hemos empeñado en convertir la celebración de los Reyes Magos en una excusa más para sacar a relucir nuestros mezquinos debates y hurtar el protagonismo a los únicos que se lo merecen y reclaman: los niños. Cuando no es si Sus Majestades de Oriente deben ir a lomos de burro, camello o motocicleta es si en la cabalgata puede o no participar una carroza LGTB o si la música debe ser de Justin Bieber o de los Teleñecos. Asuntos todos, como se puede comprobar, de una trascendencia económica, social y política que no me explico cómo no se ha convocado ya un pleno urgente, extraordinario y monográfico en el Congreso para debatirlos y acordar soluciones. Aunque mejor no doy ideas, no vaya a ser que se encienda alguna bombilla entre tanto lumbrera político como nos ha caído en suerte en los últimos tiempos.  De cualquier cosa, por nimia que sea, hacemos los adultos un mundo y buscamos un protagonismo que no nos corresponde. 


A menudo se trata de polémicas estériles, vanas y hasta ridículas promovidas por grupos y personas a las que uno le cuesta mucho imaginarse creyendo en la leyenda de la estrella de los Reyes Magos. Más bien se trata de aprovechar con fines publicitarios una fecha de alta temperatura emotiva para colocar mensajes mediáticos que, en todo caso, se deberían reservar para otros ámbitos y momentos. Confieso que estas polémicas con las que despedimos cada año las fiestas navideñas me aburren y hastían desde hace tiempo. Me pregunto si los adultos no tenemos tiempo suficiente durante el resto del año para debatir sobre si son motos o camellos y no convertir la fiesta de Reyes en un ejemplo más de desencuentro social a propósito de asuntos a todas luces menores. Tomamos a los niños como rehenes de nuestras inútiles desavenencias políticas y despreciamos el hecho de que sólo se es niño una vez. En vez de enredarnos en discusiones que sólo interesan a unos pocos, lo que toca en un día como el de hoy, víspera de Reyes, es alimentar el ensalmo mágico de la fecha hasta que llegue el momento de descubrir el pastel o, si lo prefieren, el roscón. Y no olvidar nunca que república y Reyes Magos no son en absoluto excluyentes, aunque a más de uno tal vez le gustaría que lo fueran.

¡Muchos y felices Reyes para todos, aunque lo que merezcan quienes avientan estas tontas discusiones sea carbón amargo!

Poema del Mar: un acuario de secano

Va para un mes ya que las en otros tiempos llamadas autoridades competentes cortaron la cinta del fastuoso acuario Poema del Mar. Sin embargo, nadie parece en condiciones de dar noticia cierta de cuándo abrirá sus puertas a ciudadanos y cruceristas ansiosos por contemplar toda suerte de bichos marinos llegados de los cinco continentes y parte del extranjero. Lo único cierto a día de hoy es que, si usted se da un paseo por las flamantes instalaciones ubicadas en el Puerto de la Luz y de Las Palmas, encontrará un acuario muy bonito por fuera, con lucecitas de colores, pero rodeado de barcos de no muy buen ver y chatarra de peor aspecto aún. No pierda el tiempo intentando averiguar la fecha de apertura, los horarios de visita o el precio de la entrada: en su puerta no hay un triste folio que informe de nada de nada. A uno, ingenuo por naturaleza, le llama la atención que se hayan invertido 35 millones de euros en unas instalaciones llamadas a ser una de las joyas turísticas de Gran Canaria para tenerla ahora en barbecho después de la fanfarria inaugural.  Allí se escucharon aquel día sesudos discursos de los políticos de turno en los que se habló “del antes y el después del acuario”, del “Gran Canaria ya tiene su acuario” y de “hoy es un día histórico para la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria”, entre otros lugares comunes.

El Poema del Mar y en primer plano un oxidado mastodonte llamado Blue Bird: entre pájaros y peces anda el juego

Las hablillas a propósito del cierre a cal y canto del acuario y la soledad en la que llevan viviendo sus peces desde hace semanas son muy diversas. Desde problemas con la energía eléctrica hasta insuficiente cualificación del personal contratado para el servicio y la atención que un acuario de postín como ese debe prestar a sus visitantes. Sin embargo, ni la empresa ni el entusiasmado ayuntamiento ni la circunspecta Autoridad Portuaria dan razón alguna de por qué no abre sus puertas Poema del Mar. Hay que recordar, además, que el espacio en el que se asienta el acuario era el utilizado hasta no hace mucho por Naviera Armas para el atraque de sus barcos. Para hacerle hueco al acuario, a la compañía marítima se le adjudicó un espacio amplio pero a medio terminar, incómodo y sin servicios en el muelle Nelson Mandela, situado en las Chimbambas y para llegar al cual el sufrido pasajero se tiene que gastar tanto en taxi como lo que le cuesta un trayecto a Tenerife o a Fuerteventura. También hay que recordar que el ayuntamiento no tiene previsto que la pasarela peatonal que debe comunicar el acuario con el mercado del Puerto este terminada antes de 2019, con lo que el acceso a las instalaciones, en donde no hay nada aún que merezca el nombre de aparcamiento, se convertirá en toda una odisea marítimo – pesquera. Por ahora, los peces y tiburones siguen nadando en soledad y del medio millón anual de visitantes previstos no ha llegado ni uno para admirarlos y hacerse selfies con ellos. Y mientras, los que saben o deberían saber los motivos por los que no abre sus puertas después de años de darnos la tabarra con las bondades del acuario, han guardado las tijeras de cortar cintas y han hecho todos mutis por el foro. 

Con las cosas de volar no se juega

Está tardando el Gobierno de Canarias en exigir que el Ministerio de Fomento explique qué piensa hacer ante el escrito de las compañías aéreas quejándose de las condiciones en las que se aplica el descuento para volar al que tienen derecho los residentes en Canarias y Baleares. Según informa EL CONFIDENCIAL (leer) y reproduce CANARIAS 7, las principales aerolíneas del país se quejan de que la Administración les abona el descuento con hasta seis meses de retraso y proponen que pague intereses de demora o que abone directamente la rebaja a los usuarios que se benefician de ella. Como su negocio con Canarias no les debe parecer los suficientemente rentable, critican que deban hacer de intermediarias entre los beneficiarios del descuento y la administración. Dicho en otros términos: quieren que sean otros los que corran con el gasto para que a ellas les quede el beneficio limpio de polvo y paja. Con todo, lo más preocupante de su escrito es la insidiosa afirmación según la cual, en este asunto, hay mucho listo que se beneficia del descuento sin tener derecho. Es el caso – apunta – de quienes ya no están empadronados en las Islas sino en otros lugares de la península pero aún así se hacen pasar por residentes. Me pregunto cómo lo consiguen si cuando se compra un billete a través de las propias compañías, el sistema debe validar la veracidad de los datos. Y si no es eso lo que está ocurriendo y efectivamente se está haciendo un uso indebido de un derecho reconocido, imprescindible e irrenunciable, que se mejore el sistema, que se pague en tiempo y forma y, en su caso, que se sancione a los infractores. Pero en ningún caso y bajo ningún concepto, es tolerable que los problemas de la Administración con las compañías aéreas o viceversa o que la picaresca de una minoría ponga en peligro una de las pocas medidas que hace que Canarias esté un poco menos lejos del resto del país. 

"El descuento de residente es un derecho imprescindible e irrenunciable"

No es de recibo que las aerolíneas, que tienen en los canarios unos usuarios cautivos de sus políticas empresariales en las que lo único que importa es el beneficio, insinúen que Fomento debería acabar con el descuento o endurecer las condiciones y dejar a los ciudadanos insulares más alejados del continente a merced de sus intereses económicos. Cabe recordar que entre las quejicas y lloronas compañías de marras figura Air Europa, condenada en firme por la Audiencia Nacional (ver) por hacer trampas con el descuento de los residentes canarios, mientras su propietario salió ileso del proceso judicial gracias a un acuerdo extrajudicial con Fomento (ver). Es la misma compañía, por cierto, que no tardó en desembarcar en Canarias nada más aprobarse que el descuento de los residentes para volar entre las islas se elevaba del 50% al 75%.  Con las cosas de comer no se juega, dice el refrán; con las de volar tampoco, sobre todo cuando se trata de los ciudadanos de una comunidad autónoma como Canarias, cuya movilidad depende del avión y a la que no llega un solo euro de los miles de millones que Fomento gasta todos los años en nuevas autopistas y líneas de AVE. Ya tuvimos bastante con las ocurrencias de Ana Pastor cuando se empeñó en obligarnos a viajar con el certificado de residente en la boca mientras eran compañías como Air Europa o Islas Airways las que no cumplían sus obligaciones. Bromas, las justas.