Un pacto mareado

Cuando por fin parecía que el pacto entre el PSOE y CC se encarrilaba de nuevo, unas declaraciones extemporáneas del presidente del cabildo de Tenerife, el nacionalista Carlos Alonso, lo han vuelto a mandar a la UVI con pronóstico reservado tirando a grave. Así, saliendo y entrando de vigilancia intensiva, lleva el acuerdo casi un mes, desde que se supo que los concejales nacionalistas de Granadilla tenían intención de hacerse con la alcaldía en manos socialistas. Un mes en el que hemos estado más atentos a las cuitas e idas y venidas de los socios del pacto que de los problemas que tienen estas islas. Demasiado tiempo perdido y demasiada incertidumbre política  - como si no tuviéramos suficiente con los más de 300 días con un gobierno central en funciones - cuando hay tanto por hacer en empleo, educación, sanidad o servicios sociales. 

La situación ha empezado a tomar un cariz realmente preocupante: una tierra con las cifras de paro, pobreza o listas de espera que tiene Canarias no se puede permitir perder un minuto más en juegos versallescos o en maquiavelismo político con no se sabe muy bien qué aviesas intenciones por parte de unos y de otros. Aunque el presidente del Gobierno diga a diario que este ruido, como él lo llama, no le distrae un minuto de los asuntos que debe gestionar el Ejecutivo, parece poco probable que el clima de desconfianza que se ha instalado últimamente entre los socios, las puyas cruzadas o los mensajes entre líneas, no influyan en el día a día de la acción de gobierno. Donde hay desconfianza sería extraño que no se resintiera también la colaboración y la lealtad que debe presidir las relaciones entre los socios de un pacto político del que tienen que emanar soluciones y no disputas gratuitas que los ciudadanos sólo pueden ver, y con razón, como juegos de manos. 


Va siendo hora de que cada uno defina sus posiciones y ponga fin cuanto antes a este hastiante culebrón político en el que estamos enredados. Si el PSOE se siente ultrajado por las declaraciones de Alonso achacando al mero interés salarial que los socialistas sigan en el Gobierno a pesar de haber dado el pacto por roto varias veces, debería de una vez afrontar el dilema y tomar una decisión: irse o quedarse, pero no continuar instalado en la ceremonia de la confusión que en buena medida, y aunque no le falten razones para estar disgustado, también ha contribuido a fomentar.

Si, además, a las corrosivas palabras de Alonso se añade que los contactos oficiosos con los nacionalistas para revisar el pacto no han dado los resultados esperados, más razón todavía para extenderle el certificado de defunción. Sinceramente, se me escapan las razones por las que después de tanto desplante e incumplimiento por parte de su socio, coronado ahora por unas manifestaciones que parecen pensadas precisamente para darle la puntilla al acuerdo, el PSOE parezca todavía dispuesto a mantenerlo con vida. 

CC debería también poner sus cartas boca arriba para acabar de una vez con este cansino juego. Si las protestas del presidente defendiendo las ventajas del acuerdo con el PSOE son sinceras, debería exigir a los suyos - empezando por el presidente del Cabildo de Tenerife - que arrimen el hombro para mantenerlo en pie en lugar de la cerilla para hacerlo volar por los aires. Todo ello, sin menoscabo de que sus quejas sobre los problemas viarios de Tenerife estén plenamente justificadas pero sin olvidar tampoco que, al igual que ocurre con el déficit sanitario, no estamos ante problemas de antes de ayer sino de mucho tiempo atrás y sobre los que tiene una gran parte de culpa el Gobierno central del PP por el incumplimiento sistemático y contumaz de sus compromisos con Canarias.

Si por el contrario, el objetivo último de Coalición Canaria es obligar al PSOE a irse a la oposición para apoyarse en una mayoría parlamentaria distinta de la actual, no debería dejar pasar un minuto más el presidente sin firmar los decretos con los ceses de los consejeros socialistas y conformar un nuevo gobierno. Esa es su potestad pero también su obligación ineludible como presidente de todos los canarios: liderar un gobierno sólido y cohesionado que haga frente a los problemas y desafíos de esta tierra. Por el bien de todos, el PSOE y CC tienen que dejar cuanto antes de marear un pacto que, o se reconstruye sobre bases más firmes y duraderas y voluntad real de cumplirlo, o seguirá siendo un factor permanente de distorsión política que Canarias sencillamente no se puede permitir. 

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